“Entrenar al Arsenal es una historia de amor que no puedo detener”, declaraba Arsène Wenger en una de sus últimas ruedas de prensa, aunque su realidad reciente es bastante menos dulce. Antes de nada hay que destacar la proeza de mantenerse 20 años en uno de los clubes más importantes de Europa, algo que por cuestión de desgaste personal o de malos rendimientos no parece posible de igualar. Aún con juicios sobre su palmarés o su política de fichajes, Wenger ha creado un Arsenal más estable que el que recogió, más potente en lo financiero y con un nuevo estadio que sostenga el futuro, todo ello sin faltar a la Champions. Un bagaje suficiente, aunque sea por falta de candidatos, para que los aficionados ingleses le reclamen como el nuevo seleccionador.
‘Wenger In’ o ‘Wenger Out’
Aunque las aguas parezcan calmadas, muchos fueron los que hace apenas unos meses pidieron su adiós. En el último partido del curso pasado pudimos comprobar como buena parte de la grada del Emirates sacó carteles que rezaban ‘Wenger Out’ o ‘Es tiempo de decir adiós’. Ese sector era minoritario, pero significativo del descontento en aumento a cada año que se escapa la Premier, que la Champions parece utópica y que las copas no bastan. Aquel día de la temporada pasada Mikel Arteta, todavía jugador gunner, comentó en exclusiva su visión de estas críticas: “Entiendo a los que están enfadados con el rendimiento del club, pero no son conscientes de lo que Arsène ha creado, la manera en la que ha llevado el club y cómo ha inculcado valores a todos los que hemos formado parte de esta institución. Le apoyo y le estoy agradecido”. Aunque el propio Arteta también evidenciaba signos del agotamiento del proyecto cuando reconocía que la última Premier se esfumó por “deméritos propios” y rechazaba ser parte del cuerpo técnico de Wenger para firmar como ayudante de Guardiola en el City.
Está claro que para valorar a Wenger debemos ir mucho más allá del terreno de juego. Ha conseguido estabilizar al Arsenal y hacerle más grande en todos los sentidos. La cuestión es si esos años buenos y los méritos cuando más costaba justifican los fiascos recientes, más aún cuando otros proyectos como el City o el Tottenham, cada uno a su nivel, sí que dan pasos claramente hacia delante. Lo que está claro es que Wenger es un caso singular: actualmente el tiempo medio de estancia de los entrenadores Premier es de 2,2 años; casi diez veces menos que él.
Un palmarés discutido
Antes de la llegada de Arsène Wenger, el equipo londinense era un histórico del fútbol inglés pero que estaba lejos de igualar las vitrinas de los más grandes. En los primeros 110 años de historia sumaba 28 títulos. En las 20 campañas con Wenger se han conseguido 15 trofeos. Aunque hay que contextualizar, el francés mejora el promedio de títulos por campaña, pero también recibió al club en uno de los mejores momentos de la institución, si no el mejor de su historia, en cuanto a títulos conquistados. Cinco trofeos de 1990 a 1996, él dio réditos con un doblete en su segundo año, pero el club ya era ganador.
En la memoria gunner sigue muy presente la campaña de los Invencibles, aquella Premier en la que el Arsenal no fue derrotado y que Wenger definió como “el sueño de su carrera”. Sin duda, tiempos mejores para el club que todavía sorprende recordar. Aquella construcción con Bergkamp, Henry, Patrick Vieira y Campbell, entre otros, mostró el potencial de Wenger. EL ESPAÑOL pudo hablar en exclusiva con uno de los integrantes de aquel equipo de fantasía, Robert Pirès, quien mostró su admiración por Arsène Wenger: “No tengo ni una palabra mala de él, sé que hay sectores minoritarios muy críticos que no entiendo. No puedo ser imparcial. Casi 20 años asegurando la presencia en Champions y mejorando al club. Por supuesto que debe ser el entrenador del Arsenal. Afianzó a un equipo ganador, hizo al Arsenal crecer y superó años en los que no había dinero. Es muy difícil de comprender por todo lo que ha pasado el club en los últimos años, pero él ha garantizado la Champions y ha conseguido avanzar. Ahora ya hay dinero y volverán a ser candidatos al título, además nadie como él conoce lo que quieren los dueños, la afición y cómo manejar esta plantilla”.
Cómo afectó el cambio de estadio a su proyecto
Este pasado verano le preguntaban a Wenger qué opinaba del movimiento del West Ham al Estadio Olímpico y fue tajante: “Le ha tocado la lotería, será importante para crecer”. Él mejor que nadie sabe de lo que habla. A diferencia del West Ham, que alquila el estadio al Ayuntamiento, el Arsenal construyó su nueva casa y esa inversión afectó de manera decisiva al proyecto de Wenger. Varias figuras de la vieja guardia de los Invencibles necesitaban recambios, pero el nuevo estadio no permitía grandes desembolsos. El nivel medio bajó y provocó el éxodo progresivo de sus mejores jugadores, algo que alivió la presión por cuadrar balances en los primeros años en el Emirates.
