Ageze Kashafali llegó a los Juegos Paralímpicos de Tokio 2020 con el objetivo de disfrutar del evento más importante en el mundo del deporte y ha conseguido, casi sin darse cuenta, una hazaña que pocos imaginaban. Este corredor de origen congoleño con discapacidad visual, que ha superado grandes tormentos a lo largo de su vida, se ha convertido en el atleta más rápido de la historia en la prueba de los 100 metros lisos sobre un tartán olímpico.
El ya conocido como 'Usain Bolt' paralímpico y que compite bajo los colores de Noruega, el país que le acogió mientras huía de la guerra, ha roto todas las expectativas que había sobre su progresión con ese récord del mundo de la prueba reina del atletismo, la cual le ha permitido hacer historia y engrandecer todavía más su historia.
Kashafali toca el cielo
Salum Ageze Kashafali acaba de hacer historia en los Juegos Paralímpicos de Tokio 2020 al convertirse en el velocista que es capaz de recorrer los 100 metros lisos en el menor tiempo posible. Un crono de 10.43 que ya ha pasado a la leyenda del olimpismo y que le ha servido para colgarse el oro y para poner el broche final a una participación portentosa.
Este corredor, de origen congoleño, pero que compite por Noruega, participa en la categoría de T12 debido a una discapacidad visual, la que cual desarrolló a raíz de una enfermedad que ahora le ha dejado sin vista, pero que no le ha robado ni mucho menos la luz. Con sus zancadas, Kashafali ilumina a muchos atletas que necesitan un gran ejemplo como el suyo para seguir adelante.
Tras completar su hazaña, el propio Kashafali no se podía creer lo que había conseguido ya que sus orígenes tan humildes, en los que se jugaba la vida casi cada día, jamás le hubieran hecho imaginar que conseguiría un éxito tan grande unos años después: "No sé qué decir. Vengo de la nada, de mendigar en la calle". Estas fueron sus primeras palabras después de ganar un oro de leyenda y de destrozar la historia con la mejor carrera que se haya visto en unos 100 metros lisos sobre el tartán de cualquier competición paralímpica.
Entre guerra y hambre
La historia de superación y de supervivencia de Ageze Kashafali empieza mucho antes de que se hubiera desarrollado esa enfermedad que terminó provocándole una ceguera total y que le acercó al deporte paralímpico. Las dificultades como el hambre y la guerra eran el día a día de este joven nacido en el Congo y que tuvo que huir de su país junto a su familia para poder sobrevivir.
La situación bélica de su país provocaba que tanto Kashafali como todos sus vecinos tuvieran que salir a la calle cada día para buscar algo de comida, mendigando entre bombas y cadáveres para poder sobrevivir y aguantar un día más. Cada mañana suponía el mismo sufrimiento, intentando no formar parte de la larga lista de víctimas caían por los atentados y por la hambruna sin la oportunidad de buscar una vida mejor.
Unos bombardeos en la misma puerta de su casa que a punto estuvieron de costarle la vida fueron la gota que colmó el vaso de la paciencia y la desesperación de su familia, que tomó la siempre complicada decisión de abandonar su tierra, la República Democrática del Congo, en busca, ya no de una vida mejor, sino de una mínima opción de sobrevivir.
Fue en ese momento cuando se trasladaron en un largo viaje que finalizó en Noruega como refugiado, donde pudo comenzar una nueva vida cuando todavía era solo un niño, pero después de haber visto y haber vivido los terrores que una mente humana es capaz de procesar: "Me trasladé a Noruega como refugiado y he pasado por muchas cosas, desde las balas hasta el hambre".
Solo esa oportunidad supuso para él una lotería caída del cielo y ahora, verse entre los mejores paratletas del mundo, es algo que no puede ni llegar a creerse porque muchas mañana su sueño solo era poder sobrevivir. Sin embargo, después de pasar por todos los sufrimientos imaginables, está ahí, en lo más alto, coronado como el nuevo 'Usain Bolt' de los Juegos Paralímpicos.
