"¿Podemos tener dos oros?", fue el preludio en forma de pregunta que supuso un momento histórico en los Juegos Olímpicos de Tokio 2020. El responsable de la competición asintió y los dos atletas se dieron la mano y gritaron de alegría. "Lo miro, él me mira, y lo sabemos. Simplemente nos miramos y lo sabemos, eso es todo, está hecho. No hay necesidad de seguir", explicaba Mutaz Essa Barshim sobre la decisión que tomó junto a Gianmarco Tamberi de compartir el oro en salto de altura.
Ambos habían hecho una final perfecta. Habían llegado hasta el 2,37 sin fallos, altura que superaron. Se lo jugaban todo en el 2,39 y los dos fallaron. Tras los tres intentos, un oficial olímpico primero les ofreció un desempate para decidir el ganador. Pero ellos no querían dejar al otro sin el primer puesto que habían demostrado merecer. Barshim y Tamberi son el primer oro compartido en 113 años, un ejemplo más de por qué estos JJOO están teniendo influencia socialmente.
Tamberi y Barshim se fundieron en un abrazo que queda para la historia del olimpismo. La última vez que pasó algo así fue con los estadounidenses Edward Cooke y Alfred Gilbert compartieron el oro en los Juegos de Londres de 1908. El italiano pasó hora y media celebrando su oro en el estadio, aunque ya no quedase nadie en las gradas ni en el recinto. El catarí sabía que no tenía ningún sentido poner en riesgo un oro que ya tenían en el bolsillo yendo a un desempate en el que en el fondo ninguno tenía nada que ganar.
Barshim, a sus 30 años, completó una colección en la que ya lucían el bronce de Londres 2012 y la plata en Rio 2016. Tamberi, a sus 29, estrenaba su palmarés olímpico en la edición en la que menos estrambótico lució; en otras citas participó con el pelo teñido de colores, y esta vez su más recatado moño lo acompañó con unos calcetines en los que aparecía su propia cara. Italia había ganado dos oros en diez minutos, coincidiendo con la hazaña de Marcell Jacobs.
La escayola
Ambos saltadores han tenido un ciclo olímpico muy complicado en el que sufrieron importantes lesiones. El catarí, tras sus dos éxitos olímpicos, sufría una rotura de ligamentos del tobillo le hizo frenar en seco su preparación para Tokio. Tamberi, tras superar su mejor marca de siempre en Londres, se rompió el tobillo antes de Rio. Una escayola se convirtió en el elemento inseparable del italiano mientras se esfumaba una ocasión inmejorable para pasar a la historia.
Esa escayola ha acompañado a Tamberi durante todo el ciclo, incluído Tokio, con la inscripción "Road to Tokio 2020", aunque ya con el año tachado y sustituido por un 2021. Lejos de hundirse, se prometió trabajar durante cuatro años para estar a su mejor nivel en Japón y el esfuerzo ha tenido su recompensa con el oro. Por eso se entiende la efusividad de su celebración.
Mientras tanto, ambos se dieron un apoyo emocional que fue fundamental para poder llegar a esta cita como han llegado. La rivalidad entre los dos mejores saltadores del momento se ha alterna con una gran amistad. Ambos han compartido directos en Instagram durante el confinamiento provocado por la pandemia y en ellos llegaron a comentar la posibilidad de subir los dos a lo más alto del podio. No se puede hablar de 'biscotto', aunque haya un italiano inmiscuído. Es el premio a la superación de estos dos atletas.
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