El especialista en efectos especiales cinematográficos Reyes Abades, fallecido este jueves a los 69 años, fue el responsable de que la flecha lanzada por Antonio Rebollo encendiese el pebetero de los Juegos Olímpicos de Barcelona'92.
Gracias a Abades, los deportistas y el público presente en el estadio de Montjüic y los millones de personas que contemplaron la ceremonia inaugural por televisión se marcharon convencidos de que la flecha había caído dentro y encendido el pebetero.
En realidad, como los protagonistas desvelaron años después, la flecha sobrepasó la gran cubeta y, al mismo tiempo, en una operación cronometrada al milímetro, alguien prendió un haz de gas para que se encendiese la llama.
Según Antonio Rebollo comentó a EFE con ocasión del 25 aniversario de los Juegos de Barcelona, él mismo pidió, en uno de los ensayos, probar a hacer diana en el centro del pebetero.
"En el primer intento, la flecha pegó en la estructura y cayó hacia la grada; en el segundo, la metí dentro del pebetero pero el impacto fue tan fuerte que me cargué las tuberías que había ahí dentro y tuvieron que llamar a la compañía del gas para que las arreglaran", relató el arquero, que entonces comprendió que no se podía hacer de otra manera que no fuese la prevista.
Reyes Abades fue el inventor de todo aquel dispositivo y de otros efectos especiales empleados en las ceremonias de inauguración y clausura de los Juegos. Ganó a lo largo de su carrera nueve premios Goya y para la edición de este año estaba doblemente nominado por "Oro" y "Zona hostil". Técnico en efectos especiales, era uno de los profesionales más reconocidos y respetados en su campo, con más de 35 años de carrera cinematográfica.
Nació en Castilblanco (Badajoz) en 1949. Enamorado del cine desde pequeño, en 1968 comenzó a colaborar en empresas españolas, italianas, francesas y estadounidenses del sector, hasta que en 1979 creó Reyes Abades Efectos Especiales S.A.
Con ella participó en más de 350 largometrajes, tanto dentro como fuera de España, y colaboró en espectáculos audiovisuales como los de Barcelona'92 o la Cabalgata de la Expo de Sevilla, en publicidad, televisión y teatro.
Ganó el Goya a los Mejores efectos especiales por "¡Ay, Carmela!", 1990; "Beltreneros", 1991; "Días Contados", 1994; "El día de la bestia", 1995; "Tierra", 1996; "Buñuel y la mesa del rey Salomón", 2001; "El lobo", 2004; "El laberinto del Fauno", 2006; y "Balada triste de trompeta", 2010. Medalla de Extremadura, en 2010 recibió la Medalla de Oro al Mérito de las Bellas Artes de España.