Cuando en julio del pasado año se sorteó el calendario de la Liga 2016/17, rápidamente el mundo del fútbol se frotó las manos. Un Madrid - Barça en la jornada 33, justo al final del torneo. Un cara a cara directo entre los dos grandes aspirantes. No había mejor final para una competición sin partido final.
Nueve meses después, las expectativas no son las mismas. El Clásico de este domingo (20:45 horas) es, otra vez, el partido del siglo, pero la lectura es diferente. El Madrid busca sentenciar la Liga y el Barça dar la cara. Los blancos van por delante en puntos y sensaciones y, además, está en semifinales de Champions, ronda que no alcanzó el eterno rival.
El Barça viaja al Bernabéu con el miedo de perder la Liga y mucho más. Al final, los tres puntos de distancia (seis si el Madrid gana en Vigo el partido aplazado y nueve si gana este domingo) es lo de menos con lo que se le puede venir encima. En juego está la Liga, pero hay mucho más en el fondo que no solo puede marcar este año. El Madrid tiene una oportunidad de abrir una herida en Barcelona y que el cisma se abra en abril y no en verano. Revuelta habrá antes o después, ya que si el Barcelona acaba perdiendo la Liga (más la eliminación tempranera en Champions) la temporada es mala.
Hay riesgo de fin de época y de que en la ciudad Condal comiencen, a falta de un mes de competición, a echar a unos y meter a otros. Y falta la renovación de Messi, que puede ser la única noticia alegre de los culés en el año. Los de Zidane, en cambio, tienen dos objetivos, el reconocido, que es sacar seis puntos al Barça, y el oculto, que es hacer el mayor daño posible al eterno rival. Pocas veces ha tenido el Madrid un Clásico en el que llegara con esta vitola de favorito sin ningún tipo de duda. Es así por lo visto hasta hoy. Otra cosa será lo que diga el campo.
Más partido del siglo que nunca, Madrid y Barcelona van al Clásico a cosas muy diferentes, pero después nunca se sabe si saldrán por la puerta grande o por la enfermería. Lo que se prevé es que sean los blancos los que salgan eufóricos, con la Liga número 33 en el bolsillo, y los azulgrana acaben hundidos, en el final de una época. Pero eso solo son sensaciones previas a un partido que pocas veces acaba como parece que lo hará.
¿Quién se esperaba que el Barcelona ganara 0-4 en su última visita al Bernabéu? ¿Quién se esperaba el 2-6 de 2009? ¿Quién se esperaba la victoria del Madrid el año pasado, 1-2 en el Camp Nou? En esas y tantas otras ocasiones nadie esperaba lo que acabó ocurriendo. En las goleadas azulgrana el Madrid no llegaba mal y en las victorias blancas se esperaba que el Barcelona rozara la goleada. El Clásico es el partido más imprevisible de todos los que puede haber en España, ya que se deja atrás el día a día y se olvidan problemas. Todo es rivalidad y orgullo.
Al Clásico 266 de la historia llegan Madrid y Barça con sus equipos de gala pero sin las dos figuras más paralelas que tienen en los últimos años: Bale y Neymar. El galés puede jugar, recuperado ya de su lesión, pero su titularidad dependerá de las sensaciones que tenga hasta horas antes del partido. El brasileño no a pesar de los intentos del Barça para que estuviera en una guerra surrealista con el TAD por la forma y tiempo de presentar el recurso y su comunicación posterior. Incluso le metió en la convocatoria. Su gesto infantil en Málaga le quitó la posibilidad a Neymar de poder solucionar algún problema al Barça en el Bernabéu.
Si estarán Messi y Suárez, ambos escoltados por un centro del campo que puede ser más amplio si Luis Enrique apuesta por un 3-4-3 que sería arriesgadísimo en Madrid. Por ahí aparecerían Iniesta, Rakitic, André Gomes y Sergi Roberto. No se descarta ninguna opción de la cabeza de un Luis Enrique que vive ya sus últimos coletazos en el banquillo culé. La otra opción es el tradicional 4-3-3 del que se caería el centrocampista portugués y abriría un nuevo puesto en la delantera, bien para Alcácer o incluso para Iniesta, algo que dejaría un puesto libre en el centro del campo.
En el Madrid todo está mucho más claro. Será todo igual que ante el Bayern con la única duda de Bale o Isco. También podría entrar Marco Asensio en esa posición. Lo demás será el portero titular, Keylor Navas, la defensa de las últimas citas, con Carvajal, Nacho, Ramos y Marcelo, y el centro del campo que ya sale de carrerilla, Casemiro, Kroos y Modric. Arriba, por supuesto, Benzema y Cristiano.
Los blancos no tienen excusa. Están de dulce, tienen un equipo ya formado y han llegado a la semana clave de la temporada a buen nivel. Juegan en casa y, además, vienen del chute de ilusión de la Champions, todo lo contrario a su rival, un Barça al que solo le queda el Clásico para alargar su época dorada.
Este domingo en el Bernabéu no solo hay tres puntos en juego. Y tampoco se limita a una Liga. Hay mucho más. Está la posibilidad de cerrar una época y abrir otra, de que unos, los locales, entierren a los otros, los visitantes, o también de que estos últimos vean en el Clásico la forma de salir en el lío en el que llevan toda la temporada.
El ambiente será el de las grandes noches y el Bernabéu esperará impaciente el momento de celebrar una Liga tan deseada como disputada. En el campo estará Piqué, que tiene todas las papeletas para llevarse la bronca del siglo tras sus acusaciones hace un mes al club blanco. En el palco el que se movían los hilos se sentarán los directivos del Barça. No hay buen ambiente, pero las relaciones no se rompen.
La Liga tiene su final el 23 de abril, día de Sant Jordi, a falta de seis jornadas. Si gana el Barça, seguirá habiendo torneo. Si gana el Madrid, ya pueden ir celebrándolo los blancos. El partido del año es otra vez el partido del siglo. Que sea así en el campo.