De barrios humildes a la Villa Olímpica: en busca del oro perdido
Samuel Carmona, en peso minimosca, y Youba Sissokho, en wélter, son las esperanzas de España sobre el ring.
7 agosto, 2016 03:36Noticias relacionadas
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Con sufrimiento y suspense hasta el último tañido de la campana, el boxeo español ha conseguido que dos representantes compitan en los Juegos de Río. El mallorquín Youba Sissokho, lo hará en el peso wélter, menos de 69 kilos en el boxeo amateur, y el grancanario Samuel Carmona ya ha competido con buen resultado en la categoría minimosca, menos de 49 kg, la división en la que históricamente España ha tenido más éxitos.
Sissokho y Carmona son dos jóvenes que proceden de entornos muy humildes que han encontrado en el boxeo una salida a la complicada vida del barrio. En su día tuvieron que dejar su hogar y su familia y marcharse a Madrid en busca de un sueño que hoy está un poquito más cerca. Dos chavales que salieron de sus casas como niños y que han madurado en la residencia Blume de Madrid. Para ellos, participar en estos Juegos es ya un gran triunfo. Pero una vez puesto los pies en Brasil, no se conforman solo con eso. Con humildad pero sin complejos, con el atrevimiento y el afán de superación que les ha caracterizado hasta ahora, Youba y Samuel intentarán obtener para España una quinta medalla. Un apasionante viaje de las calles del barrio a la villa olímpica.
Hasta el momento, el boxeo español ha conseguido cuatro medallas olímpicas. La primera de ellas en los Juegos de Múnich 72. El asturiano Enrique Rodríguez Cal se hizo con el bronce en la categoría minimosca. Veinte años más tarde, en Barcelona, el almeriense Faustino Reyes, con tan solo 17 años, fue subcampeón olímpico en el peso pluma.
Las últimas dos medallas corresponden al cordobés Rafa Lozano, que con Manolo Pombo en la esquina, logró en el minimosca el bronce en Atlanta 96 y la plata en Sídney 2000. A Rio de Janeiro, Lozano acude por primera vez como seleccionador nacional, puesto que ocupa de julio de 2013.
Samuel Carmona, orgullo gitano
Con tan solo 20 años recién cumplidos y sin llegar ni siquiera a un año en el equipo nacional, la clasificación de Samuel Carmona ha sido la ratificación de una progresión vertiginosa. Rafael Lozano lo descubrió en los campeonatos de España de 2015, en los que el canario obtuvo la medalla de oro. El seleccionador le invitó a incorporarse al equipo nacional y, tan solo dos meses más tarde, prácticamente sin experiencia internacional, quedaba quinto en los campeonatos de Europa. En el preolímpico de junio en Baku, Carmona certificaba su clasificación para los juegos de Río.
Samuel procede de La Isleta, humilde barrio grancanario de pescadores y obreros, tradicionalmente bohemio, pero salpicado por el tráfico de droga y la delincuencia. Su familia, de etnia gitana, se dedica a la venta ambulante. Los Carmona Heredia son además activos integrantes de la comunidad evangélica, fe en la que fue educado Samuel. Jamás viaja sin una Biblia en el equipaje.
A los 11 años empezó a acudir al gimnasio de boxeo de Carlos Formento, a pesar de la oposición de su madre. Lo veía muy canijo, un niño aparentemente frágil y pensaba que con cualquier golpecito se lo podrían desarmar. Pero el abuelo, ya fallecido, era un gran aficionado y fue quien inoculó al pequeño su pasión por el noble arte. Samuel, el segundo de tres hermanos, lleva tatuado en el interior de su labio inferior la palabra “Babulé”, apodo con el que era conocido su abuelo.
El cambio de rumbo tan drástico que ha tenido que experimentar Samuel es de los que marcan y hacen madurar. Tuvo que dejar su barrio y su familia para vivir rodeado de deportistas en la residencia Joaquín Blume de Madrid. Fue duro alejarse de su entorno pero Samuel, que hasta hace poco ayudaba a la familia a vender ropa en los mercadillos, ahora tiene un objetivo y un sueño. Algo muy importante que poder dedicarle a su querido abuelo.
Y si todo boxeador que se precie tiene un apodo, Samuel tiene tres: le llaman “Infierno” y “Chacal”, como su admirado cubano Guillermo Rigondeaux y, más recientemente, también se le conoce como “El Patriarca”.
Carmona es una centella. En un deporte en el que tan importante es la experiencia en la alta competición, Carmona se ha colado sin casi combates internacionales. Cuarenta y nueve kilos de explosividad y desparpajo. Y, sobre todo, un talento natural con el que suple su falta de experiencia. Samuel es un boxeador intuitivo que tiene la astucia y la viveza del que ha tenido que buscarse la vida en la calle.
