Un vendaval. Eso es lo que fue Novak Djokovic en el partido frente a Rafa Nadal (1-6, 4-6). No importó que el choque se disputara sobre la arcilla de París, superficie talismán para el tenista español. La superioridad del serbio fue clara, a pesar de una reacción titánica de Rafa igualando un 0-4 en el segundo set que invitó a soñar con una remontada mágica. No lo logró y el serbio selló el pase a los octavos de final. [Así hemos vivido la derrota de Nadal ante Djokovic].
'Nole' era favorito, no había dudas de ello, pero la diferencia entre ambos tenistas sorprendió a todos, especialmente en el primer set. Desde el primer momento se vio a un Nadal muy incómodo y lento en sus acciones, quizá por la carga de partidos que arrastra en estos Juegos, con muchas dificultades para aguantar peloteos largos con Djokovic.
Apenas sacó el puño a pasear Nadal en la Philippe Chatrier. Un gesto que tantas y tantas veces ha repetido en tierras parisinas. Sacó pundonor en el segundo set rompiendo el saque a 'Nole' con 0-4 en contra y avivando la llama de una posible remontada. Sin embargo, perdió su saque en el momento clave y el serbio cerró su pase a los octavos de final de los Juegos Olímpicos.
Ahora, a Nadal le queda la bala del cuadro de dobles para marcharse de París con una medalla colgada del cuello. Juega este martes con Alcaraz y son favoritos para lograr grandes cosas en la arcilla. Habrá que ver como responde el cuerpo de Rafa, muy tocado ante la carga de partidos.
Imparable
Le costó un mundo a Nadal entrar al partido. Llegaba con dudas, pero nadie esperaba una superioridad tan mayúscula de Djokovic en el primer set. El serbio solventó la manga en 39 minutos en lo que fue un festival de 'winners' y numerosos errores no forzados de Rafa.
'Nole' entró como un torbellino. Sin miramientos. Consciente de que su rival llegaba con dudas y con el objetivo de arrollar al que ha sido su rival acérrimo durante toda su carrera. Le rompió el saque en dos ocasiones y borró del mapa a un Nadal totalmente desconocido.
Por la Philippe Chatrier sobrevolaba la posibilidad de ver la segunda mayor derrota de la carrera de Rafa Nadal (contra Mikhail Youzhny por 6-1 y 6-0 en Chennai 2008), más aún con un inicio arrollador de Djokovic en el segundo set. Parecía que únicamente había un tenista sobre la tierra batida de París y en un abrir y cerrar de ojos el marcador era de 0-4.
Muestra de orgullo
Nadal negaba con la cabeza. No le salía nada. Sin embargo, resurgió de sus cenizas para levantar al público de la pista central y hacerles soñar con una remontada mágica. De golpe y porrazo el español se conectó al partido y encadenó cuatro juegos consecutivos que hicieron sembrar las dudas en el frío Djokovic.
Un repertorio de golpes paralelos, dejadas y voleas que recordaron a aquel Nadal que tantas veces ha ganado en esta superficie. Ganar era muy complicado, pero el español dejó su sello en los Juegos y evitó una derrota que hubiera sido muy dolorosa.
Djokovic, que se mantuvo aturdido durante el renacer del jugador balear, emergió de nuevo en el momento más oportuno. Rompió el saque de Nadal para borrar de un plumazo cualquier atisbo de remontada. Se llevó el dedo a la oreja desafiando al respetable de la Philippe Chatrier y quedó en su mano la estocada definitiva al partido. No perdonó y selló la victoria para avanzar a los octavos de final del torneo.