Un enorme reguero de personas se apelotona a la entrada de la Escuela Nacional de Policía de Ávila. Son cerca de las cuatro de la tarde y en media hora dará comienzo una nueva jornada de pruebas físicas para los opositores de la Escala Básica. La expectación parece mayor que nunca, dicen algunos de los presentes en la fila. Ya han venido en ocasiones anteriores y no recuerdan tanto movimiento.
Tras pasar el pertinente control de seguridad, donde varios agentes inspeccionan el contenido de los bolsos y mochilas de los visitantes, y recorrer un largo trecho a pie hasta prácticamente el otro extremo de la instalación, se llega al pabellón de la Escuela. Un policía advierte en la puerta de que está prohibido usar los teléfonos móviles o sacar fotografías. Carteles situados en diversos puntos también lo recuerdan.
A pesar de ser un polideportivo muy amplio -los pasillos de la planta superior, por donde se accede a las gradas, están repletos de máquinas de pesas y tableros de tenis de mesa- dentro hace mucho calor. Cerca de medio millar de candidatos a Policía Nacional se concentra en el cuarto derecho del campo de fútbol sala. Mientras unos esperan tranquilos, sentados sobre el parqué, otros calientan para intentar liberarse de los nervios.
Sin embargo, una figura destaca por encima del resto; no por su complexión física o vestimenta, sino por una depuradísima técnica de carrera en la ejecución de los ejercicios para activar el cuerpo que revela muchos años de perfeccionamiento. Marta Domínguez, tan reconocible por su característico pelo corto de color rubio platino, viste toda de negro excepto las zapatillas.
La exsenadora del Partido Popular y campeona del mundo y de Europa de 3.000 obstáculos hasta que el Tribunal de Arbitraje Deportivo la sancionó a finales de 2015 por anomalías en el pasaporte biológico -dopaje-, espera su turno en una 'cámara de llamadas' abarrotada -donde malamente se puede esprintar cinco metros sin colisionar con nadie-, muy diferente a la de los grandes campeonatos que estaba acostumbrada a disputar.
Matrícula de Honor
La palentina, con el dorsal 101, se prepara para la primera prueba: un circuito de agilidad donde hay que saltar vallas, pasarlas por debajo y sortear un par de varas verticales. En la posición de listos, el pabellón enmudece. El sosiego que no ha logrado el agente con el aparato de megafonía - "¡Silencio, por favor! ¡La gente se está jugando su futuro!"-, se fragua con la figura de Marta Domínguez como centro de atención. El tiempo oficial de 9,2 segundos equivale a una nota de 10.
Apenas un par de minutos después, casi sin respiro, la exatleta aguanta colgada sobre una barra paralela al suelo situada alrededor de tres metros por encima. Cuando resiste 95 segundos, le dicen que se baje, que ya ha obtenido la máxima calificación posible. Pero la mayor exhibición llega sobre el tartán: calza ahora unas zapatillas voladoras y se extraña verla correr sin su mítica cinta rosa; la diferencia con el resto de compañeras es abismal.
En la grada se respira una profunda curiosidad. Varios grupos de agentes se arremolinan con el dedo en el cronómetro, esperando el pistoletazo de salida. Con poco más de una vuelta recorrida, se empiezan a escuchar los primeros comentarios en la tribuna: “Es que le saca ya media pista a la segunda… ¡Y parece que va al trote!”, o, “seguro que no está ni sudando”. Pero también emergen algunas voces de ánimo. El registro de Marta Domínguez en los 1.000 metros es de 3’10”. El tercer diez de la tarde.
Antes de abandonar radiante de felicidad la Escuela Nacional de Policía de Ávila, EL ESPAÑOL intenta hablar con la exatleta, pero el periodista, recibe un “no” como respuesta.
Los posibles compañeros, escépticos
La jornada vespertina está cargada de comentarios relativos a Marta Domínguez, no sólo en cuanto a sus sensacionales marcas, sino que surge el debate sobre su idoneidad para convertirse en Policía Nacional. Legalmente, su candidatura es impecable, pero ¿y moralmente? El mundo del atletismo ya no la mira con ojos de admiración, existe recelo hacia su persona; y de la política se fue por la puerta de atrás, justo un día antes de que se conociese la resolución definitiva de tres años de inhabilitación por parte del Tribunal de Arbitraje Deportivo. Ella siempre ha defendido que “nunca” se ha dopado.
De todos modos, la exsenadora cuenta con un montón de apoyos. La defiende gente que está preparando las oposiciones en la misma academia que ella. Dicen que tiene todo el derecho del mundo a presentarse, que con ellos es muy maja y que siempre echa un cable cuando las fuerzas flaquean en las series. El mismo argumento, de cumplir todos los requisitos, lo sostienen también varias de sus rivales por una plaza en el Cuerpo. No obstante, la palabra “enchufe”, pronunciada tanto por gente del público como por los opositores, es una sombra imposible de disimular.
La división es patente en todos los estamentos, también entre los propios agentes. Mientras que unos se muestran especialmente precavidos y se amparan en el “todo el mundo se puede presentar”, otros son mucho más reticentes e incluso lo califican de “vergüenza”. Aducen que alguien que no ha sido de lo más ejemplar, no debería entrar a formar parte de una institución en la que se supone ha de dar ejemplo. Pero matizan: si aprueba y trabaja correctamente, bienvenida sea.
Tras arrasar en las pruebas físicas, a Marta Domínguez todavía le quedan varios obstáculos más que saltar para convertirse en Policía Nacional, bien sea a través de la Escala Ejecutiva –donde sacó un 9,33 en los ejercicios físicos– o de la Básica. En ambas ha de aprobar el examen teórico –19 de noviembre y 3 de diciembre respectivamente–, el oral de inglés, un psicotécnico y la entrevista final.
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