Juntos ganaron el Dakar en 2010 y, tras un receso de tres años, volvieron a unir sus fuerzas en 2015 en las filas de Peugeot, donde afrontan su última batalla con la marca francesa en la prueba más dura del mundo. Desde entonces Lucas Cruz (26 de diciembre de 1974, Barcelona) es quien marca el camino a Carlos Sainz y frena la fogosidad de un hombre que se declara impetuoso por naturaleza. “Carlos es impaciente y frenarlo es complicado, pero dentro del coche sabe bien lo que quiere”, señala a EL ESPAÑOL el copiloto de Carlos Sainz.
Con el regreso de Perú en la edición 2018, ¿el Dakar recupera su esencia?
Se vuelven a terrenos complicados y difíciles por la arena y las dunas. La zona también da juego para complicar la navegación. Dentro de las dunas hace mucho calor y en función de la hora del día en la que hay que cruzarlas determinan que estén más blandas o más duras. En la segunda semana, en la parte de Argentina que tenemos que cruzar, va a hacer mucho calor. El terreno va a estar muy blando y hay mucha vegetación.
Coincidiendo con el 40º aniversario del Dakar, ¿se van a encontrar muchas sorpresas?
Conociendo a Marc Coma, seguro que sí. Creo que habrá buscado la complicación y la dificultad. Cuando tienes un año para pensar y buscar la dificultad, la encuentras. Nos lo va a brindar y el terreno también es propicio para hacerlo. Incluso los días de altitud, en época de lluvias en Bolivia, serán días problemáticos por la niebla. Es una carrera larga y complicada. Después del día de descanso, el próximo 12 de enero, vamos a hacer 400 kilómetros en una etapa maratón y al día siguiente nos tocan casi 500. Hay que aprovechar la etapa de descanso para reparar el coche y dejarlo nuevo. Después hay que tener claro que el coche está bien reparado para soportar las dos especiales seguidas sin asistencia.
Marc Coma siempre ha abogado por un Dakar de espíritu africano, en el que prime la navegación. ¿Cree que lo ha conseguido?
Creo que sí, aunque el ritmo que se llevaba en África era bastante menor. Un punto de inflexión en este tema fue la entrada de Carlos Sainz en la disciplina, que marcó un cambio generacional y una transformación en el concepto de la carrera. Ahora el Dakar es mucho más rápido en cuanto a velocidad, más al sprint, pero no deja de tener ese esencia de espíritu aventurero. La tecnología, los vehículos y los pilotos han cambiado y se corre de otra manera.
Debutó en el Dakar en 2001, ¿qué le atrae de esta carrera?
Que es una carrera diferente. Me atrae la dureza, la complicación y el espíritu de la convivencia con el equipo, con el que estás conviviendo 25 días fuera de casa y que te apoya para superar los momentos complicados. En el Dakar el trabajo del copiloto es mayor que en cualquier otra disciplina y eso te hace motivarte todavía más porque parte del resultado forma parte de tu responsabilidad.
Carlos Sainz asegura que es impaciente por naturaleza, ¿cómo se consigue frenarle en una carrera en la que la paciencia es fundamental?
Frenarlo es complicado, aunque él lo tiene claro. Al final lo que hay que buscar es el equilibrio. Él es impaciente, pero cuando está dentro del coche sabe bien lo que quiere, lo que pasa, lo que sucede y comprende bien las situaciones límite. Al final es un equilibrio entre los dos. El frenarlo lo marca un poco la situación.
Usted es más tranquilo, ¿se compensan bien?
Sí, porque hay un equilibrio necesario dentro del coche. Al final pasamos mucho tiempo juntos en un metro cuadrado. Si no tienes una buena relación o buena convivencia, es muy difícil conseguir que todo funcione, todo fluya y que encima haya un buen resultado.
¿Refunfuña mucho?
[Risas] ¡No!