Del fracaso de los Schumacher al éxito de los Verstappen: una nueva generación de 'hijos de...' llega a la F1 con todo en contra
- La historia de la Fórmula 1 está escrita por grandes apellidos que siempre serán recordados aunque a veces de forma muy distinta según la generación.
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La tradición familiar en el automovilismo ha sido una constante a lo largo de la historia de la Fórmula 1, pero pocas veces se había visto una generación tan marcada por el peso de un apellido como la que ahora irrumpe en la parrilla.
El último en sumarse a esta tendencia es el australiano Jack Doohan, hijo del legendario piloto de motociclismo Mick Doohan, pentacampeón del mundo de 500cc en la década de los noventa. Sin embargo, a diferencia de su padre —quien encarnó la máxima excelencia sobre dos ruedas—, Jack ha decidido labrarse su futuro sobre cuatro.
La temporada 2025 será la de su asentamiento definitivo en la máxima categoría del automovilismo, tras haber debutado con el equipo Alpine en el Gran Premio de Abu Dabi 2024 y tener confirmado que sustituirá a Occon el próximo año.
La historia de Jack Doohan es especial por múltiples motivos. Creció rodeado del aroma a gasolina y triunfos, pero no procedente del mismo escenario que su progenitor. Mick Doohan dominó en las motos, con cinco títulos mundiales (1994-1998) en la categoría reina, entonces conocida como 500cc (hoy MotoGP).
Parecía lógico que su hijo siguiera ese mismo camino, pero Jack se inclinó por los karts y luego los monoplazas. Curiosamente, fue Michael Schumacher, gran amigo de su padre, quien plantó la semilla que acabaría germinando en un piloto de F1.
Jack, tras destacar en categorías inferiores como la Fórmula 3 y la Fórmula 2, logró su gran oportunidad como piloto reserva y probador de Alpine. Su talento y constancia le han abierto las puertas, y en 2025 será piloto titular, cumpliendo así su sueño de competir en la categoría reina.
El caso Doohan es el más reciente, pero no el único. A lo largo de la historia de la Fórmula 1 encontramos múltiples ejemplos de padres e hijos que han corrido en la misma competición, con resultados muy variados.
Por un lado, están aquellos linajes donde el hijo consiguió igualar o incluso superar la leyenda paterna. Por otro, se hallan casos en los que el apellido pesó demasiado, y el heredero no logró acercarse ni remotamente a las hazañas de su progenitor. Entre ambos extremos, existe un amplio abanico de historias.
Manteniendo el legado
Graham y Damon Hill
Quizás el dúo más emblemático. Graham Hill fue campeón del mundo en 1962 (con BRM) y en 1968 (con Lotus), pero además logró la mítica triple corona (Mónaco, Indy 500 y Le Mans). Su prematura muerte dejó a Damon, su hijo, sin una referencia directa, pero con la semilla del talento en su interior.
Damon inició su carrera en motos antes de pasar a las cuatro ruedas, y tras ser piloto de pruebas y ganarse un asiento en Williams, se convirtió en campeón del mundo en 1996. Así, padre e hijo entraron juntos en la leyenda, ambos con títulos mundiales, algo que muy pocos han logrado.
Gilles y Jacques Villeneuve
Gilles Villeneuve, carismático piloto de Ferrari, murió en 1982 sin llegar a ser campeón, pero forjó su leyenda con actuaciones heroicas y un pilotaje espectacular. Su hijo Jacques, sin embargo, sí alcanzó la gloria en 1997 con Williams, tras una temporada de infarto que culminó con la recordada controversia con Michael Schumacher en Jerez. Jacques, de esta manera, logró lo que su padre no pudo: un título mundial en la F1.
Keke y Nico Rosberg:
Keke Rosberg fue campeón del mundo en 1982, con apenas una victoria aquella temporada, pero demostró una constancia y rapidez admirables. Nico Rosberg, su hijo, creció en una época mucho más exigente.
