La prueba de lanzamiento de peso ha sido un espectáculo para los aficionados. Ryan Crouser (Portland, 1992), Joe Kovacs (Bethlehem, 1989) y Tomas Walsh (Nueva Zelanda, 1992) han hecho de cada tentativa una expectación brutal por ver de lo que eran capaces. Finalmente ha sido el primero, un estadounidense que ha vivido la noche de su vida. Esa melena, primero recogida en una coleta durante los lanzamientos y después desmelenada con un gorro tejano, es una de las protagonistas de los JJOO de Tokio 2020.
Si en los trials de Estados Unidos borró el registro que Randy Barnes había mantenido 31 años con 23,37 metros, este jueves ha llevado su peso siete centímetros por detrás para proclamarse campeón olímpico. Pero es que Kovacs ha finalizado con 22.65 y el neozelandés con 22.47, marcas que les harían pelear por la victoria en cualquier concurso de cualquier gran competición. Eso sí, los cinco mejores lanzamientos de la final fueron suyos, por lo que si alguien merecía todas las medallas, el oro, la plata y el bronce hubiera sido Crouser.
Esta tradición por los lanzamientos le viene de lejos. Su padre Mitch fue suplente en el equipo de disco de Estados Unidos en los Juegos de 1984. Su tío Brian se clasificó para los JJOO dos veces en jabalina y su otro tío Dean fue campeón nacional en lanzamiento de peso y disco en Oregon. Los primos de Crouser, Haley y Sam, compitieron a nivel universitario y el segundo llegó a Río 2016 en jabalina.
Pero el precursor en la familia Crouser fue su abuelo Larry. La victoria llega después de que muriera poco antes de que comenzara la cita en Tokio, concretamente el día antes de irse para competir en sus segundos Juegos Olímpicos. El pequeño Ryan solía practicar con él en su patio trasero. Crouser le reconoció que metiera esta pasión en sus venas después de la actuación ganadora de la medalla de oro: "Abuelo, lo hicimos. ¡Campeón olímpico 2020!".
Tras la final, Crouser habló sobre la importancia de su abuelo en su carrera deportiva: "Era muy pequeño cuando empujé la pelota por primera vez en su patio trasero. Practiqué en su jardín hasta octavo grado. Entonces la pelota voló tan lejos que atravesó el techo de su patio. Ha jugado un papel importante en mi carrera y perderlo antes de los Juegos Olímpicos fue triste".
Cambio de estilo
Es el momento de esta disciplina, donde la mayoría han abandonado el lanzamiento lineal para aplicarse en el rotatorio con unos resultados evidentes. Con 2,01 metros de altura, 145 kilos de piso e ingiriendo 5.500 calorías diarias, se ha quedado sin rivales en su disciplina. Sólo en los pasados Mundiales de Doha flaqueó ante Kovacs. Se tuvo que conformar con la plata, pero desde entonces los 22 metros no tienen ningún secreto para él. Ha superado la distancia más de 130 veces, en tres ocasiones se ha ido por encima de los 23 metros y cinco de las diez mejores marcas de todos los tiempos son suyas
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