Llevaban esperando una década. Desde que Kimi Raikkonen se impusiese a los McLaren de Alonso y Hamilton en 2007, Ferrari no ganaba el GP de Australia. De hecho, desde el de Singapur de hace dos años, 'il cavallino rampante' no se aupaba al primer puesto del podio. Una trayectoria que este domingo Sebastian Vettel ha roto, junto a la mayoría de los pronósticos, para derrocar el reinado de Mercedes. El alemán, impecable, así como una estrategia perfecta desde el box, impidieron a Lewis Hamilton hacerse con la victoria. Carlos Sainz acabó octavo tras una gran carrera, mientras que Fernando Alonso tuvo que abandonar a tres vueltas para el final por un fallo en la suspensión del MCL32.
Desde la salida, Vettel demostró que esta temporada las distancias con Mercedes son mínimas. Se mantuvo pegado a Hamilton a menos de dos segundos hasta que el británico decidió entrar pronto a cambiar sus neumáticos ultrablandos, justo cuando Vettel se había situado en zona de DRS y amenazaba con adelantarle en pista. Sin embargo, el Mercedes salió a pista por detrás de Verstappen, que actuó de tapón para el británico durante varias vueltas. Resulta interesante comprobar que este año le va a costar a Mercedes adelantar en pista a cualquier rival. Una lentitud que permitió a Vettel estirar su parada -en la que copió la estrategia de su rival y montó blandos- y adelantar a ambos unos giros más tarde. Por apenas cinco metros. Porque cuando el Ferrari volvió a pista, tanto Verstappen como Hamilton estuvieron a punto de comérselo.
A partir de ahí, Vettel supo imponer un ritmo constante aparentemente inalcanzable para Hamilton. Fue perdiendo décima a décima en cada vuelta y terminó mirando más al retrovisor que buscando la estela del alemán en el horizonte. Bottas se acercó y mucho. De hecho, le recortó hasta situarse en torno a los dos segundos de su compañero de equipo a 15 vueltas para el final. Sin embargo, nunca llegó a poner en peligro el segundo puesto del piloto estrella de Mercedes. Y eso que fue evidente que iba más rápido en ciertos tramos. Visto lo visto, Hamilton parece haber encontrado a su escudero más leal.
Cara y cruz para los españoles
Por detrás, Raikkonen peleó con Bottas durante las primeras vueltas, pero terminó defendiéndose con uñas y dientes de Verstappen, quien estuvo cerca de darle caza. Por su parte, Carlos Sainz fue de los que más brilló, con un ritmo constante que sólo vio alterado cuando se encontró con Sergio Pérez en pista. Fue una pelea preciosa, de las que rezuman la mejor Fórmula 1. Terminó perdiendo e, incluso, perdió parte del alerón delantero en un toque con el mexicano. A seis vueltas para el final, Kvyat, que rodaba sexto, entró incomprensiblemente a boxes a cambiar gomas y el español logró escalar hasta el octavo puesto final, que le otorga sus primeros puntos de la temporada.
Capítulo aparte merece McLaren. En Melbourne se comprobó que siguen estancados en mitad de la parrilla y que sólo el buen hacer de Alonso evitó que ni siquiera se les viese en la zona de puntos. El asturiano, magistralmente sólido, mantuvo a raya los ataques de todos los rivales que tenía por detrás y rodó en décima posición durante la mayor parte de la carrera. En recta perdía distancia, pero lo compensaba con una excelsa conducción en las curvas, donde recuperaba el tiempo perdido. Hasta que el MCL32 no aguantó más. A tres vueltas para el final, cuando Ocon y Hulkenberg presionaban con más fuerza al español, se rompió la suspensión del monoplaza y Alonso, que buscaba salvar el honor propio y del equipo con un punto, se vio obligado a abandonar. El compañero de Alonso, Stoffel Vandoorne, quedó 13º, el último de los coches que acabaron la carrera.
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