Por edad y trayectoria, quizá estos no tendrían que ser sus Juegos, sino los de 2020. Precisamente por eso, no tiene nada que perder y sí mucha experiencia que atesorar. Pero por su carácter ambicioso y descarado siempre compite sin complejos y sin darle importancia al palmarés de sus rivales. Para ir a Río, en su equipaje, junto a su Biblia, la enseña gitana, azul y verde con una rueda roja en el centro, un regalo que le hizo el Instituto de Cultura Gitana. Una bandera que Samuel sueña con lucir orgulloso, junto a la española, en el podio olímpico.
Youba Sissokho, la sonrisa del león
La andadura de Sissokho hasta llegar a Río ha sido más lenta y tortuosa que la de su compañero Carmona. La suya ha sido una carrera con altibajos en la que incluso en algún momento llegó a plantearse el tirar la toalla.
Youba nació en Senegal hace 24 años, pero desde que tenía seis meses ha vivido en Mallorca. Viene de una familia de músicos. Uno de sus tíos, saxofonista, ha llegado a tocar con artistas como Peter Gabriel o Paul Simon. Pero su padre, Seydou, percusionista, se centró en la música tradicional senegalesa y tuvo la oportunidad de viajar por Europa como componente de un grupo de baile y música tradicional y decidió fijar su residencia en Palma. En la actualidad vive de tocar y de dar clases de percusión.
Youba, con su hermano pequeño Mamadou, creció en uno de los barrios de mayor conflictividad social de la isla, en Son Gotleu, un distrito que con en varias ocasiones ha sido noticia por los violentos enfrentamientos que se producen entre los distintos grupos étnicos que lo pueblan.
A Youba no le llamó la música y sí el deporte. Destacaba jugando al fútbol y al baloncesto pero en ninguna de estas prácticas encontró la disciplina ni la motivación imprescindibles para destacar. Él solo, a los 17 años, mientras su padre se encontraba de viaje en Senegal, decidió probar con el boxeo.
Fue Manel Berdonce, el anterior seleccionador nacional, el que tomó la arriesgada decisión de llevar a Youba al equipo nacional. Y lo hizo en unos campeonatos de España en los que el púgil balear salió derrotado. Pero Manel vio en su larga y desgarbada figura algo especial, un boxeo impredecible y en ocasiones poco ortodoxo. Una araña negra, de largos brazos, a lo Panamá Brown.
Otro de sus grandes valedores fue Manuel Sánchez, presidente de la federación balear, que aseguraba a Seydou que si su hijo se quitaba las tonterías y las niñerías, podría llegar a campeón. Había todavía mucho trabajo que realizar, pero Berdonce supo adivinar que con paciencia y confianza Sissokho iba a ser boxeador y le apoyó decididamente.
Tras los primeros tropiezos cada vez que salía a competir en torneos internacionales, en los que incluso hubo quien pensó que la inclusión de Youba en la selección había sido un error, empezaron a llegar los frutos: dos campeonatos de España, una medalla de plata en los Juegos del Mediterráneo de 2013 y un bronce en el europeo de 2015.
Además, Sissokho, al que apodan “El León”, fue el vencedor del torneo Futuros Campeones, lo que le dio además una importante exposición televisiva. El inquieto y revoltoso chaval de Son Gotleu tiene ahora una meta, una ilusión, y sobre todo, como le gusta destacar, un motivo por el que su padre y su familia se sienten orgullosos de él.
Pero los últimos meses no han sido fáciles para el boxeador. Un problema físico le tuvo alejado de los entrenamientos. Unos dolores a los que no se encontraban los motivos. Fueron tiempos de pruebas y de incertidumbre en los que Youba veía que se le escapaba la posibilidad de clasificarse para los juegos y en los que muy cerca estuvo de abandonar.
Finalmente, esos problemas se superaron pero iba ya a remolque en su preparación. Faltaba un mes para el comienzo de la competición olímpica y aún no había logrado la clasificación. Fue en su última oportunidad, en julio, en el clasificatorio de Venezuela, donde Sissokho se jugaba el billete olímpico en un combate ante el indio Goyat Neeraj. Y en su todo o nada, obtuvo la victoria que le daba el billete para Rio.
Youba es, como Carmona, una persona muy religiosa, en este caso musulmana, una fe que dice que le ha ayudado a superar los peores momentos. Se siente orgulloso de representar a España pero sabe que también en Senegal le estarán animando porque allí le consideran uno de los suyos.
Sissokho ha ido madurando en la Blume, como boxeador y como persona. Los que le conocen destacan su carácter afectivo. Una de las cosas que más le molesta es que haya quien piensa que el boxeador es una persona violenta. Seguramente de forma inconsciente, Youba se encarga a diario de rebatir esa idea con su llamativa sonrisa, lo que más destaca cuando uno le ve por primera vez. Puestos a soñar, una sonrisa que deslumbraría más que nunca desde lo alto del podio.