Gris, de un gris oscuro y feo se ha teñido la puerta de trasera de McLaren por la que los accionistas del Grupo McLaren han dado la patada a quien ha dedicado treinta y seis años a levantar un imperio. Cada detalle y hasta cada baldosa de la megasede diseñada por Norman Foster en Woking ha pasado por la estricta supervisión de Ron Dennis, quien nunca pensó que su color preferido marcaría su última etapa al mando.
Los días previos al Gran Premio de Brasil, donde irónicamente Fernando Alonso salvaría el honor del equipo conquistando un punto en una carrera desastrosa para su imagen -como Jenson Button evidenciaba vía radio-, Ron Dennis trataba de conseguir una orden judicial que impidiera al consejo de administración prescindir de los servicios de quien levantó un imperio hoy en decadencia.
El británico es dueño del 25% del Grupo McLaren. Su amigo y aliado durante décadas Mansour Ojjeh (CEO de TAG-Heuer), que también cuenta con un cuarto del holding, en esta ocasión le ha dado la espalda a su compañero de aventuras para ponerse del lado del 50% restante, en posesión del fondo de inversión Mumtalakat, con sede en Bahrain.
Los motivos de los accionistas
McLaren no es ni de lejos la sombra de lo que fue en su mejor época. Incapaz de volver a ser protagonista bajo la bandera a cuadros, ni siquiera resulta atractiva para los patrocinadores, a los que Ron Dennis pide cifras astronómicas.
Con dos campeones del mundo con nóminas de primer nivel -más de 30 millones para Fernando Alonso y 10 millones para Jenson Button-, en 2015 marcó el nivel más bajo de su historia y esta temporada lucha por la sexta posición con Toro Rosso, que utiliza motores Ferrari del año pasado y que tiene como única función entrenar a los 'cachorros' de Red Bull.
La gestión del equipo, que tras el escándalo más vergonzoso de la F1 ha vuelto a manos de Ron Dennis, no gusta a los accionistas, a quienes ya no les convencen las excusas.
Dennis se defiende de sus verdugos calificando en un comunicado de "espurias" las argumentaciones dadas para su retirada forzosa antes del final de su contrato, tratando de hacer valer "el negocio de 850 millones en que he convertido" al Grupo McLaren.
Ron Dennis se une a la larga lista de empresarios 'despedidos' por sus propias empresas, en un mundo de negocios donde las reglas del mercado son crueles y no respetan a nadie.
El mecánico que se hizo millonario
El adolescente de Woking que abandonó sus estudios a los dieciséis años para dedicarse a la mecánica y la competición tenía una meta clara en su cabeza. La idea de abandonar sus humildes orígenes y 'limpiar' la grasa que se acumulaba en sus manos desde sus inicios -creando un ambiente pulcro, limpio, metódico y aséptico que fuera el referente en el paddock de la Fórmula 1-, se hizo realidad cuando Ron Dennis adquirió el control total de McLaren, un equipo que con él al mando conquistó diez mundiales de pilotos y siete de constructores.
Dennis pronto olvidó de dónde venía para convertirse en un ser superior que reinaba desde su trono imponiendo su criterio y personalidad en cada aspecto del equipo, dentro y fuera de la pista. Su personalidad impregnó cada aspecto del equipo. En McLaren fueron los primeros en hacer del uniforme un objeto identificativo a respetar. El blanco inmaculado fue durante mucho tiempo la insignia de mecánicos y operarios. Todos debían vestir el impoluto uniforme que pronto se convertiría en una regla a seguir por el resto de equipos y que hoy ha llegado a ser una fuente de ingresos vía merchandising.
Su rivalidad con Ferrari ha sido legendaria. Como buen británico despreciaba lo latino: el equipo de Maranello era el mito a batir, pero a la vez a imitar. El gran Enzo Ferrari se refería siempre a los británicos como "ensambladores", puesto que Williams y McLaren -a pesar de ganar constantemente- tan sólo producían el chasis. Los motores eran de otros.
Para que McLaren dominara el mundo de la Fórmula 1 por encima del mito italiano, el mecánico que ha llegado a ser uno de los quinientos hombres más ricos de Reino Unido supo asociarse exitosamente con Porsche, Honda y Mercedes, entre otros proveedores. Combinando chasis competitivos con los mejores pilotos del momento llegó a tener en más de una ocasión a dos gallos en el mismo corral, como Ayrton Senna y Alain Prost.
