El año 2021 estaba marcado en rojo para muchos aficionados de la Fórmula 1 pero la pandemia de la Covid-19 cambió por completo los planes, incluidos los de Fernando Alonso. El asturiano había planeado volver al Gran Circo con el inicio de las nuevas reglas deportivas, pero finalmente ha tenido que asumir un año de transición en la remodelada Renault, rebautizada como Alpine.
A pesar de que esta temporada es considerada por todos como un año de transición antes de que llegue la nueva revolución deportiva y reglamentaria a la F1, el primer Gran Premio del año ha demostrado que la transición puede ser más movida que lo que muchos creían.
La llegada de Fernando Alonso, el baile de asientos entre Ricciardo, Sainz o Vettel sumado a unos ligeros cambios en el reglamento que parecen haber tocado el único punto débil del Mercedes y haber recompensado el buen trabajo de Red Bull, han sido el cóctel perfecto para que domine el espectáculo.
Para los resultadistas, Mercedes ha empezado 2021 ganando otra vez, Sainz sigue en la zona media y Alonso sigue con su gafe pero la realidad del GP de Baréin es distinta. La escudería de Brackley tuvo que sufrir como nunca para lograr un doblete que años atrás habrían conseguido muchísimo más cómodo.
En cuanto a Carlos Sainz, dejó claro que está en Ferrari por méritos propios y que cada vez se lo pondrá más difícil a su compañero Leclerc y que sumará importantes puntos para el equipo. Y por supuesto, el abandono de Alonso no refleja el fin de semana que completó el asturiano ni el verdadero nivel de Alpine.
La realidad de Alonso
Tras una jornada y media subido al Alpine A521 en los test invernales, Fernando Alonso volvió a Baréin con mucho trabajo aún pendiente al volante de su nuevo monoplaza. Si Sainz, Vettel o Ricciardo han reconocido tener problemas con la adaptación a su nuevo coche, al asturiano se le une la parada de dos años lejos del Gran Circo.
Fernando Alonso marcó un fin de semana de menos a más. En los primeros entrenamientos libres marcó un 1:33.872, en los segundos un 1:31.770 y tras reconocer que aún tenían algo en la chistera marcó 1:30.863 en la Q1, 1:30.595 en la Q2 y un 1:30.249 en la Q3 de la sesión de clasificación.
Para colmo, el miedo del asturiano a volver a enfrentarse a una salida en parado, algo que no se hace en las carreras de resistencia en donde se sale tras el coche de seguridad, también lo superó con nota, tal y como le prometió a su ingeniero tras acabar la sesión de clasificación. Alonso salió noveno justo detrás de Carlos Sainz y Lando Norris.
El Alpine salió a la perfección y el dos veces campeón del mundo demostró que recuerda como adelantar en la salida. Superó al Ferrari de Sainz y plantó cara en la curva 1 y 2 a los McLaren que batían su propia guerra particular entre ellos. Entonces, ¿dónde está el problema de Alonso?
Tareas pendientes
La realidad en el regreso de Fernando Alonso a la Fórmula 1 es que, a pesar del cambio de escudería, ha vuelto casi en la misma zona de la parrilla en la que estaba McLaren cuando se marchó a finales de 2018.
Alpine tiene el hándicap de ser el único monoplaza en la parrilla que monta el motor de Renault, un propulsor que nunca ha estado entre los más potentes y que además echará de menos los kilómetros y el trabajo que hasta esta temporada hacían los McLaren, claves para su desarrollo.
El McLaren de 2018 luchaba en la zona media de la parrila, pero no era considerado uno de los equipos de cabeza. Alpine en 2021, tampoco. Baréin 2021 demostró que la zona media va a estar muy pelada. Ferrari, McLaren, Alpha Tauri y Aston Martin plantarán cara a la escudería francesa, lo que supone que pasar a la Q3 (clasificar entre los 10 primera de la parrilla) dependerá muy mucho de la adaptación de cada equipo al circuito en cuestión.
Los problemas de Alpine pasan por ser uno de los coches más lentos en velocidad punta, algo que viene de largo en el histórico de Renault. Alonso pudo plantar cara a Sainz y Vettel durante la primera parte de la carrera pero al final acabó perdiendo la batalla, incluso antes del trágico abandono.
Pero hasta que punto la falta de ritmo de carrera es culpa del monoplaza o culpa del piloto. La realidad es que las culpas están repartidas. Comparando los tiempos durante todo el fin de semana de Fernando Alonso con los de su compañero Esteban Ocon, la balanza cae claramente del lado del español.
Está claro que Alonso supo exprimir más el A521 dentro de sus limitaciones pero ¿puede el español hacerlo mejor? La respuesta es clara, y él mismo lo reconoció: "Sí". No se trata de que el dos veces campeón del mundo esté "oxidado", tal y como ha bromeado durante el fin de semana ante la prensa, sino que la falta de test con el Alpine se ha notado en el Gran Premio.
Al igual que Alonso, Carlos Sainz, Daniel Ricciardo o Sebastian Vettel, todos debutantes en sus escuderías, han reconocido que la falta de test ha decantado su rendimiento en Baréin.
La clave: la falta de kilómetros en "aire sucio", es decir, conocer mejor cómo se comporta el coche dentro del pelotón con coches delante y peleando por una posición. El trabajo en los test se suele centrar vueltas rápidas o ritmo de carrera, en el que difícilmente se rueda con tráfico como el de una carrera. El abandono repentino fue un duro golpe en este sentido, puesto que restó a Alonso kilómetros de experiencia.
Sea como fuere, queda menos para la segunda prueba del calendario y seguro que, tal y como han confesado, Alpine y Alonso darán un paso adelante. La escudería francesa ha preparado un paquete de mejoras en el monoplaza y el asturiano se habrá quitado gran parte de los nervios del regreso. Además, volver a Ímola será seguro un gran recuerdo para Fernando de los mejores años junto con la escudería francesa.
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