El Gran Premio de Las Vegas suponía el regreso de la Fórmula 1 a uno de los lugares más icónicos de Estados Unidos. 'La Ciudad del Pecado' o 'La Ciudad de las Segundas Oportunidades', como la que en este caso se daba el Gran Circo, parecía estar llamada a acoger un fin de semana perfecto. La realidad, otra completamente diferente.
La Fórmula 1 llevaba meses calentando el desembarco de los monoplazas en Las Vegas y levantó una expectación pocas veces vista antes en el Mundial. Llevaban más de 30 años sin pisar la ciudad, desde que se corriese allí en 1982, y todo parecía estar hecho a medida para el lujo rodease a tres días marcados por el éxito absoluto.
Poco ha tardado la Fórmula 1 en darse de bruces con la realidad y estrellarse con los problemas que hay en el trazado de Nevada. Poco menos de diez minutos duró la sesión de entrenamientos libres, con la que se daba el pistoletazo de salida al fin semana, debido al accidente de Carlos Sainz.
El Ferrari del español se llevaba por delante una arqueta de alcantarilla al poco de arrancar y provocó un accidente, que por suerte acabó sin problemas para Sainz, aunque sí que dejó el fondo de su monoplaza completamente destrozado. Una situación con la que comenzó la tragicomedia del GP de Las Vegas, que vio cómo todo arrancaba con el pie izquierdo en los libres.
Y a partir de ahí, malestar en todo los sectores. El público, los equipos y los pilotos ya han mostrado su claro descontento este jueves por las decisiones de una organización que parece desbordada por todo lo sucedido en Las Vegas. Algo insólito en la Fórmula 1, que está acostumbrada a cuidar su producto hasta el mínimo detalle en su desembarco.
Caos y enfados
Poco tardó la parrilla en quedarse en vilo en Las Vegas. Un espectacular accidente de Carlos Sainz provocó que la sesión de entrenamientos quedase suspendida y, posteriormente, fuese cancelada. Una situación poco habitual y que se debió a un fallo del circuito, de esos que deberían estar resueltos y bien atados antes de que los monoplazas saltasen al trazado estadounidense.
Y a partir de ahí se desató un caos absoluto, tanto por parte de los pilotos y por parte de la organización. Los problemas de seguridad provocaron que se tuviese que revisar al milímetro el asfalto para evitar un nuevo descalabro. De hecho, la propia confirmó que había sido una tapa de alcantarilla la que se había levantado al no estar bien cementada.
Esto provocó el destrozo del suelo del Ferrari de Sainz y los problemas en el mismo lugar en el Alpine de Ocon. Encima, se desató el enfado de la escudería italiana al conocer que iban a ser sancionados, como así ocurrió, por cambiar parte del chasis. Una situación ridícula que acabó con una enorme crispación por parte de Frederic Vasseur.
El jefe de Ferrari pidió a la FIA que no fuesen sancionados. "Tenemos que separar lo que es el espectáculo y el aspecto deportivo, y el espectáculo es increíble. Pero no porque estemos haciendo esto, no tienes que hacer el trabajo en el aspecto deportivo", espetó. Sin embargo, eso no le valió para nada porque acabaron siendo castigados.
Pese a ello, la FIA reconoció que "a pesar del hecho de que el daño fue causado por circunstancias externas muy inusuales, el artículo 2.1 de la Fórmula 1 obliga a todos los oficiales a aplicar el reglamento tal y como está escrito", por lo que, "en consecuencia, debe aplicarse la sanción obligatoria especificada en el artículo 28.3 del Reglamento Deportivo".
Por ende, arreglar todo el desaguisado generado sobre la pista y en los vehículos llevó a que todo se retrasase en exceso. Un caos que no terminaba ante la tardanza de la organización en asegurarse de que se cumplían todas las medidas para los siguientes entrenamientos libres.
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De hecho, la sesión se hizo dos horas y media más tarde lo previsto. Y encima fue más larga de lo habitual, puesto que se añadió media más a los segundos libres para tratar de contentar a los pilotos y escuderías a la hora de hacer sus respectivas pruebas en Las Vegas.
Rebajas y un público castigado
Uno de los más damnificados en este primer día de Gran Premio fue el público. Muchos de los asistentes gastaron unas altas cantidades de dinero en poder disfrutar de todo el fin de semana, llegando a pagar cifras que rondaban entre los 1.000 y los 2.500 dólares en las entradas normales.
Sin embargo, la suspensión de la primera sesión ya les privó de poder ver el espectáculo que había preparado sobre la pista. En ese momento, el circuito aseguró que iba a mantener abiertos los puestos de comida y los demás establecimientos que se encontraban dentro de las instalaciones.
Poco después, y ante el enorme retraso acumulado, la organización optó por echar a toda la gente del circuito, dejando fuera a todos aquellos que se habían gastado miles de dólares. Es más, les invitaron a regresar al día siguiente, pero sin poder disfrutar de la segunda sesión.
Por otro lado, lo que se suponía que iba a ser un lleno completo en Las Vegas no ha cumplido las expectativas. Esto ha obligado a bajar de manera considerable el precio de las entradas al circuito. Hay que recordar que se vendía como una lujosa experiencia, llegando a haber paquetes que estaban alrededor del cuarto de millón de dólares.
La dura realidad ha provocado que se haya tenido que rebajar sustancialmente los precios, llegando a haber entradas por unos 500 dólares. Esto supone casi un 50% del precio inicial de venta, lo que demuestra la caída del Gran Premio de Las Vegas antes de comenzar lo interesante de este fin de semana de carrera.