En el futuro, cuando se repasen las imágenes más icónicas de la Ryder Cup, al menos una de la edición de este año aparecerá. Será la de Scottie SchefflerScheffler (Nueva Jersey, Estados Unidos; 1996) desde la grada y entre lágrimas, abatido tras ser arrollado este sábado por la mañana junto a Brooks Koepka por la pareja de europeos Viktor Hovland y Ludvig Aberg. Su rostro era el de la impotencia de todo Estados Unidos tras verse aplastados por Europa en cuestión de tres sesiones.
Scheffler, que en la tarde del sábado descansó por orden de Zach Johnson, capitán de Estados Unidos, ya venía de ser zarandeado por el español Jon Rahm en la jornada del viernes. Scheffler cayó ante el 'León de Barrika' en el turno de mañana y empató en el turno de tarde. No era, en absoluto, lo que se esperaba del número uno del golf mundial y de ahí las lágrimas que a duras penas podía contener en el segundo día de la Ryder.
Koepka y Scheffler, las dos 'bestias' del equipo americano para esta edición del prestigioso torneo, entraron en el libro de los horrores históricos de la Ryder con su derrota del sábado. Con un 9 y 7 (nueve hoyos de ventaja con siete por jugarse) para los europeos, el resultado es el más abultado visto jamás en el torneo con el formato foursome (una bola por pareja) en partidos a 18 hoyos.
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En marzo de 2022, este golfista criado en una familia cristiana junto a tres hermanas alcanzó por primera vez el número uno mundial. Lo hizo tras proclamarse campeón del Masters de Augusta, el Torneo de Maestros, por 'sorpresa' tras derrotar a Rory McIlroy por tres golpes. Y decimos sorpresa porque Scheffler no dejaba de haber obtenido el acceso al PGA Tour para la temporada 2020.
Desde entonces ha ido alternándose en el trono del ranking con McIlroy (una vez) y con Rahm (dos, la última entre abril y mayo desde este año). Además, en marzo ganó The Players Championship por cinco golpes. No habían pasado ni doce meses de su triunfo en Tiger Woods y Jack Nicklaus en tan poco tiempo en toda la Historia. Las expectativas para la Ryder eran muy altas para él y de ahí la decepción de la afición y suya propia por lo que está dando en la competición.
El cristianismo, presente en el golf
Scheffler no encontraba consuelo en ese momento de angustia ni siquiera en Meredith, su mujer con la que se casó en 2020 aunque se conocieron en la secundaria. Ella ya le ayudó el día que jugó por la chaqueta verde de Augusta el año pasado. "Por la mañana lloré como un bebé", decía en rueda de prensa ya tras ganar el torneo. "Estaba tan estresado que no sabía qué hacer. Estaba sentado allí, diciéndole a Meredith que no creía que estuviese listo para esto. No sentía que estaba listo para este tipo de cosas y me sentí abrumado", confesó.
Y la respuesta de Meredith, cuyo apellido de soltera era Scudder, fue decirle que quién era él para saber si estaba preparado o no: "¿Quién soy yo para decir que sé lo que es mejor para mi vida? Entonces, de lo que hablamos es que Dios tiene el control y que el Señor me estaba guiando. Y si el domingo era mi momento, era mi momento. Y si llego a tirar 82 golpes, pues de alguna manera, él lo usaría para su gloria. Fue una larga mañana", reconoció. A lo que añadió: "Hasta que no llegué al campo, no me calmé. Es que en el campo de golf es donde siento más paz".
La religión -el cristianismo- juega un papel muy importante en la vida, y también en el trabajo, de Scheffler. Su padrino en su confirmación en la Iglesia Católica fue Rocky Hambric, dueño y fundador de una agencia (Hambric Sports) que lleva al golfista como cliente desde que se convirtiera en profesional (2018).
Además, asiste a sesiones de lectura de la Biblia junto a su caddie, Ted Scott. Scheffler le pidió que fuera su caddie -tras 15 años siéndolo de Bubba Watson- "porque quería trabajar con un verdadero cristiano".
"Mi fe afecta todos los aspectos de mi vida, no solo mi vida en el campo de golf. El Señor me ha dado una habilidad y estoy tratando de usarla para Su gloria. Fuera de eso, solo estoy aquí tratando de hacer lo mejor que puedo", dijo. Así es la vida de Scheffler, la 'bestia' del golf que fue abatida por Europa sin comerlo ni beberlo en una Ryder Cup celebrada en Roma y que este domingo se confirmará que no sale del continente.