A los seis minutos, y tras sacar Marcelo en línea de gol lo que pudo ser el 1-0, se inventó un sombrero a Koke y un control de quilates, primero con el pecho, después con el pie, cuando llegó Savic a quitarle el balón y abortar una contra. En el 10', una pared con Bale que acabó con un regate de tacón. En el 11', otro sombrero, esta vez a Savic, en el inicio de la jugada del gol fantasma de Cristiano Ronaldo. En el 30', una asistencia perfecta que acabó en parada de Oblak a Cristiano. En el 67', un disparo que rozó el palo. En el 76' inicia la jugada del 0-3, dando el pase desde su campo a Bale. En el 78' fue cambiado.
Sirvan estas seis acciones para resumir el estratosférico partido de Isco en el derbi madrileño. Eso sí, no vayan a creer que son las únicas, pero sí las más representativas del mejor partido del malagueño con el Real Madrid. El partido, sencillamente, fue de Isco. El malagueño se autoproclamó dueño del último derbi en el Calderón con un recital de época, de esos que fácilmente serán recordados. El 0-3 de este sábado podrá ser recordado en un futuro como aquel en el que Cristiano echó el candado al Calderón y en el que Isco bailó como quiso por la ribera del Manzanares. Esta semana, la siguiente, dentro de un mes o de un año, en esa conversación futbolística tan española en el bar siempre que se hable del último derbi del Calderón se añadirá la coletilla "el de Isco".
Resultará exagerado hablar de Isco, Isco e Isco cuando Cristiano marcó tres goles. Pero el portugués lo que hizo, de forma extraordinaria, fue traducir en tantos el trabajo previo de sus compañeros. Y entre ellos, apareció de forma brillante Francisco Román Alarcón, con una primera parte de ensueño. También habría que destacar el trabajo silencioso de Kovacic y Nacho, pero dejen que en la resaca de la contundente goleada a tan rocoso Atlético, Isco reciba todos los halagos, merecidos además. Al fin y al cabo, él fue uno de las novedades de Zidane respecto a otros partidos y una figura clave para entender el cambio de un Madrid con el otro en sus duelos ante el Atlético.
De mediapunta, la posición en la que más puede rendir, Isco se reivindicó en su mejor partido con el Real Madrid en los tres años que lleva en el club blanco. En su primera temporada se podría rescatar algún que otro encuentro, como la final de la Copa del Rey o sus minutos en la final de la Champions en Lisboa. Pero el ex del Málaga había perdido mucho protagonismo en los últimos tiempos en el Madrid, escondido por el esquema fijo de Casemiro-Modric-Kroos y por la poca confianza que había demostrado Zidane en él, normal por otra parte, ya que su irregularidad era manifiesta y sus actuaciones cada vez que salía, dudosas. Su nivel era tan irritante a veces que llegó a ser pitado en el partido ante el Eibar a inicios de octubre por aquellos que más les han protegido siempre: los aficionados del Bernabéu.
Cambio de aplausos
Lo bueno para Isco es que ahora recibe aplausos por su fútbol y no por dar patadas. Porque el malagueño llegó a ser la viva imagen de la impotencia del Real Madrid cuando sufrieron algunas de las derrotas más dolorosas en los últimos tiempos. Y, para colmo, fue aplaudido por sus agresiones por ese público que le veneraba. Así fue cuando se llevó por delante a Gabi el día que el Madrid quedaba eliminado en Copa por el Atlético. La fea entrada, de roja, pero que se quedó en amarilla, fue respondida por gritos de "Isco, Isco" en el Bernabéu.
Meses después, un 0-4 del Barcelona resquebrajó al Madrid y le sumió en una crisis interna que acabaría después con Benítez destituido. Y, otra vez, Isco fue en ese partido el jugador que acabó furioso y el que soltó la patada, otra vez muy fea, a Neymar. Sorprende que el malagueño cayera en la trampa por segunda vez y que la imagen de la fustración fuera otra vez Isco y no Ramos, por ejemplo. Aquí sí fue expulsado.
Isco superó aquella etapa con Benítez, pero después llegó Zidane y tampoco le fue excesivamente bien. Quedó olvidado en el banquillo, únicamente contando para minutos intrascendentes. Isco y James fueron los jugadores a los que el técnico francés dejó sin minutos para reforzar el centro del campo con Casemiro y no prescindir de la BBC. Tampoco la llegada de la presente de la temporada le dio la titularidad, pero las diferentes lesiones de Casemiro, Modric y Kroos le hicieron un hueco en el once más por obligación que por idea de Zidane. Así fue en el Calderón, donde al francés no le quedaba otar cosa que sacar a Isco. No tenía mucho más.
Y acertó, vaya que si acertó. Con Lucas Vázquez en una banda, Bale en la otra, Isco bordó el fútbol colocándose detrás de Cristiano. Por fin se ganó los aplausos, aunque fueran esta vez simbólicos al jugarse el partido donde precisamente no le iban a ovacionar. 44 de 48 de pases completados (un 91% de acierto) y robó siete balones, solo por detrás de Modric. Son estos otros de los datos de Isco en un partido completísimo. Y "no ha perdido ni un balón en la primera parte", como decía Zidane tras acabar el partido.
El francés, claro, encantado con su jugador, aunque tampoco quiso soltarse demasiado en elogios. No es precisamente Zidane un entrenador de poner jugadores por lo que han hecho días antes. Pero hay que recordar que Isco también viene de buenos minutos con España y que su aparición en Wembley acabó siendo clave para que 'La Roja' no perdiera en su amistoso ante Inglaterra. "No sé si es uno de mis mejores partidos en el Madrid, pero sí es uno de los partidos en los que más cómodo me he encontrado", explicaba el jugador todavía en el césped del Calderón.
Mostraba entonces Isco una sonrisa de esas picaronas, las que salen cuando uno sabe que ha dado un recital, pero no quiere decirlo tampoco muy alto. Se equivoca. Debe decirlo, porque no hará otra cosa que reflejar la realidad. Su examen es que eso siga, y no haya quedado, como tantas otras veces, en una exhibición aislada, una por año.