Hay una doctrina más instaurada en las entrañas del Atlético de Madrid que el ya gastado "partido a partido". El 'cholismo', revestido de la fe propia del colchonero más antiguo y fial, es un carro al que resulta extremadamente fácil subirse y, al mismo tiempo, rematadamente complicado de explicar. Pero esta temporada, la menos regular desde que Simeone dirige al equipo, sirve para vislumbrar realidades más allá de la mística. El Atleti, a caballo entre goleadas y victorias por la mínima, está diseñado para partidos igualados que desequilibrar los partidos en una o dos acciones acertadas. En concreto, en una o dos brillanteces que suelen darse en un cuarto de hora milagroso.
Entre el minuto 55 y el 70 suele golpear el Atlético de Simeone. En aquellos partidos en los que ha ganado por menos de tres goles y no ha encajado ninguno, es en ese momento específico cuando aparece el gol. La estadística no miente: de los nueve goles que ha marcado en los partidos en los que ha acabado ganado por 1-0 ó 2-0, seis han sido en ese espacio temporal. Un 66,6% del total, nada menos.
Se trata de un fenómeno que parece difícil de explicar más allá de la casualidad. ¿O no? El Atlético ha ganado siete partidos gracias a esos nueve goles y, teniendo en cuenta que lleva disputados hasta la fecha 24 partidos oficiales, la cifra supone que ha ganado el 29,1% de sus partidos (más de un tercio) gracias a resultados de 1-0 ó 2-0. Es más, esos nueve tantos también suponen un 46,6% de las 15 victorias que ha acumulado en este inicio de temporada.
Para Simeone existe poco margen para la casualidad. Nunca ha escondido que detrás de esa épica con la que impregna a sus pupilos se esconde un trabajo táctico que roza lo obsesivo: desde los fundamentos defensivos a las ayudas y coberturas tanto de los hombres de banda como de los pivotes, pasando evidentemente por la estrategia a balón parado. Por ello, aunque en el fútbol resulta imposible determinar cuándo se marcará un gol, lo cierto es que se puede intuir la mano del 'Cholo' en los tramos de partido en los que la intensidad llega a su máximo.
Una cuestión de intensidad
Y eso que, en cuestión de intensidad, el Atlético puede presumir de ser uno de los equipos que más kilómetros recorre por partido. La temporada pasada lideró esta estadística en la Liga e, incluso, tuvo el mayor registro en Champions League (con nada menos que 158 kilómetros en los 120 minutos del tiempo reglamentario y la prórroga). Sin embargo, a pesar de que el rigor táctico y el desgaste físico es una máxima ineludible durante los 90 minutos, los rojiblancos tienden a anotar entre el 55 y 70. ¿Por qué?
Tal vez el pico de intensidad llegue en ese momento. O, quizás, se deba al presumible bajón físico de los rivales en ese tramo (cuando los entrenadores acostumbran a dar el primer relevo a los hombres más desgastados). Lo único que parece incuestionable es que, premeditado o no, el Atlético está diseñado para marcar en cuanto tiene la más mínima superioridad física sobre su rival.
Y es que el trabajo del 'profe' Ortega -preparador físico del Atlético- cada verano no sólo persigue que los jugadores puedan 'vaciarse' en tareas defensivas y dejar su portería a cero, algo que ha logrado en 13 de los 24 partidos oficiales este curso (gracias, en buena parte, al magnífico estado de forma del ahora lesionado Jan Oblak bajo palos), sino también llegar en condiciones óptimas a esa última media hora clave en cada encuentro.
En el encuentro de este martes en la ida de los octavos de Copa del Rey (21:15), Simeone volverá a vérselas ante el último equipo al que se midió en 2016. En aquella ocasión, un bello tanto de Saúl en el 59 permitió al Atleti deshacerse de Las Palmas. Quizás no era el momento del partido en el que los de Simeone dominaban con mayor claridad. Ni siquiera podría afirmarse que el zurdazo de Saúl (tras cazar un rechace en la frontal) fuese la consecución lógica de una sucesión de oportunidades claras. Pero tal vez la mayor virtud del conjunto del 'Cholo' sea precisamente esa: disfrazar de fe lo que la lógica del trabajo esconde.