A Argentina le duraron las ilusiones 10 minutos. Los que tardó Estados Unidos en ponerse el mono de trabajo y aterrizar definitivamente, en lo que a sensaciones se refiere, en estos Juegos Olímpicos de Río. Cuando eso sucedió, la eliminatoria de cuartos de final murió de forma inexorable. Las carantoñas y bailes de los hombres de Coach K en el banquillo norteamericano lo dijeron todo: se sabían ganadores, y lo demostraron [Narración y estadísticas: 105-78].
Los NBA venían de sufrir mucho, demasiado, ante tres rivales de su grupo: Australia, Serbia y Francia. No podían permitirse ni un nuevo sobresalto (aunque fallido) ni, por supuesto, una derrota. La palabra 'fracaso' no existe en el vocabulario de los yankees. Y, por eso, tras tres partidos más que complicados, demostraron una vez más por qué son los principales candidatos al oro olímpico en baloncesto.
DeMarcus Cousins propuso con su poderío interior y Kevin Durant dispuso con un concurso excelso desde el triple (7/9, 27 puntos). Kyrie Irving y Paul George fueron suficiente ayuda para amedrentar las esperanzas argentinas antes de lo que los sudamericanos hubiesen querido. En cuanto el base de los Cleveland Cavaliers ganó la particular batalla de 'crossovers' a Facundo Campazzo, todo empezó a venirse abajo para la albiceleste.
El descaro les duró poco a los hombres de Sergio Hernández. Tan sólo los mitos de la generación dorada (Ginóbili, Scola y Nocioni) aguantaron el tipo entre los veteranos argentinos. Y sólo Campazzo alentó el sueño de una idílica victoria como representante de la nueva camada de talentos de su país, con un comienzo de partido donde no había recoveco por el que no encontrase el camino a la canasta.
Uno que, pasado el ecuador del segundo cuarto, ya se volvió prácticamente imposible, por cortesía de un parcial tan demoledor como un 31-19. Los estadounidenses empezaron a tomarse en serio aquello de defender y sus rentas en el marcador no dejaron de subir: 16 puntos al final del segundo cuarto, 26 tras el tercero y 27 al bocinazo final. A pesar de una tímida reacción argentina antes del descanso, la emoción desapareció de un plumazo.
El final de una bonita historia, la de la generación dorada argentina, puede ser el inicio real de la acometida de Estados Unidos hacia su tercer oro olímpico consecutivo. Un síntoma quizá peligroso para España, su próximo rival en una semifinal que se prevé apasionante. Y que, a todas luces, bien podría constituir la final anticipada del baloncesto masculino en estos Juegos Olímpicos.