El fútbol arribó de manera clandestina París, a lo bajini que dicen ahora en Bilbao. No el fútbol en general, sino el español en particular. La resaca de la Eurocopa y el impacto mediático de la selección femenina relegaron a los de Santi Denia a un segundo plano. Ello y su fútbol, que tampoco logró cambiar la percepción una vez superada a fase de grupos. 

La victoria lograda ante Marruecos en semifinales revierte la situación y permite soñar con el oro a una selección que se reencontró con su mejor versión en el momento y lugar adecuados, aunque no por ello sin sufrimiento, el ingrediente que acompaña cada receta de esta selección olímpica. Un penalti, de esos que no se pueden cometer, amagó con mutar la situación en pesadilla. 

Emergió entonces la figura de Fermín López como atrapasueños. Se anticipó a la defensa de Marruecos para igualar de un zurdazo un partido atascado. Su gol, el cuarto en estos Juegos, mitigó el inicial de Rahimi y silenció Marsella, convertida durante toda la tarde en una sucursal marroquí. Su tanto trascendió más allá del terreno de juego.

Fue una patada al ambiente hostil y constante ebullición de una grada repleta de aficionados africanos. Una puesta en escena engendrada por la diáspora social, que dibujaba una atmósfera singular para unos Juegos. No obstante, España se impuso a eso y al resto de intangibles que sobrevolaban el partido. 

También al empuje inicial de Marruecos, a la impotencia de un partido en el que pocas cosas salían según el plan español, a las dudas en los jugadores españoles e incluso a una jauría de palomas que fueron espectadores fastuosas del partido. El resultado, una nueva final olímpica, como en Amberes 20, Barcelona 92 y Tokio 2020. La capital nipona da el relevo a París como ciudad para encumbrar el fútbol Español.

Fermín López celebra su gol anotado ante Marruecos. REUTERS.

Del mismo modo que Múnich hace con Marsella. Hace poco más de un mes, la urbe bávara fue testigo de la remontada ante Francia que selló el billete a la final de la Eurocopa. Mismo guion ha seguido la trama en la metrópoli francesa, únicamente ha variado el marco y los protagonistas. Aunque lo segundo no íntegramente. Álex Baena -Villarreal- y Fermín López -FC Barcelona- han estado presentes en ambos entornos. 

El primero engrasa una maquinaria que hace funcionar el segundo. Ambos se retroalimentan, son vitales dentro del esquema de Santi Denia. El único partido en el que no fueron titulares acabó con derrota para España. Baena y Fermín arriban en la final de París con el depósito en reserva.

Sin vacaciones y tras una temporada de 44 y 42 partidos respectivamente con sus clubes y una Eurocopa prolongada un mes por el medio. "Llegamos justos después de todo el año, pero tanto Fermín como yo tenemos que tirar de la última rayita de gasolina para poder disfrutar de una final olímpica", explicaba Baena en una entrevista con AS.

Ambos jugadores emergen como líderes de una nueva hornada talentosos futbolistas llamados a recibir el testigo exitoso de la Absoluta, cuyo nexo son Fermín y Baena. Los dos respiraron el ambiente sano y familiar que De la Fuente implantó en Alemania, lidiaron con situaciones en las que se debe tener determinación y dar un paso adelante. 

Talento prematuro y contrastado

No están solos, le acompañan una buena nómina de jugadores precoces contrastados en la élite. Arnau Tenas, jugador del PSG, es el portero titular de esta generación. Convocado por Luis Enrique para la Selección Absoluta cuando todavía jugaba en el filial del Barcelona, es subcampeón sub-21 con España. A Tenas lo escoltan cuatro futbolistas que han deslumbrado en LaLiga.

A Pubill, único lateral derecho puro de la convocatoria, lo sigue la Roma tras su temporada en el Almería. Eric García ha experimentado una redención como bastión del Girona que se clasificó para la Champions por primera vez en su historia. Como Miguel Gutiérrez, compañero de vestuario tanto de club como de Selección. El canterano del Real Madrid se ha destapado en Liga y es el comodín de Denia por el carril zurdo. Tanto lateral como extremo. 

Cubarsí debutó en abril con la Absoluta y estuvo a punto de ir a la Eurocopa tras afianzarse a sus 17 años como titular en la zaga de todo un FC Barcelona. Un central para una década. La sala de máquinas está dirigida por el mencionado Baena y Pablo Barrios, el último canterano del Atlético -desde Koke- que ha convencido a Simeone para que le hiciera un hueco en la plantilla sin necesidad de salir cedido.

Los costados los atacan Aimar Oroz y Sergi Gómez, de Osasuna y Real Sociedad respectivamente. El navarro se ha consolidado en LaLiga con 33 de 38 partidos en sus botas, mientras que Gómez aterriza en San Sebastián tras graduarse en la academia dirigida por Guardiola en el Manchester City

De Berlín a París

Ambos nutren de balones a Abel Ruiz o, en su defecto, a Samu Omorodion. El currículum del primero habla por sí mismo. Lleva portando el brazalete de capitán desde la sub-17 y sostiene el récord de más partidos disputados en la cantera de la Selección. 88 partidos regulados con 53 goles.

Omorodion, por su parte, solo necesitó un partido en LaLiga para convencer al Atlético de que era buena idea acometer su fichaje. Su SICUE en el Alavés le ha hecho madurar futbolísticamente y festejar ocho goles en su primer año en LaLiga. Son los ingredientes de una receta cuya sustancia clave reside en Baena y Fermín, los nexos de una generación a otra y los puentes aéreos entre Berlín y París.