Años en los que el resto subió el gasto medio de fichajes y salarios, en los que el Arsenal se quedó sin reclamos para fichajes y acabó poniendo en duda su estatus de grande acumulando casi una década sin títulos. “Los años sin ganar fueron muy duros, era cuando menos dinero teníamos, empezaron a surgir dudas sobre cómo jugar y nuestros objetivos. Además teníamos que pagar los préstamos por el estadio. Íbamos al mercado de fichajes y nos sentíamos como si para competir con los grandes tuviéramos piedras y ellos pistolas”. La Final de Carling en 2011 fue el punto más bajo del proyecto, en todo este tiempo Wenger tuvo goleadas en contra y dificultades ,pero llegar a la final contra un equipo que acabó descendiendo ese año y perder por un error de comunicación entre el defensa y el portero fue una metáfora del cambio de realidad para el Arsenal de Arsène, un técnico sin ningún título europeo.
A las afueras del Emirates, justo encima de la tienda oficial, Mark es uno de los que sostiene una pancarta pidiendo la dimisión de Wenger todos los días de partido: “Con él siempre hemos ido a la Champions, pero la sensación es que no evolucionamos. Nos hemos vuelto previsibles, pasar de grupos y eliminados en octavos o cuartos si hay suerte. ¿Cuál es el lado positivo de eso? Fíjate en Klopp: en Dortmund progresó y luego llega a Liverpool y con una plantilla que no diseñó él alcanza dos finales, incluyendo una europea. Wenger ha dado estabilidad, pero se ha acomodado, otros como Pochettino han demostrado que se puede pagar un cambio de estadio y seguir progresando, Wenger en cambio no ha acertado con muchas de sus apuestas”. Parece que el francés ha perdido el toque en el mercado de fichajes, durante los años de sequía muchas de las llegadas más caras como Eduardo, Arshavin, Podolski o Gervinho demostraron no tener la regularidad para los objetivos gunners, aunque ahora todo ha cambiado. Desde 2013 se han invertido 200 millones de euros y Wenger saca pecho: “Comprar jugadores como Özil o Alexis nos demuestra que estamos de vuelta”.
Del prejuicio a la petición inglesa
Cuando el Arsenal apostó por Wenger, toda Inglaterra se posicionó en su contra. Nadie le daba el beneficio de la duda a un técnico cuya experiencia más reciente había sido en el fútbol japonés. Wenger representó precisamente esa apertura de miras que benefició al balompié de las islas, él no era uno más y por eso fue tan útil. Modernizó los métodos de entrenamiento y, sobre todo, los alimenticios. Wenger hizo que jugadores que presumían de su idilio con las pintas de cerveza como el capitán Tony Adams acataran su sistema. Además, en lo futbolístico ese técnico infravalorado simplemente porque no entrenaba en lo que algunos creen el centro del universo futbolístico innovó su idea de juego. Wenger aceptó el ritmo, las precipitaciones y los sprints británicos, pero en vez de realizarlos con conducciones o dejadas de cabeza tras rifar el balón, lo hizo con pases al espacio, no tanto regate sino asociaciones en pocos toques. Así se hizo gigante el Arsenal Invencible y Wenger llegó a su techo. A medida que la plantilla perdió velocidad y sus talentos envejecieron o se fueron su propuesta fue de más pase estático y menos balón al espacio, más frontal y menos extremos y nunca llegó a brillar ni ganar tanto.
“Inglaterra es el hazmerreír del fútbol europeo”, o al menos así lo ve Alan Shearer, uno de los referentes de la última selección de los tres leones que estuvo cerca del éxito. Tras nombrar a Sam Allardyce como seleccionador inglés tras una búsqueda que se alargó más de la cuenta porque ningún candidato convencía, ahora ‘Big Sam’ ha tenido que marcharse por ser pillado en medio de una trama que cobraba comisiones por traspasos fraudulentos. Y ha vuelto a salir a escena el nombre de Wenger, quien ya fue tanteado. El francés puede dar ese soplo de frescura a una selección agarrotada y, sobre todo, sentar las bases de las categorías inferiores. Buenos resultados en europeos inferiores plagados de futbolistas que luego no aparecen en la absoluta. ¿Problema de formación? ¿De identidad común? ¿Falta de coordinación con los clubes? Merece la pena plantearse si Wenger, que sí supo aprovechar la cantera en su club –antes mejor que ahora-, puede arreglar este problema. Él ya ha dicho que no cierra la puerta, aunque ahora está concentrado en el Arsenal, su casa desde hace veinte años.