París confirma que las casualidades deben existir. Sara Sorribes y Cristina Bucsa son una pareja de dobles singular. Tras poco más de dos meses combinando sus raquetas han conquistado un Masters 1.000, se han colgado un bronce olímpico y únicamente han perdido un partido en todo este periodo, en las semifinales de unos Juegos que han coronada a la dupla nacida de la anarquía.
Mayo de 2024. Quedaba menos de una hora para que se cerrasen las inscripciones del Mutua Madrid Open cuando a Sara Sorribes recibe una llamada telefónica. Al otro lado comparece Marie Bouzkova, su pareja en el dobles femenino del Masters 1.000 madrileño. La checha le relevó que sus problemas físicos no menguaban y le impediría ser su pareja para el torneo.
Sorribes se quedó plantada, sin tándem para el torneo de casa que serviría además como gran prueba para los Juegos Olímpicos porque ya aspiraba a compaginar individual y dobles. Tenía que jugar. Necesitaba conocer la especialidad en la que competiría en París, pero no tenía pareja y el tiempo se diluía en una cuenta atrás a la que le quedaban 50 minutos de vida.
O encontraba una dupla en ese tiempo o no podría participar en el Mutua Madrid Open. Comenzó así una carrera a contrarreloj mientras caminaba por las tripas de la Caja Mágica. Buscó en el gimnasios de los tenistas, por el comedor, los pasillos... nada, ninguna raqueta andaba sin su siamés. El futuro inmediato rezumaba oscuridad y se hubiera apagado por completo de no ser por un encuentro fortuito.
En uno de esos paseos por las tripas del complejo madrileño se topó con Ion Bucsa, padre de la tenista Cristina Bucsa. "¿Ella puede jugar en dobles?", le preguntó Sorribes al progenitor. La respuesta, afirmativa, desembocó en una inscripción sobre la bocina. "A ultimísima hora", al más puro estilo español. Casualidad o destino, la seruenda dupla se alzó con el título en la capital de españa.
Y, aunque Sorribes ha seguido con su pareja de siempre estos meses, con la que ha competido en Roland Garros y Wimbledon, ha encontrado en Busca una conexión extraordinaria. Diez partidos jugados juntas saldados con nueve triunfos, solo cayeron en las semifinales jugadas en París, ante las rusas Diana Shnaide y Mirra Andreeva, esta última pupila de Conchita Martínez.
Son tenistas antagónicas las españolas. "Somos tan distintas... Cristina salió de la pista tras perder la semifinal pensando ya en que íbamos a ganar el bronce. Yo quería esperar un rato antes de cambiar el chip, pero para ella no hay otra opción. Estaba convencida de que ganaríamos en Madrid y también de que conseguiríamos la medalla aquí. A veces me colapsa un poco, pero intento seguirla. Nos compenetramos muy bien", decía luego Sorribes -con el bronce ya en el cuello- mientras Busca asentía.
Opuestas y compatibles al mismo tiempo
La expresividad de Sorribes y el callado trabajo de Bucsa. Dos caracteres muy diferentes que han mezclado beneficiosamente desde que unieron sus raquetas. Ambas cayeron en el individual el pasado lunes, además de Sorribes en el dobles mixto junto a Granollers, por lo que centraron sus esfuerzos el tándem femenino para colgarse una medalla esculpida en bronce.
España ha vuelto a triunfar en una disciplina, el dobles femenino en la que acumula ya seis medallas: platas en Barcelona 1992, Atenas 2004 y Pekín 2008; y bronces en Atlanta 1996 y París 2024. Nada mal para un deporte que regresó al programa olímpico en Seúl 1988 tras más de seis décadas de ausencia.
"Lo de apuntarnos al Mutua Madrid Open en 15 minutos igual era el destino para algo más grande. Estas cosas mágicas pasan", explica Bucsa y ahora, Sorribes asiente. La pareja formada de rebote ya figura en el libro histórico del deportes olímpico español. Ambas son un descubrimiento de bronce.