El maratón es una de las pruebas más al límite de todos los Juegos Olímpicos. Aquella en la que se ve el temblor de las facciones de la cara más angustiosamente. O la fragilidad de un músculo. Incluso la falta de aire. En la salida de una maratón dan ganas de que colocar una capilla, y en la meta alguien que levante una escalera hasta una nube para colocar allí a los héroes y heroínas y que duerman una siesta de tres días.
La explosión final de todo el esfuerzo casi siempre –solo Atenas se saltó la tradición, con el Partenón– llega en el Estadio Olímpico. Esta vez no será así. En una nueva afrenta al Estadio Engenhão, la línea de salida y de llegada de la maratón de estos Juegos Olímpicos será el Sambódromo, el gran centro de desfiles de las escuelas de samba cariocas durante el Carnaval. Inaugurado en 1984, con diseño de Oscar Niemeyer. Contará con una capacidad de casi 20.000 personas para los dos días de maratones –primero el femenino, el 14 de agosto, y luego el masculino, el 21–.
Algunos especialistas consideran esta decisión de la organización una traición a la historia de la prueba, una afrenta o hasta una herejía, pero lo cierto es que se convertirá en la nota exótica de una maratón para el recuerdo. Será, al mismo tiempo, un pequeño guiño a las raíces brasileñas. Además, y esto siempre ha sido una de las explicaciones que ha dado el Comité Organizativo, el recorrido se aprovechará para mostrar al mundo la parte histórica de la ciudad, la que está más alejada de las modernas instalaciones de cada una de las disciplinas. Los telespectadores tendrán también oportunidad de conocer la reformada zona portuaria, el ojito derecho del ayuntamiento.
Por eso, tras la salida en los 700m de longitud de la recta del Sambódromo, las maratonianas que arriesguen su oxígeno este domingo –y los maratonianos el próximo– recorrerán la avenida Presidente Vargas hasta la Iglesia de la Candelaria, junto al Puerto, en pleno centro de la ciudad, el lugar donde descansa el pebetero olímpico.
A su paso por la parte antigua de Río, la aureola de misticismo será doble. Los espíritus procedentes de un África cada vez más cercana se han quedado a vivir allí. No se va tampoco el sudor de todos los africanos que, en el Muelle de Valongo, morían en vida, esclavizados. Aquellos lamentos se convertían en ritmo en la Pedra do Sal: eso sí que es un legado.
Por allí correrán los casi insuperables kenianos, ugandeses, eritreos y etíopes, guiando al resto. Igual que guiaron con su música a todo el país mitos como Pixinguinha, Donga o Batatinha, desde las primeras décadas del siglo XX. Batatinha, igual que podría sucederle a algunos de los aspirantes a rey o reina de la maratón, tuvo que venirse a Río de Janeiro para ser inmortal de como Dios manda –era bahiano, pero acabó conquistando el Sabódromo–.
El recorrido continuará por la avenida Río Branco, atravesando Cinelândia, una de las plazas más hermosas de la ciudad, con la Biblioteca Nacional y el Teatro Municipal como banderas. Se llegará justo después a la Marina da Glória y allí, junto a la sede la competición de vela, los atletas subirán y bajarán 3 veces el Aterro de Flamengo. La brisa de la gran avenida en la que da comienzo a la zona sur de la ciudad, bordeando la Bahía de Guanabara, refrescará el vapuleo que ya llevarán encima los competidores. Las playas de Flamengo y Botafogo plasmarán esas postales inolvidables que la organización busca exportar a todo el planeta.
La maratonianas españolas que tendrán la suerte de sufrir en un escenario tan solemne, este domingo 14 de agosto desde las 9:30h hora local –14:30h en España– son Alessandra Aguilar –con una mejor marca personal de 2h29:45, Londres, abril de 2015–, Azucena Díaz –con 2h31:45, Rotterdam, abril de 2016– y Estela Navascués –2h32:49, Sevilla, febrero de 2016–.
Las inalcanzables rivales de nuestras representantes y de todas las demás, con unos registros absolutamente imponentes, serán la etíope Mare Dibaba y la keniana Hela Kripop. Ambas disputaron hasta la última línea la maratón del mundial del año pasado en Pekín. 2h27:35 fue el tiempo que Dibaba, la ganadora –nada que ver con las hermanas Dibaba–, firmó en aquella ajustada pugna. La etíope ha llegado a correr en 2h19:52.
Tras saberse ya de memoria el Aterro de Flamengo, la carrera regresará hacia el centro de la ciudad y hacia la zona portuaria, por el recién creado Boulevard Olímpico. Allí resplandece la nueva Praça Mauá, que pedía a gritos luz y espacio, como los corredores que aún resistan pedirán vitaminas, sales minerales, frutas y masajes.
El que entre en cabeza en la última curva de vuelta hacia la recta final en el Sambódromo tendrá la gloria en la punta de la lengua, guardará ese instante toda la vida. Podría incluso estar tentado –y nadie le diría ni mu– a ponerse a bailar, como en un gran desfile, en su carnaval particular. Y los que no ganen, también serán eternos, faltaría más. En eso consiste la maratón. Ya lo decía Batatinha, en esas mismas calles: si está prohibido soñar, entonces déjame el derecho de sambar.