Tal vez el Real Madrid era un club demasiado exigente para él y, quizás, incluso el propio fútbol le quedaba grande. O acaso lo que le ocurrió a Royston Ricky Drenthe -aquel carrilero zurdo holandés que aterrizó en el Bernabéu en el verano de 2007- es que fue incapaz de cumplir con las inmensas expectativas que despertó tras ser nombrado el mejor jugador de la Eurocopa sub-21 de aquel año. Sea como fuere, Drenthe decidió colgar las botas este jueves a los 29 años. Una edad en la que muchos jugadores alcanzan su mejor nivel y que supone una renuncia prematura al fútbol con el objetivo de centrarse en su otra gran pasión: el mundo de la música. En concreto, el rap, un estilo en el que el holandés desea triunfar.
Llevaba desde verano sin equipo, después de abandonar en junio el Bani Yas -de la primera división de los Emiratos Árabes-. En aquel momento decidió posponer una hipotética retirada hasta el mercado invernal, cuando esperaba encontrar algún club en apuros que le rescatase para la segunda vuelta. Sin embargo, la ventana se cerró sin que nadie se interesase por sus servicios y optó por dedicarse a la producción e interpretación en el mundo del rap.
"La joya holandesa"
Una reputación que contrasta con la que atesoraba cuando, con apenas 20 años, Drenthe recalaba en el Real Madrid a cambio de 13,5 millones de euros procedente del Feyenoord. "Drenthe es un jovencísimo jugador de 20 años, que está llamado a ser gran figura del fútbol mundial. La junta directiva, fiel a confeccionar un equipo con jóvenes figuras mundiales, le incorpora. De él se hablan maravillas. Es la joya holandesa. Tenemos suerte de que dé el salto a nuestra Liga y esperamos que logre muchos éxitos", afirmaba Ramón Calderón el 13 de agosto de 2007, cuando lo presentó en el Bernabéu junto a su compatriota Wesley Sneijder.
Justo una semana más tarde, durante su debut con el Real Madrid, Drenthe marcó un gol antológico ante el Sevilla que dejó boquiabierto al Bernabéu. Tras recibir un balón a más de 30 metros de la portería rival, soltó un zurdazo memorable con el exterior que dibujó una trayectoria imposible para terminar golpeando en el larguero y traspasar la línea de gol. Un disparo parabólico que recordó a los de Roberto Carlos; pero, sobre todo, un debut anotador que se comparó entonces con el fantástico gol de Clarence Seedorf ante el Atlético de Madrid una década antes, cuando se enfundaba por primera vez la elástica merengue.
Los resbalones y el pendiente de diamantes
Desgraciadamente, aquel gol y aquel debut terminarían siendo el cenit de Drenthe en el mundo del fútbol. Nunca más volvió a verse a la "joya holandesa" que describió Calderón. Aquella temporada, el holandés marcó dos goles más en Liga y repartió dos asistencias. Y poco más. Porque a partir de entonces empezó a generar dudas sobre su nivel futbolístico: su falta de fondo, sus salidas nocturnas y, sobre todo, su cómica falta de equilibrio -que llegó a despertar una mofa generalizada sobre sus resbalones durante los partidos-, provocaron que su presencia en el equipo titular blanco resultase cada vez más anecdótica.
Cayó en el olvido del banquillo. No jugaba ni de lateral ni de extremo y su nivel bajó incluso en los entrenamientos. Y precisamente en Valdebebas se produjo durante su última temporada como madridista uno de los episodios más esperpénticos de su carrera, cuando perdió los pendientes de diamantes -valorados en varios cientos de miles de euros- con los que se ejercitaba. "Sólo he encontrado uno de ellos, pero no pasa nada", aseguraba entonces. Al final de la temporada, terminó saliendo como cedido al Hércules en 2010 y al Everton en 2011. Finalmente, el Real Madrid renunció al jugador, que se marchó gratis en 2012.
A partir de ese momento, Drenthe deambuló por Europa: desde el fútbol ruso a la segunda división inglesa e, incluso, un breve paso por Turquía antes de llegar a los Emiratos Árabes Unidos el curso pasado. Sin embargo, nunca volvió a brillar como aquel 20 de agosto de 2007 en el Bernabéu. Un día en el que la esperanza prevalecía sobre cualquier otro sentimiento. Un día en el que el Bernabéu se rindió a un holandés de 20 años que recordó en un solo gesto a dos mitos del madridismo.
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