Pocas personas utilizan un plural menos mayestático que Gema Hassen-Bey. Cuando habla, no se olvida de citar a ninguno de sus colaboradores y a quienes la arropan para conseguir convertirse en la primera mujer en silla de ruedas en subir a pedales con sus manos los 6.000 metros que separan la cima del Kilimanjaro del resto de los mortales. Pronuncia sus nombres con maternal dulzura y una imponderable gratitud. Y no deja de hablar en plural ni siquiera cuando relata su nueva aventura.
“Hay que preparar todavía muchas cosas. Si va todo bien, podría intentarlo el año que viene”, pronostica Gema, que sostiene que “tiene que ser en septiembre de 2017 o en febrero de 2018. Nos gustaría que fuese el año que viene, pero es un reto que tampoco tiene que tener una fecha. Es más importante que haya tiempo para que se desarrolle toda la tecnología, que es lo que va a ser el legado que vamos a dejar”.
Ese legado es más conceptual que físico: una silla que permita el acceso a casi cualquier lugar del mundo, ya sea rocoso, escarpado o frondoso. Difícilmente podría haberse diseñado si Gema no se hubiese empeñado en adaptar la suya para subir pedaleando con las manos al Kilimanjaro. “El legado que dejará este reto será lo que construyamos ahora. Especialmente la silla que desarrollemos. Si conseguimos diseñar una silla de ruedas que permita a personas con discapacidad subir a montañas o acceder a lugares inaccesibles hasta ahora donde disfrutar de la naturaleza, incluso resolver el problema de la movilidad a la gente como yo que vive en una aldea en África, yo seré feliz”. Pero no sólo la silla: “El pantalón, aplicaciones para el móvil y todo lo que desarrollemos para este reto será para que lo aprovechen otros”, apunta.
Gema agrava el tono de su voz al acordarse de aquellos lugares en los que tener una discapacidad física supone un escollo casi insalvable para la vida misma: “En África hay proyectos de escuelas, pero ninguno para ellos. Son los grandes olvidados y para ellos puede suponer una auténtica aventura simplemente desplazarse de su casa a la escuela”.
Eso sí, los avances que genere este proyecto promovido por Bey ProAction, la asociación de Gema, también tendrán una repercusión en un entorno más cercano. “En España, por ejemplo, para alguien que viva en el entorno de montaña podemos plantear el desarrollo de una nueva modalidad deportiva de mountain bike adaptada, que no existe ahora mismo. Existen las handbikes [bicicletas adaptadas para pedalear con las manos] en pista, pero creo que he sido la primera que ha participado en una carrera de mountain bike”.
Seis cimas para preparar el Kilimanjaro
Pero, ¿de dónde surge esta idea, este reto que la llevará donde ninguna otra persona con discapacidad ha llegado y que nos asusta a todos menos a ella? “Cuando me veía en alguna foto con una medalla, me planteaba '¿Es este el final? ¡Si lo más bonito es cómo he llegado hasta aquí!'. En este proyecto es igual: lo más importante para mí no es subir al Kilimanjaro, sino el camino. Por eso, no hay prisas para llevarlo a cabo”. Hay fechas en mente, pero siempre sujetas a modificaciones si es necesario.
“Hemos programado seis expediciones previas. Llevamos dos, quedan cuatro. Me lo han programado así para que vaya probándome en distintos aspectos físicos, mientras el equipo que me acompaña me va monitorizando, viendo lo que necesito. Cada cima supone un reto específico. En el Monte Abantos puse a prueba mi resistencia, porque fueron 13 horas seguidas de ascensión; en la Bola del Mundo medí mi potencia, porque subimos por pendientes de más de un 20% de elevación”. Una preparación para las 15 noches que pretende pasar al raso en su ascensión al Kilimanjaro.
Pero, ¿es que puede tener una excampeona miedo a algo? Precisamente a eso: dormir al aire libre. A pesar de ser una pionera al haber ganado el primer oro paralímpico español, de haber desafiado al sistema al defender abiertamente su bisexualidad; a pesar de haber desafiado al seleccionador del equipo de esgrima paralímpico en 2008 y de haber pasado un año en China aprendiendo en silencio las más revolucionarias técnicas de maestros con los que no podía comunicarse verbalmente; a pesar de todo ello, a Gema Hassen-Bey le tiembla la voz, emocionada, al pensar en su primera noche de acampada.
“En principio, en septiembre u octubre iremos al Valle de Ambroz. Queremos captar patrocinadores para las siguientes ascensiones que se sumen al proyecto. En este caso, La Caixa nos va a ayudar con esta cima. Estamos viendo todavía la ruta, pero lo que queremos conseguir en este caso es acampar por primera vez allí, pasar una noche. Es una cima que no es muy complicada, pero sí es muy técnica, así que también nos servirá para probar la nueva silla. Va a ser la primera vez en mi vida que haga una acampada”, explica a medio camino entre la ilusión y el pánico.
“La siguiente ascensión será en Sierra Nevada o en el Teide. En principio, si hay más financiación, intentaremos el Teide, porque tiene un perfil volcánico y se asemeja más al Kilimanjaro”, describe con naturalidad Gema, algo preocupada por la respuesta de su físico: “Es la primera vez que subiré un 3.000, para irme adaptando a la altitud y a los niveles de oxígeno”.
Para ella, ahora comienza una nueva fase del proyecto, que espera culminar el año que viene. Sin embargo, en lo único en lo que piensa es en su siguiente cumbre en Extremadura. “Este reto es el fruto de la reflexión de cinco Juegos Paralímpicos. Es un proyecto personal que nace al preguntarme '¿Para qué me ha servido a mí el deporte?'. Honestamente, yo nunca he hecho deporte. He llegado a la élite del deporte paralímpico, pero para mí el deporte es algo más profundo: superación, esfuerzo, salud. La vida me puso muy pronto entre la espada y la pared, pero el deporte me dio un arma contundente para luchar por los sueños”, sentencia.