Hay unos tipos que creen, irremediablemente, cada temporada. Unos tipos a los que se les dice, reiteradamente, que tienen que caer, que su tiempo se ha acabado. Son tipos como Gabi o Godín, con una edad; jugadores como Griezmman, del que se comenta que está fuera; o gente como Costa, al que alguno cuestionó en su reinserción. Sí, ellos creen. Ya no pueden aspirar a hacerse con la Champions o a ganar la Copa, pero eso no les quita la ilusión por lo que queda: la Europa League y, en última instancia, una Liga que pregonaron imposible, pero que tienen a tiro. Y lo hacen en la semana clave, en la que viajarán a Barcelona para poner en cuestión al líder después de recibir al Leganés. Y, sobre todo, después de una exhibición contra el Sevilla, con una manita que sabe a revancha y sirve de impulso [narración y estadísticas: 2-5].
En realidad, Costa ya avisó de lo que estaba por venir a su llegada. En su primer partido, en su redebut con el Atlético, el brasileño marcó y se fue expulsado. “Para eso lo hemos fichado”, reconoció Simeone, avalando su actuación. Y para eso lo tiene. Por eso en el Pizjuán, él hizo lo que se le pide, lo que sabe hacer y lo que le gusta. Cuando mejor estaba jugando el Sevilla –y cuando los colchoneros perseguían sombras–, apareció él en una jugada aislada para cambiarlo todo. Primero, convirtió el terreno de juego en un gallinero. Le dio una patada a Lenglet, le persiguió y se tiró con las manos en la cara –aunque ni siquiera le habían dado–. Vio la amarilla, pero dio igual. En la siguiente jugada, le robó el balón a Banega y anotó el primero. Lo dicho, puro Costa.
Pero él sólo no consigue doblegar al Sevilla. Pocos minutos después, apareció un jugador en racha. Griezmann, ese tipo al que se pita –a veces, con razón–, sigue demostrando que es una suerte que el Atlético cuente con él. Porque aunque carece del carácter de Diego o de su picardía, es posiblemente el jugador con más talento de la plantilla. ¿La prueba? Ese segundo gol yéndose de todo el mundo y colocándola en la escuadra lo avala. Para las mejores jugadas, dejó un trallazo de los que gusta repetir en bucle sin sentarse del sofá.
Pero eso no fue más que el bostezo de una noche para la reivindicación. El Atlético salió del túnel de vestuarios como un Miura en San Fermín. Griezmann aprovechó un fallo del Sevilla para dar un taconazo a lo Guti en Riazor para dejar a Koke solo. Y después, la estampida: Saúl, que estaba tardando en aparecer, se fue de tres rivales para dejársela al Principito y que hiciera el cuarto. Y, de nuevo, Griezmann marcó el quinto. Y fin de la historia.
El Atlético, en la semana clave para la Liga, se reivindicó. Recibirá al Leganés en el Wanda Metropolitano (miércoles, 21:30 horas) y después viajará a Barcelona. Y allí se jugará el título. Si gana, tendrá a tiro (y a cuatro puntos) al conjunto de Valverde. Si no lo hace, la dejará de capitular. Pero estos tipos creen. Ya lo han demostrado. No van a caer. O, al menos, no mientras encuentren un hilo de vida que apurar.
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