Hablar de Javier Sotomayor Sanabria (Limonar, Matanzas, Cuba, 1967) es hacerlo del mejor atleta cubano de todos los tiempos. Campeón mundial de salto de altura, oro olímpico, Premio Príncipe de Asturias del Deporte... Su incontestable currículum aviva el recuerdo de aquel salto mítico de 2,45 metros, una marca imposible para un hombre venido de un país del llamado Tercer Mundo. EL ESPAÑOL se ha sentado con él, nacionalizado español el pasado mes de julio, para hablar de atletismo… y de política.
De un tiempo a esta parte, Cuba se ha colocado en el centro de todas las miradas, ¿qué análisis hace al respecto?
Ha ayudado la apertura en las relaciones con los Estados Unidos. Les ha cambiado el concepto a muchas personas que a lo mejor tenían temor de venir aquí, ver que otros se han animado antes. Hablo de músicos, artistas, diplomáticos, también presidentes... que van a seguir viniendo. Ayuda mucho la belleza de nuestro país, la seguridad, la gente. Estamos de moda.
Nos encontramos en un momento de incertidumbre respecto a un posible cambio, ¿qué le gustaría que le pasara a su país y qué no le gustaría en absoluto?
Me gustaría que las relaciones con los Estados Unidos sean cada vez más fuertes. Para ello, lo primero es que se quite el bloqueo que impide que tengamos una relación normal. Los cubanos estamos limitados, en buena parte por culpa de este bloqueo. Seguro que si sucede, va a haber muchas personas con ganas de invertir en Cuba; mi pueblo crecería mucho. Lo que más me preocupa es que cuando se produzca esta apertura al mundo, se pueda perder la seguridad en Cuba.
Yo tengo un niño de tres años que anda con sus hermanos de ocho y quince años; regresan de la escuela solos porque sé que no les va a pasar nada. En mi caso, aunque sea alguien conocido en Cuba, ando confiado porque sé que no me va a suceder nada a mí ni a mis familiares.
Eso opinan muchos, el temor a que Cuba se pueda convertir en una nueva República Dominicana o Haití...
Sí, al entrar muchas personas en Cuba, no todos van a ser gente de bien y pueden influir negativamente en los cubanos. Ya se sabe que el dinero cambia a la gente y puede hacer que los cubanos hagan lo que no han hecho hasta ahora.
Durante muchos años se ha situado en la cúspide del atletismo internacional y los dirigentes cubanos han presumido de usted. ¿Cómo se define políticamente?
Yo, por lo general, soy agradecido a mi país. Todo lo que he logrado ha sido gracias a un sistema que ha hecho que tengamos 208 medallistas olímpicos. Creo que muy pocas naciones pueden presumir de tanto, siendo nosotros un país pequeño, subdesarrollado. Y sí, soy admirador de Fidel Castro. Agradecido por lo que ha hecho por el deporte. Ha sido el máximo inspirador para muchos deportistas, como es mi caso. Hablo en primera persona, pero me atrevo a hablar en nombre de muchos otros.
Cuando los cubanos salimos de Cuba, siempre se nos pregunta por la política de Cuba. Y yo digo: a Serguéi Bubka no se le pregunta por la política en Ucrania ni a Michael Jordan o Carl Lewis si están de acuerdo con mandar tropas a Siria... En ocasiones molesta, aunque tú lo has dicho con mucho respeto.
Imagino que habrá tenido centenares de ocasiones para no haber regresado si lo hubiera querido así, pero nunca lo hizo. ¿Por qué?
Respeto la decisión de cada cual. Muchos se han ido a otros mundos, por cuestiones económicas o por elevar su nivel competitivo, pero en el caso mío yo me siento bien aquí. No tengo la posibilidad financiera que habrán tenido ellos, pero aquí me siento feliz con mis pocos medios, mi familia y mi gente.
¿Con otros medios sus marcas habrían sido aún mejores?, ¿no piensa eso?
Cada cual piensa a su forma. Yo respeto la decisión de otros y pido que me respeten por haberme quedado.
Le pregunto como referente de éxito para muchos cubanos. Si conoce a alguien que piensa salir en balsa, ¿qué le diría?
Si es amigo mío, que se lo piense dos veces. Lanzarse en una balsa es un riesgo total. Si tuviera la oportunidad de decirle, lo haría. Hablar de desesperación es excesivo: eso es si te estás muriendo, si te van a asesinar... Pero no creo que la mayoría que se marche esté al borde la desesperación. Si no existiera la ley Pies Secos Pies Mojados (EEUU concede una paga de un año y ayudas a cualquier cubano que llegue a su territorio), muy pocos se irían.
En Cuba se ve mucho la emigración, pero hay más en otros países de América. Y también en Europa y África. Si esa misma ley se aplica a otros países, se quedarían medio vacíos. Si esa misma ley se aplica a México, ¿cuánta gente querría salir?
Hablemos de su carrera, ¿de qué decisiones se arrepiente y cuáles valora?
No fue una carrera perfecta, quise haber logrado más récords. Pero estoy satisfecho, tuve bastante éxito. Casi 18 temporadas entre los mejores del mundo, con récords en todas las categorías.
¿Qué momento cree que retrata su carrera?
Tuve saltos muy buenos. Si elijo los tres mejores, el de 2,45 no sería el primero. El de 2,43 en Salamanca fue mejor, un 2,40 en Stuttgart fue aún mucho mejor... pero lo que marca es lo que saltes.
No puedo sustraer la pregunta del dopaje, ¿cuál es su versión?
Mi versión es la realidad. En Winnipeg yo tenía hernia discal y quería saltar en contra de la opinión de los médicos. Quería aportar al medallero cubano. Y yo sabía que a los que ganaban les hacían pasar la prueba, por lo que si yo hubiera sido consciente de que estaba dopado, con toda seguridad no habría saltado. Y más con la hernia, estaba justificado no saltar. Luego salió la noticia sin yo saberla, salió que yo había ingerido una cantidad imposible para un humano... Alguien del Comité Panamericano lo filtró.
Entonces tuvimos un fallo con la prueba B. Desde ese episodio el comandante puso en marcha un laboratorio para que todos los atletas cubanos se consulten antes de salir al extranjero. Pero en aquel entonces teníamos poca experiencia en estos casos y cuando se hizo la prueba B salió negativa. El laboratorio dijo que se le había olvidado echar un reactivo y les permitimos hacer una nueva prueba, cuando lo que se hace siempre es aceptar lo que salga. Sin sellado ni nada, a las cuatro horas arrojó el resultado que ellos quisieron que arrojara. El error fue no haber aceptado la prueba B. Nunca se hace una C.
Mi suerte es que hubo gente que creyó en mí, como Fidel. Yo con apenas 16 años salté 2,33. Lo salté 300 veces. No tenía necesidad ninguna de doparme.
¿Que retos le quedan para el futuro?
Quiero actualizar un libro que he escrito biográfico, terminar de criar a mis cuatro hijos y seguir colaborando con la Federación Cubana de Atletismo.