El otro gran revés
Una vez llegado a Noruega, con tan solo 11 años, pasó muchos meses en diferentes campos de refugiados hasta que pudo instalarse en la ciudad de Bergen. Ahí intentó comenzó la vida de un niño normal, esa que llevaba con retraso porque casi no sabía leer ni escribir, lo que terminó provocándole más problemas en su nuevo entorno. Haber sobrevivido a la guerra le había servido para llegar a un entorno en el que se sentía, porque por desgracia lo era, un analfabeto incapaz de aprender su nuevo idioma, ya que solo dominaba el francés y el suajili.
Tras superar un difícil proceso de adaptación, victoria que consiguió gracias al apoyo de los pocos amigos que iba haciendo, comenzaron a surgirle otros problemas, esta vez físicos. En la adolescencia, esa que vivía feliz tras haber encontrado un techo y comida cada día, comenzó a perder la vista.
Los médicos le diagnosticaron la enfermedad de Stargardt, un problema en la vista que provoca la pérdida de la visión central y que se va agravando con el paso del tiempo. Kashafali, que por aquel entonces ya jugaba al fútbol en Noruega, se vio obligado a dejarlo porque no era capaz de distinguir objetos ni nada que tuviera delante. Y fue en ese momento cuando apareció el atletismo.
Nada más probar suerte descubrió que tenía un gran talento para correr, algo que ya demostraba en sus partidillos de fútbol. Sin preocuparse del balón, Kashafali era capaz de correr más rápido que nadie. Y nada más llegar al mundo del tartán y la velocidad, venció su primera carrera con 17 años, una edad muy avanzada para ser el comienzo de un deportista, pero algo mucho más frecuente en la vida de un paratleta, acostumbrados a tener que iniciar una nueva vida cuando sus discapacidades no surgen de nacimiento.
Desde ese momento, Kashafali no ha dejado de correr y de superar obstáculos a pesar de haber perdido gran parte de su visión hasta que ahora, 10 años después de aquel cambio, ha conseguido tocar el cielo en Tokio con una medalla de oro y un récord que le sitúan en el Olimpo del atletismo y que le auguran un gran futuro.
El 'farsante' imbatible
Desde que Kashafali y toda su familia consiguieron huir de las bombas en el Congo y comenzar una nueva vida en Noruega, este atleta especialista en las pruebas de velocidad ha conseguido muchos logros a lo largo de su vida. Ya no solo no es analfabeto y ha aprendido idiomas, sino que, tal y como le prometió a sus padres, cuando entró en una escuela lo hizo para no salir y ahora es profesor de matemáticas en un colegio de Bergen.
Sin embargo, los obstáculos que ha tenido Ageze han sido de todo tipo, incluso de aquellos que han dudado de su discapacidad visual durante mucho tiempo. La velocidad de Kashafali era tan impresionante que incluso ha competido durante mucho tiempo contra atletas sin discapacidad consiguiendo éxitos muy importantes.
En el año 2015 se proclamó campeón nacional en las pruebas de los 60 metros en pista cubierta y en 2019, se consagró como campeón nacional en la prueba de los 100 metros lisos a nivel absoluto. Victorias como estas han causado siempre un gran revuelo y una gran envidia a su alrededor e incluso muchos aficionados y rivales llegaron a afirmar que su discapacidad visual era falsa porque casi no se aprecia a simple vista cuando se miran sus ojos.
"No puedes ver inmediatamente que tengo una discapacidad visual. Hay que mirar un poco más de cerca, seguirme un poco, para verlo. Algunas personas pensaron que estaba fingiendo. Al principio no me creyeron". Sin embargo, Ageze Kashafali asegura que esa etapa ya pasó, como tantas otras en la vida, y ahora disfruta gracias a haberse encontrado a muchas personas que le han ayudado a llegar hasta lo más alto y a poder desarrollar todo su talento y su fuerza de voluntad.
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