Fuera del estadio de Bercy se escucha en bucle el Born in the USA de Bruce Sprinsgteen mientras miles de estadounidenses marcan el ritmo con la cabeza antes de entrar al reciento, donde continúan su algarabía. El "USA, USA, USA" atrona en la grade. Por un instante Bercy se transforma en cualquier estado de la geografía estadounidense. 

Lady Gaga, Snoop Dog, Nadia Comaneci, Ariana Grande, Serena Williams, Michael Phelps y Gianni Infantino se agolpaban en las butacas. Nadie quería perderse el regreso más esperado. El de Simone Biles a la élite olímpica. Cuando ella sonríe, Estados Unidos gana. Este martes, el equipo norteamericano impulsado por la gimnasta, logró el oro por equipos. 

La estadounidense brilló sobre el tapiz y restituyó a su país en el trono olímpico del que se bajaron en Tokio, cuando Biles dijo 'hasta aquí'. Cuando se colocó en el pasillo que conduce, alzó la vista y visualizó el salto. Máxima concentración para su momento más delicado. Hace tres años en exacto lugar, pero en Tokio, una tormenta interna sacudió su mente y anuló las capacidades de la gimnasta. 

"Desde que entro al tapiz estoy sola con mi cabeza. Tratando con los demonios que tengo dentro de ella", aseguró Biles en los anteriores Juegos en los que dejó de competir para "no comprometer mi salud mental". En aquellos momentos, las críticas fueron voraces. "Es una floja". "Son excusas". "Es una cobarde", se pudo leer después de que anunciara su decisión. 

"Estoy haciendo un mayor esfuerzo para cuidar mi mente y mi cuerpo, lo que incluye terapia una vez a la semana. Los jueves son mis días terapéuticos, un momento para mí misma", explicó Biles. De ese laberinto escapó por completo este martes en París.

Simone Biles durante su competición en París. REUTERS.

De nuevo bajo los Juegos que tres años atrás le habían hecho quebrar y tomar la decisión de apartarse de la competición para recuperarse mentalmente junto a especialistas. Aunque había reaparecido en 2023 y había vuelto a ganar el Campeonato de Estados Unidos, este martes espantó todos los fantasmas. 

Suturó la herida de Tokio con un ejercicio brillante que desembocó en el oro olímpico por equipos, su octava medalla olímpica. Lo hizo arropaba por su público, que le reconoció su resiliencia con ovación tras ovación. La grada se entregó a ella, a la mujer poderosa y al mismo tiempo frágil que cae, se levanta y triunfa. Su concurso fue brillante.

Simone Biles durante su competición en los Juegos Olímpicos. REUTERS.

Impecable en el salto, con una puntuación de 14.900, donde raya a cotas sobrehumanas y muy solvente en el resto de aparatos. Detener su carrera deportiva para cuidar la salud mental no ha sido un viaje sin retorno. Ha regresado por todo lo alto. Dedicando sonrisas a todo el que le observa.

"Es una verdadera revancha, queríamos mostrarle al mundo de lo que éramos capaces. Seguí terapia que me ayuda mucho mentalmente y me da confianza para el resto de la competición y me siento bien físicamente", asegura la gimnasta que ya posee ocho preseas olímpicas. Cuatro de oro y una de bronce en Río y una plata y un bronce antes de retirarse en Tokio. 

El equipo de gimnasia de Estados Unidos posa con el oro olímpico. REUTERS.

A ello se suma el oro por equipos en París. Ocho medallas que todavía pueden ser cinco más en la capital francesa. Biles tiene cinco movimientos propios y busca en París un sexto en asimétricas, el único aparato que, pese a ser la reina de la gimnasia, se le resiste. 

Lo perseguirá tranquila y liberada, como se le pudo observar durante la ceremonia en el podio. Ella no es la próxima Usain Bolt ni la Michael Phelps de la gimnasia, ella es la Simone Biles. "La primera", como ella misma argumenta. Con energías renovadas, pero mismo objetivo.