Maialen Chourraut cuenta que hizo la bajada de la final en su kayak sin sentir apenas nada, y que de hecho pensaba que había bajado “lenta”. Cuando se giró y vio el tiempo, solo le salía gritar. “Jamás imaginé que ganando una medalla podía sentir tanta emoción”, explicó con el trofeo al cuello en compañía de su entrenador y marido, Xabi Etxaniz. Faltaban todavía por completar el recorrido dos piragüistas de primer nivel, Corina Kun (que se acerca incluso a los tiempos del K1 hombres) y Fiona Penni, pero otras compañeras ya la felicitaban por una marca espectacular: 98,65 segundos. Terminó sacando más de tres segundos a la segunda clasificada. “Yo internamente ya estaba celebrando la medalla segura, me daba cuenta de que venía algo grande”.
La deportista donostiarra había llegado “bien preparada”, pero “podría haber quedado la 15”, afirmó con normalidad: “Este deporte es un poquito de culebrón, muy puñetero… Gana el que menos errores comete, y es muy fácil cometerlos: un pequeñísimo error se suele magnificar y produce muy malos resultados”. Chourraut cometió de hecho uno grande en su primera bajada clasificatoria (saltarse una de las puertas, “un inicio estrambótico”). Faltaban unas horas para la segunda, probablemente las de máxima tensión en este ciclo olímpico. Cuando le llegó el turno esperó un poco antes de hacer el giro que se le había atragantado: no de forma excelente, como reconoció, pero el primer objetivo (pasar a semifinales) estaba cumplido. Aunque fuese con angustia.
Las series finales eran en otro recorrido y tres días después. Chourraut aprovechó las competiciones masculinas “para analizar y ver una y mil veces el recorrido”. No necesitó siquiera demasiados consejos de Etxaniz. “En esos momentos suelo hablarle muy poco, ya sabe lo que tiene que hacer… Fundamentalmente vemos los vídeos”. Tuvo tiempo incluso para irse a comer. Después se llevó una de las mayores alegrías de su vida.
"Una lección para las madres"
“Maialen ha conseguido todo esto partiendo de cero, pasito a pasito, con dos lesiones, dos operaciones de hombro, una niña de 3 años… Se trata de un deporte minoritario donde es difícil formar una base de gente. Había pioneros, por supuesto (Barcelona 1992), pero ni se imaginaba ser olímpica. Espero que esto sirva para crear ilusión en los que quieran practicarlo y en las mujeres. Esa es la gran lección para el país, para las madres: se puede conciliar trabajo, deporte y ser madre”.
La hija de ambos (tres años) estuvo omnipresente en sus declaraciones. “La niña sabía que veníamos a unos Juegos Olímpicos, hemos estado todo el año dando la turra con eso, hemos hecho muchos viajes a Río, siempre le decíamos que era ‘muy muy importante’. Como está acostumbrada a verme en el podio, lo ve sencillo. Ahora le decíamos: ‘vamos a por el 1’”. Cuando salió de su apartamento por la mañana, la niña le dijo: “Mamá, hoy no te saltes una puerta”.
“La conciliación laboral es una asignatura pendiente de la sociedad”, concluyó Chourraut antes de retirarse a “disfrutar de todo esto” en familia. “La situación se sustenta en abuelos y guarderías… Mi privilegio es haber estado todos los días con ella hasta los 3 años, todos los días, pero no es lo normal. Habría que intentar cambiar esa política. Esto es una muestra de que con apoyo el deporte de alto rendimiento y la maternidad son compatibles: sólo hay que creer en ello y apostar firmemente. A la mujer que quiera hay que apoyarla, como a mí, y empujar”.
Maialen Chourraut estaba cansada, pero radiante: “Esta medalla me ha hecho sentirme plena, no como en Londres […] Esta sí siento que la he ganado, no hay mucho más que mejorar”.