“Torres está mayor”, “se tiene que ir a China”, “no está para el Atleti”… Estos comentarios, naturalmente, los han escuchado en los últimos meses. Algunos, vaya usted a saber por qué, han querido enterrarlo. Sí, así lo han decretado recientemente, sin piedad. Ya está, para qué hablar más. Sin embargo, el ‘Niño’ siempre vuelve. Parece que se ha ido, pero, de repente, aparece. Nadie lo espera, pero ahí está él. Se ata las botas, se santigua, salta al césped y acaba saliendo del Calderón a hombros, como los toreros. Aunque, en realidad, ya lo avisó el pasado miércoles, contra el Barcelona, en un segundo tiempo portentoso al que sólo le faltó su gol. Y, de nuevo, ha querido hacer lo propio contra el Leganés, con dos tantos que mandan los fantasmas a dormir hasta nueva orden [Narración y estadísticas: 2-0].



Torres llevaba sin marcar en Liga desde septiembre (dos tantos; el otro lo hizo en Copa frente al Guijuelo). Es decir, no estaba haciendo su mejor temporada. Sin embargo, apareció. Y lo hizo, precisamente, ante el Leganés, el club frente al que debutó oficialmente con el Atlético de Madrid un 27 de mayo de 2001, cuando su equipo estaba en Segunda y él tenía 17 años recién cumplidos. Aquella mañana, con las mismas pecas, la misma sonrisa y la misma ilusión, jugó 26 minutos. Sustituyó a Luque y escuchó cantar su nombre al Calderón.



La comunión entre jugador y afición nació aquel día, pero su bautismo con el gol llegaría poco después frente al Albacete en el Carlos Belmonte. Ese fue su primer triunfo, al que se le sumaría poco después su primera desilusión: el Atlético no consiguió ascender a final de temporada. Sin embargo, su leyenda tuvo ahí su origen, con Luis Aragonés en el banquillo y un Leganés que por entonces se parecía poco al de ahora -sobre todo, porque no era de Primera-.



Este domingo, 22.262 minutos después y 114 tantos después, frente al Leganés, de nuevo, volvió a marcar para seguir perfilándose como el más fiel sucesor de Gárate. Cerró el círculo en el mejor momento, justo cuando más se cuestiona a su equipo y cuando el debate se centra en el estilo. Porque, en efecto, durante la previa, y dejando a un lado el caso Lucas Hernández, se había hablado mucho de las versiones. En concreto, de las dos exhibidas contra el Barcelona: la de la primera parte, la de la depresión, con el correspondiente resultado (0-2); y la de la segunda, la de siempre, la de un equipo competitivo que casi acaba remontando el partido (1-2).



Pues bien, contra el Alavés, el equipo se pareció más al de los malos días. Al menos, al principio. Sí, con gol, pero sin brillo. El conjunto de Simeone se adelantó al cuarto de hora fruto de un penalti cometido por Tziovas: Griezmann no acertó desde los once metros, pero Torres se hizo con el rechace y anotó el primero. Y, de nuevo, como el pasado miércoles, despertó a su equipo. Y, para redondear su partido, al comenzar la segunda mitad, se metió entre los defensas, controló y la picó por encima del portero.



Pero ahí no acabó su partido, el ‘Niño’ tuvo después otras dos para marcar el tercero mientras el Calderón recitaba su nombre y cantaba: “El martes, échale huevos”. Precisamente, lo que ha hecho Fernando desde su debut frente al Leganés en 2001. En los malos días y en los buenos. Siempre ha estado ahí, sabiendo madurar como emblema y como leyenda rojiblanca. Sin levantar la voz, callado y esperando su oportunidad. Hasta, de nuevo, encontrar su hueco y seguir aumentando sus números.



Ahora está por ver si Simeone lo premia con la titularidad ante el Barça. Y, realmente, no sería ninguna locura si se tiene en cuenta su rendimiento ante el conjunto azulgrana. Siempre, incluso con expulsión, como la temporada pasada, lo ha hecho bien. ¿Y esta vez? Ya se verá. En cualquier caso, Fernando vuelve a pedir su renovación. Y lo hace con goles. ¿Se les ocurre una manera mejor?



P. D: Los que en el primer minuto dijeron en el estadio “que estaba mayor”, acabaron pidiendo su titularidad frente al Barça. Y no se puede decir mucho más.

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