Hay días para dar la talla, para sacar lo mejor de uno mismo, y otros para cumplir, pasar página y olvidar. Eso es importante saberlo y aplicarlo a cualquier ámbito, también en lo futbolístico. Y este sábado, en efecto, al Atlético le correspondía hacer los deberes. Nada más. De hecho, a eso se dedicó durante algo más de 70 minutos. Así lo reflejaba el marcador, con gol de Griezmann anotado bajo el escudo. Pero, a partir de ahí, la cosa cambió. Cuando no se acaba la tarea, pasa lo que pasa. En este caso, que llegó un gol del Girona, que ya le ha quitado cuatro puntos esta temporada a los colchoneros. Portu aprovechó un fallo para anotar el empate y dejar un sabor agridulce en el Metropolitano [narración y estadísticas: 1-1].





Quiso la hora del café que el Atlético de Madrid se tomara la tarde con filosofía, con esa calma tan exasperante como necesaria en días de rutina y transición. No podía ser de otro modo. Tras el batacazo contra el Sevilla (1-2), al respetable le tocaba sobreponerse y al equipo concentrarse. Al fin y al cabo, el rival lo exigía. El Girona, nuevo en Primera y revelación de la temporada, no lo iba a poner fácil. No se lo ha puesto a nadie. Y, una vez más, dio la cara. Mantuvo el orden, la compostura y las maneras. Eso sí, no fue capaz ni de amagar con un disparo sobre la puerta de Oblak en toda la primera parte. Esa fue su pena. Porque al otro lado, el equipo de Simeone, sin contar con muchas ocasiones de peligro, sí que fue capaz de inquietar a Bono.



Amagó con intentarlo primero Correa, que se la jugó en un mano a mano, y después le secundó Griezmann con una falta que se marchó demasiado arriba. Pero, ya saben, a la tercera va la vencida. Cosas de la vida. Y así fue. Diego Costa se jugó cuerpo y alma –para no perder la costumbre–, metió la cabeza, se la puso a Antoine y éste remató a placer a portería. No le hizo falta más a un Atlético que compareció con mucha pólvora, pero con cartuchos guardados para el Pizjuán (Koke y Godín se quedaron en el banquillo de inicio).



La consigna ante el Girona, por tanto, era resistir. Ni más ni menos. Sacar tres puntos, seguir sumando y esconder las heridas de la Copa. Primero con Costa –sustituido en el 60– y Griezmann –se marchó en el 72– y después con Koke y Gameiro. Con cualquiera. Pero el Girona, ya lo decíamos, no viajó a Madrid para visitar el Metropolitano, sino para dejar huella. Y lo hizo. A menos de 20 minutos para el final, Portu aprovechó un balón mal despejado para hacer el empate.



Ese fue el final. Lo intentó el Atlético desde entonces. Pero, con Costa y Griezmann en el banquillo, se chocó contra un equipo, el Girona, que se parece bastante a lo que ha sido siempre el conjunto rojiblanco. Jugó a ganar por la mínima el equipo de Simeone y se dejó dos puntos. Pierde una vida en la Liga, pero puede recuperar una en Copa el martes. De lo contrario, sólo quedará la Europa League.

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