Había tantos focos puestos en el recibimiento que podría sufrir a su llegada a Girona que al Real Madrid, en su primera visita a Cataluña tras toda la tensión política, se le olvidó jugar al fútbol. La importancia no estaba en cómo se comportaría el público de Montilivi, sino en el propio partido, con una Liga muy cuesta arriba que a partir del domingo se convierte en casi imposible.
De independentismo hubo poco en la primera visita del Madrid a Girona en partido oficial. Alguna estelada, cánticos muy tímidos en el minuto 17:14 y poco más. Todo muy lejos de cualquier deseo de los secesionistas, que vieron en este encuentro de la Liga una manera de internacionalizar su mensaje. Los encuentros del equipo de Zidane se ven en todo el mundo y una gran performance hubiera ayudado al independentismo. Y más cuando se vendió la imagen de un Madrid que representaba a la España que tanto ahogaba, según ellos, al pueblo de Cataluña.
Pero el Girona, la entidad, lo evitó y se decantó por centrarse únicamente en el fútbol. Ni Puigdemont apareció por Montilivi, aunque sí animó y celebró a su equipo desde Twitter. Fue desde el deporte donde demostró el Girona que se podía defender mejor que en la política. Logró una victoria de muchísimo mérito, remontando a un Madrid grogui y dejando en coma al equipo blanco.
No se recuerda un partido tan malo del Real Madrid en la época de Zinedine Zidane. Quizá solo se podría comparar a los dos primeros meses del francés en el banquillo del Bernabéu, un tiempo que con el tiempo se vio que fueron necesarios para confeccionar el Madrid que quería. Aquél derbi ante el Atlético en el Bernabéu (0-1, febrero de 2016) fue el peor de aquellas semanas y también el que le sirvió para ver los errores que cometía.
Ahora, con dos Copas de Europa y una brillante Liga en su bolsillo, el equipo ya estaba hecho y funcionaba bien como grupo. Podría ganar o peor, pero tenía las ideas claras. En Girona perdió todo lo que había hecho en estos últimos meses. Quedó a merced de un rival que le dominó prácticamente todo el partido y dejó una sensación muy mala. La desgana se mezclaba con la falta de soluciones. Quizá este equipo tenga un problema de ambición... en Liga.
Así como en Champions ha funcionado bien, con la victoria en el siempre difícil Signal Iduna Park y el empate ante el rocoso Tottenham, pero en Liga ha sido desde el inicio otra historia. Los empates ante el Valencia y el Levante en el Bernabéu avanzaron los problemas y la derrota también como local ante el Betis agravó la situación. También se salvó in extremis en Getafe.
En Girona el Madrid tocó fondo porque su actitud fue preocupante. Ni con el 2-1 reaccionó el Madrid, que apenas se acercó a la portería de Bono, meta del equipo catalán. No hubo ni intento de remontada. Fue un desastre en todas las líneas (solo se salvó Isco) y acabó pagando muy caro su descoordinación en defensa. El equipo de Zidane no tuvo ninguna intensidad en Montilivi y tampoco peleó como se le exigía y más cuando sabían que la derrota les alejaba a ocho puntos de la Liga, una distancia muy alta a estas alturas de temporada.
En resumen, el Madrid no tuvo alma en Girona y es por eso que quedó totalmente desdibujado. Hacía años que no se veía a un Madrid tan tranquilo ante una situación tan difícil. Recordó al de hace más de un lustro que tiraba la Liga al inicio y se centraba únicamente en Copa y, especialmente, Champions. Y eso es precisamente lo que hasta ahora había evitado el Madrid de Zidane.
El técnico francés siempre mostró su predilección por la Liga, asegurando que la celebraba más que la Champions y que era su primer objetivo. Eso fue el año pasado, pero en la actual también repitió su discurso de favoritismo por el torneo doméstico. Por eso sorprende que este año haya perdido la ambición el Madrid, que sin tensión acabó claudicando en uno de los partidos en los que nadie hubiera previsto su derrota.
El Madrid dejó de ser el Madrid de Zidane para ser el Madrid pre-Zidane. Una derrota dolorosa en Girona, uno de los puntos más calientes del independentismo, en un momento tan clave como el actual. La victoria más importante de la historia del Girona llegó en el peor partido de la era Zidane.