Ayad Lamdassem ha estado a punto de ser la gran sorpresa para España en el final de unos Juegos Olímpicos de Tokio 2020 que ya han celebrado sus últimas pruebas. Este atleta del equipo nacional ha tenido en su mano primero la medalla de plata y después la de bronce en la maratón, pero tras fallarle las fuerzas, se ha tenido que conformar con la quinta plaza.
Ha sido en una carrera que ha dominado con puño de hierro el extraterrestre Eliud Kipchoge y donde su equipo de lugartenientes keniatas ha puesto un ritmo bastante alto al que Ayad se ha podido enganchar cuando todo se rompía. Sin embargo, cuando ya se llevaban recorridos 41 de los 42 kilómetros y 195 metros de la prueba, las fuerzas le abandonaron, llegó la crisis y con ella la decepción. Una decepción que fue momentánea, ya que este marroquí nacionalizado español terminó muy contento con una actuación histórica para él y para nuestro atletismo.
Buscando una vida mejor
Ayad Lamdassem nació en Sidi Ifni, antigua colonia española en Marruecos, en el año 1981. Su gran pasión siempre ha sido correr y desde muy joven destacó por tener un gran talento y unas capacidades impresionantes para este tipo de pruebas. Su resistencia y aguante para la media y la larga distancia hacían ver que había un joven talento en su menuda figura.
Participó en muchas pruebas en su país con resultados formidables, pero pronto se dio cuenta de que el nivel que tenía a su alrededor, tanto de rivales como de infraestructura, era muy bajo, por lo que llegó a la conclusión de que si de verdad quería dedicarse al atletismo, debía salir cuanto antes de su país para intentar apostarlo todo por su carrera deportiva. El tiempo se le acababa y era el momento de dar salto, aunque el precio a pagar pudiera ser perder la vida.
Una vez tomada la decisión de huir de Marruecos, quedaba elegir el destino. Le hablaron muy bien de Francia, pero la opción y la dificultad de llegar hasta allí no le convencieron. Su primera opción era España, y por eso decidió buscar la mejor manera de llegar sin levantar sospechas para poder empezar una nueva vida y cumplir su sueño de ser atleta. A pesar de ser muy joven, Ayad sabía que en Marruecos tendría que dedicarle demasiado tiempo a trabajar para sobrevivir y que su crecimiento como deportista sería mucho más complicado y se lanzó a una aventura desconocida para perseguir su sueño.
Llegar y desaparecer
Una vez tomada la decisión de abandonar Marruecos y llegar a España, a Ayad le quedaba la forma de encontrar cómo hacerlo, quizás el paso más complicado. Muchos atletas, como tantas y tantas personas, llegan hasta las costas españolas en las tradicionales pateras, jugándose la vida para buscar una oportunidad que muchas veces termina en desastre y muerte. Sin embargo, terminan eligiendo ese camino porque ese destino es incluso mejor que lo que tienen su propio país.
Un ejemplo muy visible de ese tipo de elecciones fue el que hizo otro destacado corredor español que también ha estado en los Juegos Olímpicos, Mohamed Katir, la esperanza nacional en las carreras de media distancia y, sobre todo, en los 5000 metros, prueba en la que parece decidido a buscar sus próximos grandes éxitos.
Sin embargo, Lamdassem tuvo más suerte que Katir y que tantos otros y pudo hacer su viaje en avión y aprovecharse de una increíble casualidad. Ayad pertenecía al equipo de cross magrebí, el cual participaba en los Campeonatos del Mundo juveniles que se celebraban en Santiago de Compostela. Fue ahí donde vio la oportunidad perfecta de poder llegar a España de una forma segura y sin levantar sospechas de sus verdaderos planes.
El atleta español voló desde Casablanca hasta Santiago y se hospedó en un antiguo hostal de peregrinos, residencia del combinado magrebí para aquella competición. Tras pasar allí algunos días, justo la noche antes de la competición, Ayad y otros compañeros decidieron poner en marcha su plan y se escaparon por una de las ventanas de las habitaciones sin que nadie les viera y sin que nadie se diera cuenta.
