"Yo quiero jugar aquí, en el Real Madrid". Así de rotundo se mostraba Francisco Alarcón 'Isco' en la resaca del que es ya su mejor partido con el club blanco (vs Sporting, 2-3). Si el malagueño ya ha dejado varias veces pinceladas de su calidad y últimamente estaba inmenso, erigiéndose como líder en el campo en el tramo más importante de la temporada, en Gijón ya alcanzó el 10.
Hasta el partido en El Molinón, Isco había firmado en el Vicente Calderón (0-3, esta temporada) la que había sido su mejor actuación con el Real Madrid. De aquello han pasado ya cinco meses. Entonces lo hizo todo bien, pero le faltó el gol, que siempre adorna de la mejor manera posible un recital individual. Este sábado superó aquello, porque hizo más que aquella noche ante el Atlético de Madrid y además marcó dos goles. Y decisivos.
Isco estuvo imperial ante el Sporting. Fue un mago que convirtió el fútbol en un arte. Se ha engrandecido tantas veces la figura de esos futbolistas que driblan, corren, marcan y hacen algo diferente de lo que normalmente se ve que el de Arroyo de la Miel bien merece entrar en esa lista. Porque lo que hizo en Gijón fue precisamente eso.
Compararle con Messi es exagerado, claro está. Hacer lo mismo con Bale, también. Y volver a repetir esa fórmula con Cristiano, igual. Pero salvando las distancias, Isco hizo de los tres a la vez en el partido de este sábado. Porque cogió las características de estos tres jugadores y las hizo suyas.
De Messi hizo cuando inventó la jugada del partido, de la jornada y, si hubiera acabado en gol, del año. Lástima para el madridista que no encontrara un disparo que podría haber puesto fin a la jugada maravillosa, diabólica, que hasta levantó al más antimadridista. Eso era fútbol, lejos de colores. Cogió el balón en el centro del campo, de primeras y de tacón recortó al primer contrario que le llegó, condujo el balón, se metió en el área, regateó a todo el que pasó y le faltó el disparo.
"Estoy en el mejor equipo del mundo, no lo hay más grande", aseguró Isco, sabedor de que ahora tiene motivos para levantar la voz. Si en el campo se reivindicó, también lo hizo en los micrófonos. Dejó claro todo, desde un "quiero quedarme aquí mucho tiempo" a un "Zidane lleva el equipo extraordinariamente". Su técnico también le elogió. "Isco tiene la personalidad para hacer partidos como el de hoy porque es un gran jugador", dijo el francés.
Personalidad puede ser también la palabra que defina el encuentro de Isco en Gijón. Cogió los galones en un equipo repleto de suplentes (solo había un titular, Ramos) y en cada balón que tocaba se le veía la confianza. Incluso alguna vez tuvo exceso de confianza y siguió con el balón cuando podía pasarlo, para posteriormente perderlo.
Además, Isco corrió como nunca, retrocedió muchas veces su posición y quiso comenzar la jugada bajando al centro del campo. Él vio que el Madrid le necesitaba, que el partido solo se rompía con esfuerzo y calidad. Mezcló las dos cosas y le salió bien. No estaba Bale y eso le ayudó, porque aunque no son figuras similares, la ausencia del galés da la oportunidad casi siempre a Isco. El sistema cambia, pero cuando faltan los titulares, se debe pedir al suplente que olvide esa baja. Por eso el malagueño hizo de Bale.
Y para acabar y redondear una tarde idílica, imitó a Cristiano. Dos goles, como el portugués en Múnich. Diferentes, eso sí. Si Ronaldo los marcó al primer toque, Isco los elaboró, sobre todo el primero, en otra preciosa jugada individual. El segundo ya fue de disparo medido desde la frontal del área. Pero los dos tantos convirtieron a Isco en decisivo, ese don que tantas y tantas tardes tuvo Cristiano.
La duda que queda ahora es si Zidane verá necesaria la magia de Isco para los dos duelos más importantes de la temporada, ambos esta semana. El martes, ante el Bayern, posiblemente no llegue Bale, por lo que se abriría una opción fácil para el malagueño, aunque el resultado de la ida (1-2) no invita a un juego ultraofensivo.
El domingo, ante el Barcelona, puede ser el partido de Isco. Zidane puede sentenciar definitivamente al Barça con un juego, el que aporta Isco, parecido al que promulga el club catalán. Sería redondear una temporada irregular pero que está acabando de forma inmejorable. En Gijón, Isco salió por la puerta grande. Y tranquilizó al madridismo. Él quiere quedarse.