De menos a más. Así ha sido la competición de Jordi Xammar (Barcelona, 1993) y Nico Rodríguez (Vigo, 1991) en la clase 470 durante estos Juegos Olímpicos de Tokio 2020. Si el tifón amenazaba en los primeros días de competición, el español tardó en llegar. El catalán y el gallego han conseguido un bronce más que meritorio que encumbra sus carreras después de que en los tres últimos Mundiales y Europeos se subieran al podio. La pareja española ha sumado la undécima medalla de estos JJOO, la segunda en vela para cerrar la competición del deporte más prolífico de la historia de las citas olímpicas para España.
Xammar ha pasado de las lágrimas en Rio 2016 a un estallido de felicidad en Tokio 2020. Allí compitió junto a Joan Herp en esta misma clase en los que fueron sus primeros JJOO, pero fueron decimosegundos. Es cierto que todavía quedaba mucha progresión en la carrera del español, mientras su compañero daba un paso al lado. A Brasil fueron sin opciones de medalla y la mera clasificación fue ya un éxito. Pero el catalán quería más.
Por eso hizo una llamada que cambiaría la vida de Nico. Xammar necesitaba a alguien que tuviera la misma ambición por la medalla olímpica que él. Ahí apareció este gallego, al que conocía desde que competía joven en la clase Optimist. Rodríguez había cambiado en un principio su Vigo natal por Santiago para estudiar odontología. Después, se fue a las islas Canarias para poder compaginarlo con su pasión que era la vela. Pero desde Países Bajos le hicieron una oferta irrechazable. Estaba en el Tirol aprendiendo neerlandés y sonó su móvil.
Xammar convenció a Nico y desde ese instante comenzaron a preparar la cita de Tokio. Con parón incluido durante el 2020 por la pandemia, el torbellino que es el de la Ciudad Condal metió esa chispa al 470, mientras que Rodríguez la cabeza y el temple que le caracteriza. Esta dupla ha conseguido así ganar una plata y dos bronces mundiales y dos platas y un bronce europeos durante el ciclo de estos últimos Juegos.
250 días
Jordi no puede ver a su novia Carmen todo lo que él quiere. Menos Nico, que precisamente se iba a Países Bajos en 2016 también porque su novia vivía allí. Tampoco Xammar puede ir a Granada, el paraje ideal donde también entrena, o su Barcelona natal, así como Rodríguez no puede ir a Balaídos todo lo que le gustaría para disfrutar de su Celta de Vigo. Este deporte implica que tengan que pasar largas temporadas fuera de casa, unos 250 días al año, tal y como coinciden ambos.
Uno de estos periplos fue cuando se encerraron en la antigua base militar de la Segunda Guerra Mundial en la isla de Zamami, en Japón. Allí hicieron un 'stage' particular para preparar, junto al equipo de vela del país nipón, lo que serían las condiciones que se encontrarían. Este miércoles, ambos han vuelto a acabar con la cara quemada por el sol que siempre les acompaña en cada competición. Ese rostro que es la viva imagen del sacrificio que tiene este bronce olímpico.
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