"No voy a estar en el banquillo hasta los 60 o 65 años". Rotundo, con cierta sensación de irreversibilidad, Guardiola anunció el pasado lunes que el final de su carrera como entrenador está más cerca de lo que cualquiera pensaría. Un ocaso preludiado con 45 años y apenas ocho como técnico.
Con sólo tres equipos en su currículum -el Barcelona, el Bayern y el City al que dirige desde el pasado verano-, el de Santpedor cierra una puerta que le ha dado prácticamente todo: seis ligas, cuatro copas nacionales, dos Champions League, tres Supercopas de Europa y tres Mundiales de Clubes. Y abre otra puerta a lo desconocido.
Porque la vida de los hombres de fútbol suele reducirse al fútbol. A cualquiera le entraría el pánico si en mitad de su carrera profesional renunciase definitivamente a aquello en lo que ha alcanzado sus mayores éxitos. Pero Guardiola sigue siendo alguien divergente hasta en esto: sólo se plantea retos que pueda asumir a corto o medio plazo.
De Miguel Muñoz a Ferguson
Sorprende especialmente porque, desde que Guardiola se hiciese cargo del primer equipo del Barcelona en 2008, Guardiola apuntaba a ser un hombre de club. Como Miguel Muñoz -que pasó 14 años en el Real Madrid- o como el eterno Sir Alex Ferguson -que logró guiar al United en tres décadas prodigiosas y se jubiló pasados los 70 años-.
Sin embargo, en 2012 el proyecto azulgrana -cimentado en el estilo inconfundible de Guardiola, su obsesión por mantener la posesión y su política de cantera más prolífica desde la era de Johan Cruyff en los 90- se vio obligado a encontrar nuevo timonel. A pesar de haber seguido sumando éxitos tras su adiós, Pep puede presumir de haber reunido en torno a su figura al barcelonismo como nadie. Excepto Johan. Y, tal vez, Messi.
¿Independentismo o fútbol?
En todo caso, el futuro que se le plantea a Guardiola, más allá de los dos años y medio de contrato que presumiblemente cumplirá en el Etihad, supone una incógnita de díficil respuesta. Por un lado, resulta inasumible pensar en el técnico y exjugador alejado del mundo del fútbol. Por otro, su versatilidad en el pasado vislumbra un futuro al margen de los terrenos de juego. Y, quién sabe, si ligado a la política.
Guardiola ya ha pasado por todos los estadios del fútbol: fue un notable mediocentro en el Barça de Cruyff y ha sido, probablemente, uno de los técnicos más laureados del barcelonismo. Por eso, su futuro podría estar en el palco del Camp Nou, presidiendo el club de sus amores. Un camino que, como él, escogieron otros grandes personajes del fútbol y que, a pesar de parecer algo anacrónico hoy en día, algunos siguen escogiendo. No en vano, Josu Urrutia, aquel centrocampista bregador del Athletic Club de los 90, es hoy el presidente de los leones.
Pero hay otra vía que Guardiola ya ha explorado: la política. Independentista declarado, el técnico pocas veces rehúye el comentario respecto a la situación en Cataluña. Es más, en las elecciones autonómicas de septiembre de 2015 -aquellas que supusieron un plebiscito para la coalición secesionista- ya se presentó como última opción en la lista de Junts Pel Sí -el partido encabezado por Artur Mas por entonces-. Es cierto que las posibilidades de que Guardiola hubiese resultado elegido para ejercer un cargo público eran remotas, por no decir imposibles. Pero resulta innegable que la implicación del técnico con la situación política catalana es más que anecdótico. Aunque trate de disimularlo con elegancia.