Nunca más volvieron a saber nada de ninguno de ellos que, lógicamente, no participaron en aquellos campeonatos del mundo juveniles y desaparecieron durante un largo tiempo sin dejar ninguna pista y sin dejar ningún rastro. Fue un plan perfecto que había salido a las mil maravillas y que se convirtió en el inicio de su nueva vida y de su carrera deportiva en España. Sin duda, un comienzo muy particular y diferente al de otras grandes historias.
Una larga carrera
Ayad, que no solo mostraba pasión por el atletismo sino que también era un apasionado de la economía, estuvo durante mucho tiempo en paradero desconocido hasta que volvió a salir a la luz. Fue en Valencia, donde estuvo unas semanas hasta que consiguió mudarse a Lleida. Allí encontró su nueva casa y comenzó de verdad su nueva carrera deportiva, esa por la que apostó cuando solo era un chaval en Marruecos y que continúa ahora con casi 40 años.
Con pena todavía por todos los compañeros a los que dejó atrás y que seguramente no tuvieron tanta suerte como él, Ayad encontró un gran grupo de atletas de su país y una organización de trabajo con la que ponerse en forma y con la que empezar a dar los primeros pasos de una carrera de bastante éxito.
De la mano de Antonio Cánovas comenzó sus entrenamientos mientras Miguel Ángel Mostaza le guiaba en sus primeros pasos por el profesionalismo como atleta de élite. Su objetivo no era otro que poder competir con la selección nacional para agradecerle a España la oportunidad que le estaba dando. Y así lo hizo cuando tras la intervención de Jaime Lissavetzky, Secretario de Estado para el Deporte y presidente del CSD en aquel momento, consiguió la nacionalidad española en el año 2007.
Ese fue el pistoletazo de salida a su trayectoria profesional, que comenzó con una victoria en el Campeonato de España por delante de una leyenda como Juan Carlos de la Ossa solo unos meses después de figurar por primera vez como atleta español. Puso su mira en las pruebas de los 10.000 metros y en ese año escaló hasta la tercera posición del ránking europeo, poniéndose como objetivo los Juegos Olímpicos de Pekín de 2008.
En todos estos años, Ayad Lamdassem se ha convertido en uno de los grandes nombres del atletismo nacional con importantes participaciones en Campeonatos de Europa, la mejor fue su cuarto puesto en el año 2010 en Barcelona en la prueba del 10.000 y con apariciones en los Juegos Olímpicos. A medida que fue cumpliendo años fue pasando a distancias cada vez más grandes y ahora se encuentra inmerso en las pruebas de media maratón y maratón completa, como ha sido el caso de estos Juegos de Tokio. Justo el año pasado, Ayad consiguió batir el récord nacional de los 42 kilómetros y 195 metros con un tiempo de 2 horas, 6 minutos y 35 segundos en Valencia, con lo que mejoraba el anterior registro que estaba en posesión de Julio Rey desde hacía 14 años.
Rozando la gloria
Desde su llegada a España, Ayad ha pasado por los equipos del Carrefour Dominiques, el C.A. Adidas, el Piélagos Inelecma y el Atletismo Bikila, para quien compite actualmente. Con su llegada a España, donde vive de manera tranquila junta a su esposa, ha cumplido su sueño que es poder vivir enteramente entregado al atletismo. De hecho, se llegó a olvidar de su carrera de económicas, la cual había iniciado en Marruecos.
Ahora, a sus casi 40 años, que serán una realidad el próximo mes de octubre, ha vivido el que seguramente haya sido su mayor momento de gloria en el atletismo con un resultado histórico para España. Ayad ha firmado en Tokio el mejor registro de un corredor español en una prueba de maratón olímpica con un tiempo de 2 horas, 10 minutos y 16 segundos y el segundo mejor resultado de siempre tras el cuarto puesto de Martín Fiz en Atlanta 1996.
La fiesta podría haber sido completa si las fuerzas no le hubieran abandonado y si un inoportuno dolor de uñas no hubiera aparecido impidiéndole esprintar en ese último kilómetro terrible en el que tuvo a tiro tanto la plata como el bronce. Al final, tuvo que conformarse con el quinto puesto, pero a pesar de su edad, sigue mirando hacia el futuro con optimismo tras un resultado que le ha puesto a la altura de los mejores del mundo, Kipchoge aparte, y ya mira hacia París 2024 con la esperanza de llegar a las medallas.
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