Enrique Martín Monreal (Campanas, Navarra, 1956) era un entrenador de urgencia, el cirujano al que recurría Osasuna cuando su corazón estaba a punto de quedarse quieto y el descenso asomaba a la vuelta de la esquina. Llegó al banquillo navarro en el 96, a falta de cinco partidos. Ganó cuatro, le sobró el último y consumó la permanencia del equipo en Segunda. La temporada pasada, otro tanto. La directiva del club llamó a 'La bruja de Campanas' –así le apodaron sus compañeros de vestuario por su melena azabache y la nariz picuda– cuando Osasuna podía caer en el abismo de Segunda B. Otros cinco partidos. Se salvaron con un gol en el último minuto. Los nervios llevaron a este médico de las emociones al hospital. Demasiada tensión, pero con final feliz.

Este año, con el ascenso, el chupinazo se ha adelantado a junio. Y la etiqueta de entrenador de urgencia ya se empieza a pudrir en el recuerdo. Pudo trabajar con el equipo desde el principio. Ha podido tener un proyecto y ha cumplido.

Martín afronta esta conversación en casa, lejos del ruido. Asegura que el coaching y la meditación le han enseñado a disfrutar del trayecto, sin que la obsesión por la meta se lo impida. Con una voz casi acostumbrada a la afonía, se muestra sincero y bucea en su cajón de sastre con el corazón en la mano. El balón y la grabadora echan a rodar. Una condición: prohibido hablar de fútbol.

¿Cuál ha sido la magia de 'La bruja de Campanas'?

Tenía ilusión por verme en un banquillo, inmerso en un proyecto a largo plazo, tras haberme formado a través del coaching. Llegué con una idea: ayudar a mis jugadores a que sacaran el talento que llevaban en la mochila. Las personas somos completas, creativas y estamos llenas de recursos, pero a veces necesitamos un capote para poner en práctica todo el potencial que tenemos. Ha sido una experiencia brutal. Al margen de haber llegado a la meta, me quedo con el trayecto.

El ascenso ha adelantado el chupinazo en Pamplona.

Es la imagen de una ilusión. El año pasado en Sabadell –Osasuna no bajó a Segunda B de milagro tras marcar un gol en el último minuto– mi compromiso fue hacer perdurar aquella ilusión en el tiempo, que no fuera flor de un día. No quería que tras cuatro o cinco partidos se dijera aquello de ‘ya estamos igual’. Quise mantener en el carro a toda la hinchada hasta el final. Siento una satisfacción tan grande… Dios nos ha premiado con la explosión de esa gente. Me emociono cuando pienso en la cantidad de niños y mayores que han vibrado esta temporada. Ha supuesto un chute emocional para Navarra.

En la 96/97, Osasuna estaba muerto y casi en Segunda B a falta de cinco partidos. Ganó cuatro y le sobró el quinto. El año pasado, regresó al banquillo navarro en una situación parecida. Volvió a revivir al equipo. Y ahora un ascenso, el tercer milagro de Martín. ¿Qué lo diferencia de los dos primeros?

El primero me pilla más joven, pero con un convencimiento brutal en mi gente. Todos menos Bolo eran de casa. Jugamos cuatro partidos muy intensos, con esa ilusión que sólo aporta el sentimiento de pertenencia a un escudo. El del año pasado no fue tan complicado. Estábamos empatados a puntos con el cuarto por la cola. Fue una experiencia bonita porque en el grupo había gente muy distinta, unos jóvenes, otros mayores, muy poco tiempo para trabajar... En ese momento entendí que los chavales de la cantera no tenían la fuerza suficiente para tirar del carro. En cambio, esta última temporada, al poder currar desde el principio, ha habido más oportunidades para los de casa. Además, yo lo veo así. Confío en ello. Soy uno de los últimos románticos de la cantera. Un sentimiento mamado desde crío es un valor difícil de igualar.

Enrique Martín, entrenador de Osasuna. CA Osasuna

En lo personal también habrá sido importante. Esta vez usted no ha sido un cirujano de urgencia. Ha podido tratar el vestuario desde el principio y tener un plan, un proyecto.

Es cierto. Tenía esa etiqueta de ‘entrenador de urgencia’. Pero cuando partí otra vez en este viaje, lo hice con el pensamiento de verme. Fue curiosidad, no trabajé con la intención de mejorar o cambiar el pasado. En ningún momento pensé en demostrar algo a alguien. El coaching me ha enseñado a ver la vida de otra manera.

¿A qué se refiere?

Este último trayecto me ha demostrado que existen caminos distintos a los que un día elegí. Antes no conocía otros. Ahora he podido poner en práctica una serie de herramientas. Y fíjate: ‘¡No me he desgastado ni una cuarta parte de lo que me desgastaba!’. He podido disfrutar del camino, y no solo al llegar a la meta.

¿Qué es eso de “disfrutar del camino”?

Te pongo un ejemplo. Hace no mucho estuve de viaje en Tailandia. Recorríamos la selva, una excursión de cuarenta minutos. Iba con el guía a la cabeza y llegamos los primeros. Al cabo de unos minutos, apareció otro guía con un ramo de flores maravilloso. Nos dijo: ‘Habéis ido demasiado rápido, no habéis visto las flores que había por el camino’. Y yo pensé: ‘He ido por el mismo sitio que él y no he visto ni una flor’. Ahora he podido ver las flores. Claro que mi objetivo era ganar cada partido, pero caminando de otra manera.

Hace continuas referencias al coaching. En otras ocasiones también ha mencionado la meditación. ¿Qué es eso que ha aprendido que tanto le sirve?

