¿Podría España jugar el Torneo de las Seis Naciones?
La posibilidad de que haya ascensos y descensos en la competición, cuestionado el rendimiento de Italia, podría beneficiar al XV del León, aunque Georgia y Rumanía parten por delante.
20 marzo, 2016 01:59Noticias relacionadas
La respuesta es rápida y sencilla. En estos momentos, no. Es un sueño, más bien una quimera. Ya no sólo porque el Torneo de las Seis Naciones sea una competición cerrada, sino también por la diferencia de nivel deportivo que el resto de selecciones europeas, entre ellas España, atesora ante los grandes de Europa. A lo largo de su historia, las ‘Home Nations’ (Inglaterra, Escocia, Gales e Irlanda) sólo han abierto la puerta a Francia (1910) e Italia (2000).
Desde la llegada del profesionalismo al rugby en 1996 y la entrada de Italia en el Seis Naciones, prácticamente todos los años surge la misma pregunta entre los medios especializados cuando concluye este histórico torneo: ¿debería abrirse la posibilidad de ascensos y descensos en el Seis Naciones y crear un auténtico Europeo de rugby por divisiones? ¿Se debe democratizar el rugby? La participación de los azzurri se cuestiona cada temporada, más cuando no logra ganar ningún partido y se lleva la ‘honorable’ cuchara de madera, como ha pasado en este 2016.
Esta edición del torneo oficial más antiguo del mundo ha sido una de las más igualadas de los últimos años si nos fijamos en sus ajustados resultados. Sin embargo, esa igualdad no ha sido alabada por elevar la calidad de los partidos, sino que más bien ha sido criticada por la falta de juego dinámico y creativo de las selecciones.
La evolución deportiva de los italianos desde que entraron a formar parte del Seis Naciones en 2000 se ha quedado estancada para muchos. Sus derrotas son las más abultadas del torneo, véase el 9-40 con Inglaterra, el 58-15 frente a Irlanda o el 67-14 ante Gales de este viernes. Por supuesto que Italia ha crecido en infraestructuras, clubes o fichas de jugadores. Sus equipos se han unido a la competición con equipos irlandeses, escoceses y galeses, y su juego le ha hecho colocarse en el puesto 14 del ránking mundial de World Rugby, la FIFA del deporte ovalado.
En sus 17 ediciones disputadas, ha logrado derrotar al menos una vez a todas las selecciones rivales, salvo Inglaterra, pero nunca ha sumado más de dos victorias por temporada. Los expertos hablan del juego alegre y dinámico de los azzurri, que rompen los esquemas rivales pero que pagan en exceso su falta de disciplina defensiva, que les cuesta encajar muchos ensayos por la irregularidad de sus jugadores. Además, la propia Federación italiana sufre las críticas internas y externas por los costes de la participación de los clubes italianos en la Liga Celta en vez de aprovecharla para expandir el deporte por la península itálica.
Robles y Lelos, alternativas más ‘creíbles’
Mientras se siguen cuestionando las capacidades del juego italiano, por detrás Georgia y Rumanía vienen apretando fuerte pidiendo una oportunidad de enfrentarse a los grandes del Viejo Continente en caso de que se abriera el Seis Naciones. Ambos países han crecido bajo la influencia del rugby galo. De hecho, la gran mayoría de sus jugadores juegan en el Top 14 francés. El XV del Roble es un clásico del rugby europeo desde que se oficializó la Copa de Naciones allá por los años 50, siendo siempre uno de los equipos a batir.
Georgia, por su parte, se ha hecho grande en muy poco tiempo y el actual Campeonato de Europa se le ha quedado pequeño. Los Lelos son los grandes dominadores del rugby europeo, fuera de los seis grandes, desde 2007, dejando sólo un título en 2010 frente a Rumania.
Su participación en los Mundiales en más que honorable desde que jugaron por primera vez en 2003 y en el pasado Mundial se ganaron la clasificación matemática para el próximo Mundial de Japón 2019. Concluyeron terceros de grupo en la primera fase, donde se enfrentaron a Nueva Zelanda y Argentina y derrotaron a Tonga y Namibia, liderados por su capitán Mamuka Gorgodze, alias ‘Gorgodzilla’. Rumanía no lo ha logrado nunca hasta ahora.
Sus resultados les han hecho ser los niños mimados de la World Rugby, situados los duodécimos en el ránking mundial y por delante de Italia, además de contar con el apoyo indiscutible de las instituciones gubernamentales y deportivas al dar nombre internacional a un pequeño país como Georgia.
El caso español
Mientras en los países anteriormente citados el rugby es uno de los deportes destacados, o incluso el primero, y recibe la ayuda y el apoyo sin fisuras de gobiernos e instituciones, en España el deporte ovalado pasa por ser el quinto deporte por equipos tras fútbol, baloncesto, balonmano y voleibol. Y con muchas menos fichas que el atletismo, ciclismo, judo o tenis, entre otros muchos. Un deporte sin grandes éxitos deportivos mezclado entre la marabunta de opciones para los jóvenes.