Megalómano incorregible
Orgulloso, megalómano y hasta irrespetuoso con los que no estaban a su nivel, como cuando en rueda de prensa se negó a dirigirse a Jean Todt cuando era Team Manager de Ferrari al calificarle de "empleado", Dennis se embarcó en un gran proyecto que inmortalizaría sus sueños de grandeza.
La faraónica sede de 348 millones de euros y 57,000 m2 del Centro Tecnológico de McLaren (MTC), situada en su pueblo natal al oeste de Surrey, ocupa nada menos que cincuenta hectáreas. Allí se erige una estructura que se funde con un lago artificial, el cual interactúa con el sistema de refrigeración del edificio. Lo curioso es que conforma el símbolo del Yin y el Yang con la estructura de cristal que llena de luz natural el centro neurálgico del equipo de Fórmula 1, en el que también se producen los turismo con los que pretenden competir fuera de los circuitos con los Ferrari.
Escándalos, Alonso y la gloria que nunca se repitió
La época dorada de Ron Dennis está completamente ligada a la evolución de su equipo de Fórmula 1 en los años 80 y 90, época plagada de mundiales junto a Lauda, Prost, Senna y Häkkinen.
Años más tarde, la era Schumacher-Ferrari había dejado huella en la Fórmula 1 y especialmente en McLaren, que fichó al encargado de parar la racha de alemán para volver a la cumbre. En la presentación multitudinaria de Valencia, Fernando Alonso era el piloto estrella que ponía de nuevo el número 1 sobre el morro de un McLaren junto a un desconocido Lewis Hamilton.
Durante la temporada, Ron Dennis, quien nunca ha apreciado a los latinos, se decantó por el bicampeón del mundo para volver a dominar el mundial a bordo del MP4-22, un coche que escondía uno de los secretos más sucios y decepcionantes de la historia de la Fórmula 1. El monoplaza que debía llevar al piloto español hacia su tercera corona se había diseñado teniendo en cuenta datos y 300 páginas que contenían los diseños de su contrincante esa misma temporada, el F2007 de Ferrari. McLaren había usado datos robados a la escudería italiana para diseñar el coche de Alonso y de Hamilton mientras el infiltrado saboteaba los coches de Maranello.
La meticulosidad de Ron Dennis que le hizo famoso parecía zozobrar ante un escándalo que pronto asistiría a un nuevo acto, como consecuencia de la pésima gestión de quien fue capaz de domar a Senna y Prost años atrás.
Mientras el escándalo estallaba, el compañero de Alonso resultó ser un niño prodigio que igualaba la velocidad del campeón asturiano y recibía los mimos de Ron Dennis, para quien el británico se convirtió en la alternativa ideal a un piloto con garantías como Fernando Alonso.
Como resultado, la guerra fría entre los dos pilotos tras el Gran Premio de Hungría pasó al cuerpo a cuerpo, a bayoneta limpia. Fernando Alonso, ni corto ni perezoso, sacó a la luz los e-mail cruzados con Pedro de la Rosa, donde se demostraba la posesión de información confidencial de Ferrari por parte de McLaren.
El resultado no pudo ser peor para el equipo de Woking. Ferrari ganó con Kimi Räikkönen sendos campeonatos mientras que McLaren fue excluida de la clasificación de constructores y condenada a pagar 100 millones de dólares.
La victoria que confirmó el declive
En 2008, con un coche que aún se podía beneficiar de la filtración de datos robados, Lewis Hamilton conquistó su primer mundial en la última curva de Interlagos, mientras en el box Ferrari celebraban el doblete en una imagen para el recuerdo. Los de Woking terminaron segundos como constructores pero iniciaron una época gris, justo el color preferido de Dennis.
Ron Dennis dejó de lado la Fórmula 1 para centrarse en la empresa matriz, pero la máxima categoría es la que sirve de exponente para el resto de actividades del grupo. Y desde 2008, no ha vuelto a levantar cabeza, a pesar de los millones invertidos por Honda en un intento de revivir los laureles de una unión que quizás nunca replique sus mejores momentos.
Ron Dennis fue el único capaz en 2007 de obligar a Fernando Alonso a cortarse el pelo y afeitarse para no 'deslucir' el pulcro 'look' de su aséptico equipo. El McLaren de 2016 lucha en medio del grupo y las 'greñas' del español llenan la página web del equipo. Dennis ya no es el que era y, por eso, sus socios le han abierto la puerta trasera de su imperio.