Etienne Lavigne se ha visto contra las cuerdas en todas las negociaciones que ha tenido en los últimos tiempos. Primero fue Bolivia. Después Chile. Y finalmente Argentina. Uno detrás de otro dijeron 'no' a acoger la próxima edición del Rally Dakar. Todos han plantado a Amaury Sport Organisation (ASO), la empresa que también organiza el Tour de Francia, el Maratón de París o el Open de Francia de golf y que ahora se enfrenta a la que quizás sea la decisión más compleja de su historia: dejar languidecer el raid más duro y famoso del mundo para que discurra únicamente por Perú o volver a África y enfrentarse cara a cara con el mismo terrorismo del que huyeron en 2008 cuando se suspendió por primera vez ante las advertencias del gobierno francés.
"El Dakar sin Mauritania no es el Dakar". Como si de un mantra se tratase y uno tras otro, los pilotos de la edición de 2008 negaban con la cabeza en el lisboeta Monasterio de los Jerónimos nada más conocerse la noticia de la suspensión de la edición de 2008. Aquel día, ASO sufrió uno de los golpes más duros de su historia. Perteneciente a Amaury, la empresa de medios de comunicación propietaria entre otros del diario L'Equipe o del generalista Le Parisien, ASO tuvo que reinventarse, cambiar el Sahara por Atacama y Marruecos, Mauritania y Senegal por Chile, Perú y Argentina.
Después de 10 años, todos los socios de ASO en Sudamérica le han dado la espalda. Se han alegado motivos económicos e incluso ambientales, como ha argumentado Chile en defensa del desierto de Atacama por el daño que las carreras off-road suponen para el medio ambiente. Descartado también Paraguay -obligaba a pasar por Argentina sí o sí-, sólo queda Perú, que espera un beneficio superior a los 700 millones de dólares en 2019 como único organizador del raid. Una reducción drástica de socios que no gusta ni a Lavigne ni a ASO.
En la misma rueda de prensa en la que se anunció que el Dakar 2019 recorrerá únicamente territorio peruano y que constará de 11 jornadas con principio y fin y Lima y con una de descanso en Arequipa, el director del Rally Dakar anunció que ya se encuentran en negociaciones con otros países pensando en la edición de 2020: "Las renuncias de Chile, Bolivia y Argentina nos han llevado a ser más activos en la búsqueda de otros países. No puedo saber cómo será la economía de estos países dentro de un año y el Dakar tiene la responsabilidad de organizar una carrera de calidad", dijo.
Lo sorprendente no es la búsqueda de nuevas localizaciones, sino que ASO haya vuelto a posar su mirada en África, el mismo lugar del que el terrorismo consiguió expulsar al raid hace ya una década.
"El Dakar es un símbolo y nada puede destruirlo", se argumentó aquel día de la cancelación. También se utilizó cuando el rally llegó a Sudamérica. Y también se utilizará cuando el rally abandone el continente americano. Porque el Dakar es aventura y, como tal, representa unos valores diferentes al resto de los deportes. Y también por eso, precisamente por eso, pudo en su día convertirse en objetivo terrorista y puede volver a serlo en el futuro inmediato si ASO decidiera volver a territorio africano.
Lavigne confirmó que la mayoría de las negociaciones se están desarrollando con Argelia, aunque también es cierto que Mauritania sería la gran ambición de ASO para 2020 (también habrían explorado sus opciones en Angola y Namibia). Tanto uno como otro son hoy por hoy dos países de riesgo en lo que a terrorismo islamista se refiere, pues si bien en Argelia se encuentra activo Al Qaeda en el Magreb (AQIM en sus siglas en inglés) y Estado Islámico ha comenzado a incrementar su presencia en los últimos años, el interior de Mauritania -la mayoría de sus tres millones de habitantes se encuentran en la costa- es el hábitat natural de los grupos yihadistas como AQIM y Al-Murabitou.
De acuerdo a un informe del Departamento de Estado de Estados Unidos publicado en julio de 2017, Mauritania no sólo representa una de las grandes amenazas terroristas de África occidental, sino que es en su territorio donde Estado Islámico ha conseguido implantar sus campos de entrenamiento -a los que acuden muchos 'occidentales'- y tiene bajo su control ideológico más de 1.000 madrasas fuera de la órbita gubernamental.
"La situación en Mauritania es una bomba de relojería de la que muy pocas personas hablan", explica Veryan Khan, director editorial del Consorcio de Investigación y Análisis del Terrorismo (TRAC, por sus siglas en inglés). "La única razón por la que alguien vendría desde un país occidental es para entrenar para el terrorismo", afirma al explicar que el país se encuentra en lo que a terrorismo se refiere en niveles del año 2011, que son las propias tribus beduinas las que alimentan los campos de entrenamiento de Al Qaeda y que cada vez son más las detenciones del gobierno mauritano en relación a Estado Islámico.
Descartados Argentina, Chila, Bolivia y Paraguay en Sudamérica y considerando los condicionantes del noroeste de África -Marruecos por sí mismo difícilmente podría albergar la totalidad de un Rally Dakar-, ASO se enfrenta a un cruce de caminos clave en el desarrollo de un raid ultrprofesionalizado, con grandes intereses económicos por parte de las grandes marcas de automoción y con un componente de aventura que muchos de los participantes independientes aún conservan.
De su decisión para 2020 dependerá en buena medida la suerte futura del raid. Quizás regrese a África y no haya desgracias que lamentar. Quizás en 2020 Argentina o Chile vuelvan a subirse al carro. O quizás, quién sabe, ASO pose su mirada en algún lejano desierto de Asia. ¿Quién sabe?