Dos equipos llegaban a la última jornada del campeonato de Liga con opciones de conquistarla. Uno de ellos se presentaba a la ocasión con el dudosísimo honor de ostentar un récord que podrá ser igualado pero nunca superado: una Liga completa sin que se le haya señalado un solo penalti en contra (de hecho, tiene registrado un único penalti en contra en el transcurso de las DOS últimas Ligas, la que acaba de concluir y la anterior: riamos, lloremos). Para redondear la ignominia, y en un ejercicio de pornografía arbitral que deja el aytekinazo en una menudencia, Hernández Hernández indicó dos penaltis grotescos en su último choque, este domingo, frente al Eibar, para ver si así les metía en la pomada.
Pues bien. El antimadridismo llora el que este equipo consentido, al que ni siquiera el descarado trato de favor institucional del que goza ha logrado encaramar a la Liga, no se haya hecho con el título.
Dos clubes, antitéticos en sus filosofías y valores, alcanzaban la última jornada con posibilidades de adjudicarse la Liga. Uno de ellos tiene un claro sesgo político, íntimamente vinculado al movimiento independentista catalán. El otro es ajeno a la política y paradigma de una universalidad a partir de la cual, sin aldeanismos, sin ombliguismos, puede apoyarles cualquier persona de cualquier latitud que desee serlo.
El antimadridismo llora el que haya sido este segundo equipo, y no el primero, el que haya disfrutado las mieles del éxito final.
Dos escuadras se asomaban este domingo a la gloria de la corona liguera. Una de ellas es famosa ya en todo el planeta por su desmedida afición -inculcada acaso desde sus divisiones inferiores- a fingir agresiones y rodear al árbitro -en número mínimo de seis o siete- buscando amaneradamente su protección en cada lance de cada partido, además de utilizar a uno de sus jugadores más destacados para presionar públicamente al colectivo arbitral, vía prensa o redes sociales. El otro no habla de los árbitros, empezando por su entrenador.
El antimadridismo, sin embargo, iba con el primero. Con el de las croquetas sobre el césped y el acoso al árbitro.
Ya que hemos hablado de entrenadores, este domingo llegaban a la última jornada liguera con opciones de cantar el alirón dos técnicos bien diferentes: uno es un ejemplo irreprochable; el otro es un sujeto intempestivo y lenguaraz que ladra a una prensa que curiosamente no le rechista, se declara “más radical que Piqué” y se marcha del Camp Nou sin despedirse.
Pues resulta que el antimadridismo quería que ganase el segundo técnico.
Dos entidades en muy dispar situación judicial arribaban este domingo en la desembocadura de la Liga con posibilidades de triunfo. Una de ellas no tiene causas con la justicia. De las causas que la otra institución tiene con los tribunales hemos perdido ya la cuenta.
¿Adivinan cuál de las dos entidades (la que está libre de pleitos y la recontraimputada/megacondenada) era la favorita del antimadridismo?
Uno de los dos equipos que acariciaban este domingo la Liga utiliza a lo sumo cuatro españoles de manera regular, y alguno de ellos no se distingue precisamente por alardear de serlo. El otro equipo ha convertido en vitales para su éxito a no menos de ocho jugadores nacionales. A mí estas cosas me dan igual, pero suelen gustar al biempensismo chovinista dominante.
Sin embargo, ¿adivinan por quién se decantaba el biempensismo chovinista dominante (antimadridista en muchos casos) de cara al título de Liga? No precisamente por el club que más españoles alinea.
Uno de los dos equipos que hasta este domingo optaban al galardón de la regularidad lo ha logrado a base de implicar, con paradigmática inteligencia, a todo un grupo humano en pos de ese objetivo. El otro lo ha fiado todo a la inspiración individual de tres fenomenales delanteros de (por diferentes razones) dudosas trayectorias personales.
No obstante el antimadridismo (ese cuya boca se llena de conceptos futbolísticos asociativos y éticas del trabajo deportivo), iba con el segundo.
Siempre me ha costado entender al antimadridismo, pero cada vez me cuesta más. Este antimadridismo que hoy llora debería revisar su luto y abrazar un júbilo que podría perfectamente hacer suyo si fuera capaz de desembarazarse de apriorismos atávicos. Este antimadridismo debería ser capaz de reconocer que, sencillamente, han ganado los buenos. Que no lo reconozca hoy si no quiere. La gente diría que se apuntan al carro del ganador y nadie quiere ese estigma. Que oculten hoy que se han hecho del Madrid. Que lo oculten hoy pero traten al Madrid con más cariño en el futuro, sobre todo cuando pierde.
Les guardaremos el secreto.