"Es una derrota que duele y que nos pone una vez más en una posición difícil. Hay que redirigir las cosas, aunque éste es un campeonato donde es más difícil hacerlo". El déjà vu de Pau Gasol hecho palabras ejemplifica una realidad evidente: no ha sido la era Scariolo -ni la pasada ni la presente- próspera en lo que a primeras fases calmadas se refiere. De hecho, sólo la del Eurobasket de 2011 puede considerarse más o menos plácida. En los restantes eventos en los que la selección española de baloncesto participó bajo la dirección técnica del italiano, hubo urgencias durante las primeras fechas. Tantas como para provocar cuatro de seis derrotas posibles en los duelos inaugurales que van desde el Europeo de 2009 hasta el primer partido del torneo olímpico de Río.
Todo comenzó, curiosamente, con otro rival balcánico: Serbia, verdugo hace siete años (66-57) y causante de un vía crucis que continuó con el amago de eliminación ante Gran Bretaña (victoria por 84-76) y la permanencia de las dudas ante Eslovenia (90-84). También con la derrota in extremis ante Turquía (63-60), con "el chico que acaba de llegar" (Sergio Llull) jugándose la última. A partir de entonces, surgió una nueva máxima de la era Scariolo, que él mismo indicó tras la derrota olímpica ante Croacia: "Otras veces también perdimos el primer partido y pudimos arreglarlo".
Sí, el círculo vicioso iniciado ante Serbia pareció cerrarse de forma positiva ante idéntico rival con el oro europeo como premio (85-63 en la final). Sin embargo, volvió a abrirse en el Mundial de 2010, donde se empezó (72-66 ante Francia) y se terminó (81-86 contra Argentina) perdiendo. Entre medias, otro tropiezo ante Lituania (73-76) y un nuevo KO a manos de Serbia, perpetrado por Teodosic y su cruel triple postrero (92-89). Por mucho que las sensaciones de España mejorasen contra Grecia en octavos, aquél no fue el torneo de los nuestros.
Como sí lo sería el Eurobasket de 2011, que albergó la que quizá sea la primera fase con menos sobresaltos de la era Scariolo: tan sólo una derrota, la única de todo el torneo, contra Turquía (57-65). Nada que ver con el grupo inicial de los Juegos de Londres 2012, con dos buenas victorias ante China y Australia para después rechinar los dientes. Y de qué manera: pedir la hora como nunca ante Gran Bretaña (79-78), caer ante Rusia (77-74) y suscitar dudas de 'biscotto' al perder contra Brasil (82-88). Como en 2009, todo acabó mereciendo la pena dado el resultado final: la plata olímpica.
La caja de Pandora de las primeras fases no aptas para cardíacos volvió a abrirse en el Eurobasket de 2015. Coincidió con el regreso del italiano al frente de la dirección técnica de la selección tras el paso por el banquillo de Juan Antonio Orenga. Aún permanecen frescos en la memoria el sorpasso de Serbia en el debut (70-80). O el de Italia (98-105). O el intento casi exitoso de Alemania (76-77). Para que después España, con sus más y sus menos, se hiciese con el oro europeo más sufrido de su historia.
Porque lo importante no es cómo se empieza, sino cómo se acaba un gran torneo. Y, aunque la estadística vuelve a ser cruel con Scariolo en lo que se refiere a debuts saldados con victoria, también es amable de cara al palmarés: tres oros europeos y una plata olímpica. Galardones que le convierten en el mejor seleccionador de la historia del baloncesto español, pero que no han erradicado su eterno desencuentro con los grupos que inauguran cada torneo. Tildados de auténtica fase de preparación por los más críticos, impiden que el círculo vicioso del entrenador italiano, y por ende de sus seleccionados, acabe cerrándose por completo.