Esta vez nadie le robó el podio a Lidia Valentín. En un pabellón con muchos huecos pero con una afición muy ruidosa y festiva, respetuosa con los rivales, la leonesa obtuvo esta tarde una memorable medalla de bronce (categoría hasta 75 kilos) en el Pabellón Riocentro 2 de Barra de Tijuca. Sólo la norcoreana Rim Jong Sim, la rival a batir, y la bielorrusa Naumaya (por un solo kilo) superaron la actuación de una halterista que no llegaba en su mejor momento, pero que no soñaba con otra cosa desde que el dopaje masivo de las repúblicas ex soviéticas le privó de escuchar el himno español en Londres 2012.
La competición de Lidia fue casi inmaculada: falló únicamente en el segundo ejercicio de arrancada, lo que le obligó a utilizar el tercero para levantar los 116 kilos. La norcoreana Rim Jong Sim, que se había atrevido desde un inicio con 117, completó la primera tanda de tres intentos con 121. Por debajo de ella, la bielorrusa Naumaya también levantaba ese peso. El ejercicio de arrancada – el movimiento más difícil de este deporte poco conocido – obliga a los deportistas a levantar una barra con peso desde el suelo hasta encima de la cabeza y aguantarla por lo menos dos segundos. Valentín se sabía bien preparada: tras su último intento de la primera fase saludó al público formando un corazón con las manos, sonrío y regresó después al hieratismo que imponía la extrema tensión del momento.
Como confesó después, ella no sabía como discurría la competición: "Aceptaba lo que me colocaba el entrenador, tengo confianza ciega en él". Presumía que las cosas iban bien por los rostros del cuerpo técnico, pero ni miraba a la pantalla de resultados. Si le decían "tres kilos más", levantaba tres kilos más. Punto.
En el descanso, antes de comenzar la sesión de dos tiempos (donde el competidor levanta la barra desde el suelo para colocarse bajo la misma, y luego se levanta erguido y levanta la barra por encima de la cabeza), el equipo español confiaba en la medalla, pero no sabía de qué color: “Va a tener que llegar a 140 kilos o así”, confiaba a este periódico uno de los halteristas masculinos. La norcoreana estaba "muy fuerte" y los compañeros de Valentín sabían que no podía llegar a sus mejores marcas, anteriores a la lesión de hombro del año pasado (124 y 147, respectivamente).
Lidia cumplió sobradamente: avanzó sólidamente en cada una de las tres levantadas (135, 138 y 141 kilos, respectivamente). La suma de ambos ejercicios le daba 257. La bielorrusa acumuló 258. La coreana (de otro planeta, a falta de análisis antidopaje) sumó 274. En las gradas había muchos españoles, bastantes norcoreanos y numerosísimos colombianos en apoyo de Ubaldina Valoyes, que quedó en cuarto lugar. La familia de Lidia animaba ruidosamente, pero los padres se tapaban los ojos cuando agarraba la haltera.
"Esto es historia"
Hubo unos minutos de espera hasta la proclamación oficial de la medalla (la norcoreana estaba intentando batir un récord mundial). Dentro de la sala de preparación ya celebraba la medalla el equipo español. Por fin el podio soñado. Capaz de aislarse a las sospechas unánimes sobre dopaje en determinadas rivales, Lidia había hecho "su competición", como repetiría después en zona mixta. Hubiese sido plata con sus mejores marcas, admitió, pero le sabe "a oro".
Hace unos meses no sabía ni siquiera si competiría en Río. Cualquier medalla era un éxito sin precedente alguno. "Esto es historia para nuestro deporte", afirmó ya con la medalla al cuello. Valentín se suma a la explosión definitiva del deporte femenino (cuatro medallas de cuatro hasta el momento). No se había duchado aún, pero el rímel seguía ahí. "Son muchas competiciones, estoy acostumbrada a que se me vaya un poco el maquillaje, Pero yo me sigo maquillando".