El fantasma del dopaje a perseguido a Alex Schwazer durante toda su vida. Una de las principales lacras del mundo del deporte no termina de desaparecer. Después de luchar años y años para librarse de su sanción, el italiano ha confesado su adicción. El campeón de los 50 kilómetros marcha en los Juegos Olímpicos de Pekín 2008 ha explicado en su autobiografía lo vivido durante una vida que fue complicándose con la fama, hasta el punto de caer a un pozo que ahora desvela.
En el libro titulado 'Después de la línea de meta', Schwazer asegura que se convirtió en un "adicto al dopaje" y que solía viajar a Turquía, mintiendo a su novia, para que se le inyectaran sustancias prohibidas. "Innsbruck-Viena, Viena-Antalya. A Carolina Kostner y a mis padres les decía que me iba a Roma, a la Federación. Dejaba mi móvil encendido incluso por la noche, para evitar que se oyera un mensaje de la compañía telefónica turca", confiesa el atleta italiano.
Schwazer había sido sancionado con ocho años de suspensión por dopaje en 2016, justo antes de los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro, por haber dado positivo de testosterona en un control sorpresa realizado en enero de 2016. Empezó una lucha salvaje por salvar su imagen tras un primer positivo real y otro que es digno de una historia de la mafia italiana. El corredor fue inhabilitado después de un complot contra él. Por eso, se puso en manos de Sandro Donati, el entrenador que en los 80 fue apartado de la Federación Italiana por negarse a dopar a sus atletas.
El transalpino se perdió los JJOO de Londres tras dar positivo por EPO y hormona del crecimiento. Fue sancionado con cuatro años por no ser reincidente, un tiempo justo para un delito de esta altura. El marchador se equivocó en ese momento, admitió su error y se comprometió a no quedar para la historia como un dopado. Tampoco estuvo en Río de Janeiro por un polémico control en enero de 2016. Un juez había probado que era "altamente creíble que las muestras de orina sacadas a Alex Schwazer el 1 de enero de 2016 fueron alteradas para que diera positivo".
El detonante
Sin embargo, dicha sentencia del Tribunal italiano no fue aceptada por la WADA ni por la justicia internacional y también se perdería Tokio 2020. Ahí Schwazer estalló. "Quizás este verano, con la absolución legal en Italia y la prohibición para competir en los Juegos Olímpicos, algo se rompió dentro de mí y decidí cerrar mi etapa del pasado. Me sentía listo y le di el libro a mi entrenador, Sandro Donati, y a mi abogado Gerhard Brandstätter, al que le dije que no esperase un libro de investigación, porque solo hablaba de mi vida", explica en una entrevista en la Gazzetta dello Sport.
A Alex le quedan Kathrin y sus hijos, Ida y Noah. Schwazer era inocente, víctima de la más infame de las conspiraciones. El deporte lo "mató", pero él quiere seguir viviendo.
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