Sufrió el Barcelona ante el Granada el pecado de la tranquilidad. Los de Luis Enrique se dieron el placer de tomarse un partido a un ritmo menor, quizá confiados, sabiendo que lo que jugaban en el Camp Nou era uno de esos encuentros que sólo por nombre se ganan. Así fue, aunque por la mínima. Pero ganaron. Y es una victoria que les hace colocarse segundos y afrontar con algo más de descanso de lo previsto una semana decisiva, con City y Sevilla en el horizonte. [Narración y estadísticas: Barcelona 1-0 Granada]
No sufrió el Barça pero estuvo en la línea, más concretamente en la línea del fuera de juego, situación que repitió el Granada, con los azulgranas arriesgándose en cada jugada de dominio de balón de los andaluces. El peligro del equipo de Lucas Alcaraz, que sigue sin ganar en Liga y ya van diez jornadas, no llegó ni por ocasiones ni por acercamientos al área de un tranquilo Ter Stegen. Fueron los balones largos, con una defensa adelantada, los que paralizaron al Camp Nou. La sensación era de que tanto iba el cántaro a la fuente que se iba a romper... pero no se rompió.
Las pocas veces que el Granada rompió esa línea, ya lo estropearon sus jugadores. Hubo más individualismo que equipo y eso se notó en varios ataques, que bien podrían ser representados en una jugada por banda de Jeremie Boga, que en un dos contra dos, en vez de pasar a su compañero, quiso erigirse en héroe granadino y pasar a la historia. Lógicamente, cuando el futbolista se cree salvador de un equipo de forma egoísta, la cosa no puede acabar bien. Y así era imposible que el Granada sacara algo positivo.
Al final, el partido se decidió por un barullo en el área, en la que agónicamente el Granada fue metiéndose en su portería, sacando el balón como podía. Neymar dio al palo, después se fue colando el balón, se sacó como pudo y bombeado le llegó a Rafinha, que se inventó una chilena a dos metros de la línea de fondo y, por inercia, el balón entró. Fue de esos goles que a los grandes les entran y a los pequeños no. Y de esos que duele que entren, porque es una agonía continua, unos segundos en los que sabes que el balón va a entrar antes o después. Una lenta muerte que se produjo, además, en el peor momento, cuando la segunda parte acababa de comenzar.
El encuentro del Barça fue espeso, de esos que parecen más una piedra en el camino que una oportunidad para exhibirte. También estaban los culés a medio gas, quizá pensando en el partido ante el City, donde además de jugarse ya el pase matemático a octavos en Champions tienen otra oportunidad de mostrar su poderío al mundo. Con esa lentitud, y también riesgo, ya que 'bailaron' con el 1-0 sin ser capaz de darse tranquilidad, sacaron tres puntos que les valen colocarse ya segundos, aprovechando el empate del Sevilla, precisamente su próximo rival, en Gijón. Aun con ese ritmo, tuvieron alguna que otra ocasión y Ochoa acabó siendo el mejor del Granada. Dos buenas paradas evitaron lo que en otra ocasión hubiera sido una cómoda goleada. Hasta Messi falló lo infallable. Se volvió humano.
A estas alturas, es entendible que un equipo que está obligado a todo también se pueda permitir tener un día flojo, en el que le valga ganar por la mínima. Lo que no se puede entender es que tras diez jornadas, un equipo no gane. En esas está el Granada, con sólo tres puntos, que del Camp Nou sale reforzado en su trabajo, pero otra vez sin puntos. Todo lo contrario al Barça, que como diría Guardiola, "así así", sacó el partido. Victoria y a por la semana del examen definitivo para este equipo. Comenzará el martes ante el City.
Noticias relacionadas
- Soledad, 'papparazi' y ahora el Barça: la "desastrosa vida" de Mourinho en su hotel
- Competición critica la falta de "deportividad" del Barcelona y multa al Valencia
- Tebas y el botellazo a Neymar: "Si mis hijos me viesen fingir, me daría vergüenza"
- Xavi advierte a Guardiola: "Mourinho busca la guerra y no el fútbol"
- El PSG se negó a pagar la multa con Hacienda de Neymar como parte de su fichaje