En 2008 entrenaba al Promesas –equipo filial de Osasuna– y me cesaron porque mi forma de comunicar quizá fuera demasiado dictatorial. No tenía cabida en un grupo tan joven. Así lo vio Ángel Martín González –director deportivo del club navarro entonces–, que era mi amigo, lo es, y lo seguirá siendo siempre. Me di cuenta de que se me había acabado la gasolina. Me hice una pregunta: ‘¿Quieres seguir entrenando?’. Dije que sí, así que busqué nuevas herramientas.

Y entonces llegó el coaching.

El colegio navarro de entrenadores anunció un curso de coaching que se desarrollaba en Madrid. Seis meses, todos los lunes. No era fácil, pero le di una vuelta y me animé. Seguía trabajando con la cantera de Osasuna en Tajonar. Entonces, ponía en práctica con grupos de chavales lo que iba aprendiendo. Hay una frase que no olvido. Me salió de dentro en una de las últimas dinámicas del curso: ‘Vine buscando herramientas para mi vida profesional y me llevo un gran tesoro para mi vida personal’. He evolucionado tanto… Siento las cosas con más profundidad que antes.

Enrique Martín, entrenador de Osasuna. CA Osasuna

¿Qué le aportó esta formación de cara a trabajar en un vestuario?

Bueno, ahora puedo comunicarme igualmente con un chico de seis u ochenta años. También me dio fuerza para empatizar con las personas. La escucha es la más brutal de las herramientas. La descubrí con cincuenta años. No me ruboriza decirlo, todo lo contrario, estoy orgulloso de ello. No dejamos de aprender hasta que nos vamos. Ahora, por ejemplo, estoy contigo, en esta conversación, al 100%. No te puedes ni imaginar la satisfacción que esto supone cuando hablas con un jugador, cuando se da cuenta de que le estás escuchando.

A pesar de esa meditación, sigue siendo carne de pantalla. Es uno de los entrenadores más mediáticos del país. Sus gritos, sus carreras por la banda, sus gestos…

Me sale de forma natural. Y eso que todavía estoy aprendiendo a controlar mis emociones en el campo. Lo peor son los últimos quince minutos del partido. Sigo mejorando y lo he hecho sobremanera en relación a lo que un día fui. Pero uno no debe perder su esencia, siempre y cuando se respete al árbitro y al contrario. Creo que lo que fluye solo es lo más bonito.

Desinhibirse y disfrutar con respeto.

¡Eso es! Pongamos un ejemplo. Vas a una boda. Estás animado, pero no te atreves a salir a la pista a bailar. Te tomas un cubata y te lo piensas. Con el segundo ya te mueves. Y con el tercero te lanzas a la pista y te da igual. Respetas, vas a tu rollo, bailas e igual incluso ligas. Hablo de eso, de estar en el campo disfrutando, en cierto modo desinhibido, pero con control. Esa es mi película. Me muestro, me lanzo a la pista y me es igual.

Muchos dicen que el fútbol es el opio del pueblo, aquello que nos distrae los domingos y sofoca nuestros malos ratos. Pero, ¿qué tiene de trascendente?

El fútbol es un sentimiento. La gente se identifica con los valores de un escudo. Existe un componente de fidelidad, a veces excesivo. El balón enseña mucho: solidaridad, compromiso, entrega y esfuerzo. Todo ello se puede extraer para la vida personal. Creo que todo va ligado también a la tierra a la que uno pertenece. No olvidaré nunca cuando entrenaba al Xerez y ganamos al Cádiz. En Osasuna quedan reflejados muchos valores de nuestra tierra: somos cabezones, constantes, legales… Aquí si te das la mano con alguien, no hacen falta papeles. Hombre, siempre existen las excepciones, como en todo el mundo.

Enrique Martín, entrenador de Osasuna, manteado por los jugadores. CA Osasuna

Esos valores ahora van a poder transmitirlos en Primera.

Tenemos una gran fortuna entre manos. Lo que hagamos tendrá repercusión a nivel nacional e internacional. Debemos comprometernos a ser nosotros. Solidaridad, sentimiento, pertenencia… Lo que hemos hecho este año. No hemos tenido ningún follón con nuestra hinchada. Estoy deseando que empiece la temporada.

 

¿Por qué el fútbol puede hacer feliz a una persona?

 

A mí me hace feliz porque veo feliz a la gente. Veo a niños de cinco años con la talla más pequeña de la camiseta de Osasuna, a señores de setenta vestidos de rojo en la grada. El otro día me dijo un señor ya algo mayor: 'Joder, el otro día fui al campo con la camiseta del equipo. Siempre había ido de traje. Nunca pensé que podía hacer algo así'. Sale de dentro. No quiero focalizar demasiado en Osasuna. Todos los equipos poseen su identidad. Nosotros somos Osasuna, da igual de derechas, que de izquierdas o de centro. Supongo que ocurrirá lo mismo en el resto de vestuarios.

 

¿Cuál es su sueño?

No te lo vas a creer, pero estos días he tenido la sensación de que esta pregunta me estaba rondando. Me he contestado: ‘Sigamos construyendo ilusión la próxima temporada, alarguémosla hasta el final’. Cuando cantamos aquello de ‘somos un equipo’ lo extiendo a jugadores, cuerpo técnico, aficionados, periodistas… Me encantaría que ese bloque se mantuviera, independientemente de los resultados. Ser un bloque es lo que nos ha traído hasta aquí. No me atrevo a poner techo a esta plantilla. No pienso en la permanencia. Es simplemente curiosidad. A ver dónde llegamos.

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