La presión la llevaban en el sueldo y los vikingos sin banderas aparentes andábamos con el morbo del estreno en el campo del vecino y el GPS ardiendo. No hacía frío como en otras ocasiones, ni se vio la gloria europea que siempre tiende a la épica y no a estos duelos embarrados, madrileñisimos, que quizá sean los más nuestros. Nada. Simeone corriendo más que 20 de los comparecientes y Cristiano, quizá, sobrepasado por la lengua y hasta la soledad del número uno. Las mocitas madrileñas no eran madrileñas, sino de Mérida, que fueron a pedir un tren decente el sábado a la capital y alguna ya aprovechó para ver el fútbol tras la manifa. El coche me dejó donde Cristo o Luis Aragonés perdieron el mechero, entre campos secos, tostados, que llevaban hacia esa luz roja del Wanda; familias con niños saltando medianas y los municipales aceptando la realidad errante de los atléticos cuando llega la hora del partido y hay que acortar en las rotondas con tráfico congestionado. Política de hechos consumados.
Con simpatía se quejan los tenderos de que cuando lleguen las lluvias a las cercanías sin asfaltar del Wanda, ya hablaremos de los barros y los lodos. En la previa nos enteramos de la muerte del fiscal Maza y ya el partido se inició con ese prólogo de luto, con la actualidad política en un envite que se sabía 'leñero' y no decepcionó en ese aspecto. Pero la presión, insisto, la llevaban en el sueldo. Bajo el marcador del sobrecogedor templo colchonero, los 900 del Madrid cantaron al siete en el siete, con esa cosa vikinga de no perder las buenas costumbres que no querría ni Juanito. Lo cual que Isco se sabía en su día; o el derbi o nunca; tocar lo vi tocarse con dolor y frustración. Simeone se gustó fuera del área técnica. El Madrid tuvo posesiones más largas, decían. 95 periodistas, contando al servidor, llevaron a la ciudad y al mundo una teoría de venganzas que quedaron en nada.
De modo que el contexto del derbi, el crepúsculo de los dioses, el mejor Valencia revivido y el fallecimiento del Fiscal General marcaron el partido y me marcaron a mí. Inaugurar con el equipo de tu infancia el estadio del vecino es de esas experiencias que quedan grabadas.
Pasó que el toro del fútbol no salió, pero en ocasiones la belleza está en la bravura, y de eso hubo a medias y a ratos. En los deportivo, todo se resumió en los garrotazos. Ni Griezmann ni Cristiano tocaron pelo y ya dirán que si la presión de los medios. Como le dijo Chiquito de la Calzada a un sapo, "Despídete del lago", y Madrid se despidió de la Liga.
Sufrí por Isco, sí, o cómo la desesperación de 10 matan el talento de alguien en estado de gracia. La nariz sangrante de Ramos fue el detalle rojo de una liga que se queda sin Meseta. Silbidos a Griezmann completaron la noche. Le gané la apuesta al compañero David López en el "Facebook live". 0-0. Al torito de mantenimiento se le aplaudió más que a los cochazos en esa hora en que nos sacaron las mulillas del empate.