Tras brillar en Williams, fichó por Mercedes y vivió la intensa rivalidad con Lewis Hamilton. En 2016, Nico se proclamó campeón mundial, imitando a su padre y formando junto a los Hill la única pareja padre-hijo con títulos mundiales. La saga Rosberg ejemplifica el paso del testigo con honores.
Jos y Max Verstappen:
Jos Verstappen fue un piloto sólido, pero nunca pasó de ser una promesa que no terminó de cuajar del todo. Su mayor éxito fueron un par de podios en 1994 con Benetton, mientras Michael Schumacher arrasaba con el mismo monoplaza.
Sin embargo, el verdadero diamante de la familia resultó ser su hijo Max. Tras un meteórico ascenso, debutó con solo 17 años. Max Verstappen no solo superó los registros de su padre, sino que se convirtió en un fenómeno de la F1: ahora, con cuatro títulos mundiales en su haber, ha pulverizado cualquier comparación con su progenitor.
La familia Verstappen ilustra a la perfección el concepto de hijo que trasciende la sombra paterna y forja su propia grandeza.
Un legado difícil de igualar
Michael y Mick Schumacher
Michael Schumacher, siete veces campeón del mundo, es una de las más grandes leyendas de este deporte. Su hijo Mick llegó a la F1 con una enorme carga sobre los hombros. Tras destacar en categorías inferiores, su aventura en la F1 con Haas no resultó triunfante.
Accidentes, bajo rendimiento y un coche poco competitivo limitaron su progreso. A diferencia de Damon Hill o Nico Rosberg, Mick no logró replicar la grandeza familiar. Su salida como piloto de pruebas en Mercedes y la falta de oportunidades acabaron frenando su andadura en la categoría reina.
El abismo entre la carrera de Michael y la de Mick es un recordatorio de que el apellido no garantiza el éxito.
Ralf y David Schumacher
Ralf Schumacher, hermano menor de Michael, tuvo una carrera muy digna. Ganó seis grandes premios y subió al podio en múltiples ocasiones, siendo piloto de equipos históricos como Jordan, Williams y Toyota.
Sin embargo, David (hijo de Ralf) no ha logrado repetir siquiera el nivel de su padre ni, por supuesto, el de su tío, el legendario Michael. Hasta el momento, David no ha brillado en las categorías formativas, y su camino hacia la F1 se ve complicado. El peso del apellido Schumacher ha resultado ser una losa casi imposible de alzar.
Nelson Piquet y Piquet Jr.
Nelson Piquet fue tricampeón del mundo en los 80. Su hijo, Nelson Piquet Jr., llegó a la F1 de la mano de Renault, pero su mayor notoriedad se debió al escándalo del 'Crashgate' en Singapur 2008.
El joven Piquet no logró brillar ni acercarse a los logros paternos, y su carrera en F1 terminó prematuramente, dejándole el apellido como un recuerdo constante de lo que no pudo ser.
Mario y Michael Andretti
Mario Andretti fue campeón del mundo de F1 en 1978, y su nombre es sinónimo de éxito en el automovilismo. Su hijo Michael tuvo una breve incursión en la F1, sin el mismo esplendor.
Disputó 13 Grandes Premios en 1993, logrando un solo podio. Aunque Michael destacó en otras categorías y hoy es un reputado dueño de equipo en IndyCar, jamás igualó lo logrado por su padre al más alto nivel del automovilismo.
Este tránsito de herencias, apellidos gloriosos y presiones inmensas conforma el mosaico de una F1 que, a pesar de modernizarse y globalizarse, sigue sosteniendo el hilo conductor de las sagas familiares.
Jack Doohan es el último ejemplo de esa tradición, de esa compleja relación entre talento innato, oportunidad, genética y apellido. Quizás él logre escribir su propia historia sin que el peso del pasado sea un obstáculo insalvable.
A fin de cuentas, la rueda gira y, con ella, las esperanzas y desafíos de las nuevas generaciones. Hoy, más que nunca, el apellido puede abrir puertas, pero el volante, la pista y el cronómetro dictan la sentencia final.