Las luces del Stade France fueron perdiendo fuerza hasta apagarse por completo para dar paso ocho atletas que brillan con luz propia. Especialmente Noah Lyles, cuya candidatura a convertirse en el hombre más rápido del planeta fue la que más argumentos aglutinó. Su salida no fue buena, Thompson le aventajó en las primeras zancadas y la tecnología tuvo que dilucidar un campeón.
Llegados al ecuador de la prueba las distancias se redujeron y la realización tuvo que tirar de foto finish para establecer al nuevo campeón olímpico. 9,79 segundos. Marca personal del estadounidense que únicamente mejoró en cinco milésimas la de Thompson, subcampeón.
Suficientes para abrazar la gloria olímpica. Lyles se inclinó más, o más rápido, o de mejor manera. Sea como fuera, su pecho -que es el punto de referencia en el atletismo- cruzó la meta un pestañeo antes que el del jamaicano. Se vivieron unos segundos tensos mientras la máquina encontraba solución a tan apretada final.
Lyles señalaba a Thompson, le adjudicaba el triunfo. El jamaicano no se inmutaba, optaba por mantener sus expresiones a la espera de la resolución. Y cuando esta llegó, Noah se arrancó el dorsal para que todo París leyera el nombre del hombre más rápido del mundo.
La final auguraba diez segundos de pura agitación. Mejor dicho, prometía menos de diez segundos de igualdad porque por primera vez en la historia todos los finalistas rebajaban la decena de segundos. Nunca antes un tiempo inferior a diez segundos se había quedado fuera de la final de una prueba que parece encontrar su monarca.
Desde la retirada de Usain Bolt, los 100 metros se quedaron huérfanos de liderazgo. El trono ha ido variando de inquilino. Gatlin se impuso en el Mundial de Londres 2017; Christian Coleman en el de Doha dos años más tarde; Fred Kerley en Eugene 2022 y el propio Noah Lyles en Budapest 2023.
Se buscaba un velocista que imperase de manera predominante sobre sus rivales y el estadounidense, que abandonará París convertido en el nuevo rey de la velocidad, ha aglutinado las premisas exigidas. A Lyles le gustan los grandes escenarios para reclamar la luz de los focos.
Es un atleta grandilocuente, de esos que brillan en espectáculos ultraprocesados. Por megafonía no se había terminado de mencionar su nombre cuando Lyles ya brincaba por la pista con loas brazos en alto reclamando atención. Su carrera y la posterior tensión hasta que se conoció el ganador no fueron más que ingredientes a su rimbombante figura.
Estados Unidos vuelve a reinar en los 100 metros 20 años después, desde Atenas 2004 -Justin Gatlin mediante- no abrazaban la gloria olímpica. Noah Lyles prometió tres oros en París, ya se ha colgado uno tras una apretada victoria que ya es historia de los Juegos.