Transcurridas las primeras 50 vueltas de la carrera de Indianápolis era mucha la calma que se vivía en el Super Speedway de Indianápolis. No era normal. Y, claro, no duró mucho más. En la vuelta 53, Scott Dixon, el poleman, de la 101 edición de las 500 millas salió volando por los aires. Un accidente tan brutal como espectacular y, por suerte, inofensivo para el piloto que ocupaba la primera posición en todas las casas de apuestas.
El británico Jay Howard perdió mínimamente el control de su monoplaza, rozó levemente el muro exterior y se precipitó hacia el interior del trazado oval. Ahí estaba Dixon, adelantando a toda velocidad por el interior y, para su desgracia, sin escapatoria posible.
En el choque, el coche de Dixon salió lanzado hacia los cielos mientras daba un vuelta de campana para, al final, estrellarse contra el muro interior, justo en el momento en que el coche del brasileño Helio Castroneves, que intentaba evitar la colisión buscando el interior del trazado, pasaba por ahí. El monoplaza de Dixon se partió de inmediato en dos y Castroneves, que estaba justo debajo, consiguió evitar que le cayese encima.
Por suerte, todos los implicados salieron ilesos y demostraron que las medidas de seguridad que la IndyCar obliga a montar en sus monoplazas -más elevadas según algunos que las impuestas por la FIA en el Mundial de Fórmula 1- funcionan a la perfección. Tanto Howard como Dixon, que querrá olvidar lo antes posible esta semana después del accidente y de que fuer atracado a punta de pistola después de conseguir la pole, salieron por su propio pie de sus respectivos coches.
Además, uno de los comisarios de carrera que se encontraba tras la valla interior del óvalo de Indianápolis justo en el lugar donde impactó Scott Dixon fue atendido por los servicios médicos del circuito, pues justo le dio tiempo a agachar la cabeza cuando el coche de Dixos impactó en la grada a escasos centímetros de su cabeza.