Gerard Piqué y Sergio Ramos bien podrían ser considerados los líderes populares de Barcelona y Real Madrid. A la sombra de Messi y Cristiano en lo que al terreno de juego se refiere, los dos mejores centrales del fútbol español sí son la cara visible de los dos equipos en cuanto a liderazgo. El catalán, sin portar el brazalete, es el perfecto ídolo de masas entre el barcelonismo. El andaluz, primer capitán del Madrid, se ha ido ganando con los años y con sus apariciones decisivas ese fervor del madridismo que tanto le ayudó para seguir siendo lo que es, indiscutible en el equipo.
Ambos también protagonizaron los años más calientes y polémicos de los Clásicos recientes, aquellos en los que un Barça - Madrid era más que un partido de 90 minutos, comenzando días antes y alargándose por semanas con cruce de declaraciones, provocaciones infantiles o intensas peleas en las que explosionó el fútbol español. Recordado es el "Díselo en andaluz", de Ramos a Piqué, cuando este último contestó una pregunta en catalán con la selección española. O la mano de Gerard en el 5-0. O la patada, ese mismo día, de Ramos a Messi y posterior agresión a Puyol. O Kevin Roldán. O el "que se jodan en Madrid, que nos vean celebrar" de Piqué cuando el Barcelona acababa de ganar una Supercopa de Europa. Hay de todo.
La lista de encontronazos es tan larga que por eso sorprende cómo se afronta el Clásico de este sábado, casi como si de un duelo de equipos amigos se tratara. No ha habido ni una sola palabra malsonante por ningún bando, entrenadores, jugadores o presidentes, tampoco ninguna referencia al partido. Los antes mensajes de mal gusto se han convertido ahora en cariñosos epítetos.
El Clásico llega con una balsa de tranquilidad y respeto muy pocas veces vista, bien representada hace unas semanas con el 'jueguecito' de Ramos, Iniesta y Piqué en Twitter, donde les faltó poco para cambiarse de camiseta y ponerse la del rival. ¿El inicio de todo? Quizá en Francia, donde en el primer partido de la Eurocopa el catalán salvó a España ante la República Checa y Ramos se subió a lomos de Piqué en la viva imagen de la reconciliación.
Fue esa misma red social donde también se vivió la rivalidad, más en este caso por el bando de Piqué, un profesional en estas dotes, con insinuaciones de tongo a favor del Madrid en sorteos, con críticas arbitrales a alguna que otra ayuda arbitral a los blancos o con mofas en situaciones como la alineación indebida de Cheryshev en Cádiz. Sirva como ejemplo que el central catalán no dedica una palabra al Madrid desde finales de agosto. Tres meses de tregua del principal azote blanco, ahora centrado en publicitar sus app y dejando de lado los mensajes al eterno rival, que como él mismo reconoció, los mide para soltarlos cuando más lo necesite el entorno culé.
¿Por qué este cambio?
Al no haber un relato oficial de los hechos (nunca lo habrá, cada bando pensará una cosa), la respuesta es claramente interpretativa. Lo que es indudable son varios factores que intervienen en este nuevo ambiente: la marcha de Mourinho (y su legado, ya prácticamente extinguido), el menor número de Clásicos por año, el nivel de ambos, más igualado ahora frente a la gran diferencia de hace unos años, nuevos jugadores que no vivieron aquella etapa y un ambiente mucho más respirable con dos entrenadores que no echan gasolina a una hoguera que siempre puede arder.
Será difícil igualar o superar el clima bélico que se creó en el inicio de la presente década, con momentos ya históricos por lo desagradable: desde insultos hasta ninguneo del rival pasando por agresiones físicas. A la calma contribuye la marcha de Mourinho, el entrenador que más encendió el Clásico por su animadversación al Barcelona y por su forma de ser, sin quitar también parte de culpa a Guardiola, que también tuvo su 'mourinhización' en algunos momentos. El portugués calentaba los duelos meses antes de jugarlos y creó una figura en la que el barcelonismo poder expresar toda su animadversación al Madrid. El Barcelona se olvidó del Madrid y se centró en Mourinho. Y a José se le fue la escena varias veces de la mano.
Además, el técnico luso usó todas las armas posibles para igualar a su Real Madrid con el Barça, después de dos años de clara inferioridad blanca. Para recuperar el poder, 'embarró' los Clásicos, llevó al límite a sus jugadores, se inventó esquemas defensivos que creaban un conflicto con el estilo de juego de Guardiola. Las ideas de entender el fútbol eran totalmente opuestas y eso originó un duelo no sólo en lo futbolístico sino también en lo mediático. Hay que recordar que en aquella época, Barça y Madrid se enfrentaron en todas las competiciones dos veces (Liga, Champions, Copa y Supercopa de España), llegando a medirse hasta en seis ocasiones una misma temporada. Eso elevó al tensión al máximo entre dos equipos entrenados por dos figuras que nada se parecen a las de ahora.
El relato estaría corrompido si se culpara al 100% a Mourinho de la rivalidad entre Barça y Madrid. Que él la maximizó es real, pero no la creó. Sería darle demasiada influencia en la historia. Ya antes ha habido capítulos de mucha tensión y bien lo pueden decir los dos entrenadores actuales. Zidane y Luis Enrique adoptan ahora, desde el banquillo, un perfil bajo, dirigiéndose más halagos que golpes. Pero ellos mismos, en el Clásico de 2003, también se pelearon. El asturiano fue de los pocos que sacó de quicio al francés e incluso Zidane le soltó un manotazo que bien podría ser ahora motivo de incendio mediático.
Ayuda también a la pacificación que el nivel esté igualado. Ya no hay un equipo claramente por encima del otro como pasó con Mourinho - Guardiola. Unos venían de dos años en blanco, los otros de ganar el sextete, o a principios de siglo, la época en la que el Madrid ganó dos Copas de Europa y el Barça estuvo tres años deambulando sin ganar nada. Coincide que los Clásicos de más tensión son aquellos en los que un equipo viene bastante por debajo o herido y necesita este duelo como partido para mostrar su orgullo. Ahora, aunque el Barça llega peor, el nivel es parejo, tanto de esta temporada como de las anteriores: ambos han ganado la Copa de Europa y ambos gozan de una salud institucional y deportiva.
Pero, al fin y al cabo, siempre dependerá de la actitud del futbolista, entrenador, presidente... Si Piqué permanece callado, el Clásico llega con menos líos. Si Zidane no dice nada en rueda de prensa, el ambiente es mucho más balsámico. Y así llega en esta ocasión, sin nadie que haya levantado la voz o salida de tono de alguna. Al contrario, con buen rollo entre aquellos que antes eran la imagen visible de la acérrima rivalidad entre Barcelona y Madrid. Otra cosa será en el campo. Allí ya sí que no hay Twitter ni abrazos. Y ahí volverá a salir lo que siempre fue el Clásico: la mayor rivalidad, futbolística, de Europa.