Al actual rugby español aún le falta mucho para poder competir de tú a tú con los grandes de Europa, tanto a nivel deportivo como institucional. Primero, debería tener más competitividad con selecciones como Georgia, Rumanía o Rusia, a las que ha logrado derrotar en alguna ocasión. Pero no consigue ampliar esa dinámica a varias temporadas con éxitos que completen con la consecución de un título, o al menos un subcampeonato.
En esta edición del Europeo de Naciones, España ha decepcionado. Tras una pasada temporada donde se impuso a Rusia, Portugal y Alemania, este año sólo ha podido ganar a Portugal (que desciende de categoría) y empatar con los germanos para acabar en la cuarta posición de la general.
Pese a sus más de 90 años de historia, la selección española absoluta no ha ganado ninguna gran competición. Su mejor resultado, la participación en el Mundial 1999, ha pasado de ser un acicate para las futuras generaciones a ser la típica historia de los aficionados más clásicos para contar eso de "yo estuve allí cuando el XV del León se enfrentó a Sudáfrica y Escocia en Murrayfield".
El rugby español cayó en profunda crisis en 2004, cuando perdió sus opciones mundialistas y la máxima categoría del rugby europeo. Supuso el fracaso de todo el rugby español, clubes y Federación, para adaptarse a la dinámica del profesionalismo que ya envolvía a todo el mundo ovalado. Ese tren parece que ha vuelto desde hace unos años con la salida de un gran número de jugadores españoles a las competiciones de Francia e Inglaterra, donde han podido desarrollar sus carreras deportivas y ampliar sus habilidades.
A ellos se han unido los jugadores nacionalizados. Por un lado, los nacidos en Francia, pero hijos y nietos de españoles que con la normativa internacional pueden jugar con el XV del León. La tercera pata de esta evolución de la selección nacional son los jugadores extranjeros, que una vez pasados 36 meses de forma ininterrumpida en España, pueden jugar con los Leones si no lo han hecho con su país de nacimiento.
Sin embargo, a esta buena generación de jugadores le falta mayor continuidad. Al seleccionador nacional, actualmente Santiago Santos, le toca lidiar con los clubes franceses que tienen los derechos sobre los jugadores para conseguir su cesión durante la competición, ya que tanto selecciones como clubes se solapan en el calendario. Es muy raro ver en Inglaterra, Gales o Irlanda cambios de hasta ocho o 10 jugadores entre una convocatoria y otra, en tan sólo pocas semanas.
Este es un papel que tendría que representar la burocracia de la Federación Española (FER). Tanto con los clubes galos como con la propia Federación europea o la World Rugby. Es a estas instancias en las que hay que trabajar para que entre todas las selecciones compitan con sus mejores efectivos en todos los partidos. Entre los seis grandes no suelen ocurrir estos problemas. Las ligas profesionales y las federaciones llegan a acuerdos previos para la cesión de jugadores durante las competiciones y en algunos casos los jugadores son fichados directamente por las Federaciones nacionales.
La FER, sin embargo, sufre un problema de liquidez desde que fue intervenida por el Consejo Superior de Deportes en 2014 para controlar el gasto generado durante la presidencia de Javier González Cancho, donde aún se busca dónde gastó un millón de euros por encima del presupuesto. Tampoco cuenta con un apoyo explícito por parte del CSD. El rugby a 15 nunca ha sido de los deportes ‘preferidos’ por los políticos de turno que ocupan el CSD y ahora que el rugby a 7 es olímpico le están haciendo más caso al deporte ovalado.
Una Federación que, además de los problemas económicos, con un presupuesto de tres millones de euros, sigue anclada en el pasado, con unos directivos que sufren el mal de la falta de renovación y nuevos aires que refresquen al rugby español, que lo necesita.
Además, el rugby español sobrelleva la falta de unas instalaciones de calidad para el buen desarrollo de las concentraciones y la evolución de las categorías inferiores. El deporte ovalado se caracteriza por que sus selecciones tengan estadio propio y siempre jueguen allí. Actualmente, y desde los años 50, el XV del León juega la mayoría de sus partidos en el campo Central de la Ciudad Universitaria de Madrid, propiedad de la Universidad Complutense de Madrid. Las instalaciones son vetustas y, pese a su aire clásico e histórico para muchos aficionados, dejan muchas deficiencias (aseos, seguridad y sistemas de audio) para la disputa de un partido internacional.
En conclusión, en el hipotético caso de que el Seis Naciones se abra a ascensos y descensos, sería un gran aliciente para que los jugadores se implicaran aún más en jugar con el XV del León. De seguro, no entraría de los primeros en este ‘nuevo’ Seis Naciones: Georgia y Rumanía lo superan con creces. No obstante, la medida también sería un acicate para que la Federación española pueda encontrar patrocinadores y mayores apoyos institucionales para desarrollar este deporte en España.
Pero hace falta que antes del premio se comience a trabajar desde ya. El XV del León tiene que demostrar que puede ser una de las selecciones más potentes del Viejo Continente, como ya lo ha hecho en fútbol, baloncesto o balonmano.