En la grada del Progressive Field de Cleveland, una joven aficionada de los Chicago Cubs levanta con firmeza una pancarta serigrafiada con el lema It´s gonna happen. Su equipo está a un par de jugadas de enterrar una maldición que perdura desde 1908: más de un siglo sin deleitarse con el sabor del triunfo en las Series Mundiales de las Grandes Ligas de Béisbol. Hasta el último instante, la sombra de un trágico derrumbe –ya protagonizado en ocasiones precedentes–, no se difumina. Los Indians empatan el partido a 6 carreras en la octava entrada. Nadie anota en la novena y es necesario recurrir a un extra inning para coronar al campeón. Pero va a ocurrir, esta vez sí. Da igual que el partido se suspenda unos minutos por la lluvia, los Cubs tienen que ganar.
Si la gran historia del deporte se escribe a través de diminutas pero irrepetibles gestas, a estos Chicago Cubs, por méritos propios y por todo el contexto que envuelve su triunfo (8-7), les corresponde una mención de honor. Porque tras regresar a las Series Mundiales 71 temporadas después, y cuando todo parecía abocado a la prolongación de la sequía –caían por 3-1 ante los Cleveland Indians tras los cuatro primeros encuentros–, los ‘cachorros’ rugieron con la fuerza del león. Solo seis equipos en la historia de la MLB habían sido capaces de dar la vuelta a un 3-1 en contra. Ya les pueden ir borrando la etiqueta de lovable losers.
Más allá de romper al fin todo tipo de estadísticas negativas históricas, sobre todo la de 108 años de sequía, el épico enfrentamiento entre Cubs e Indians fue un manjar del mejor caviar posible. Un séptimo partido del Clásico de Otoño decidido en la prórroga, con los locales reviviendo cuando prácticamente vagaban sin rumbo por el campo y con la sensación de que había más miedo a ganar que a perder. Y es que entre ambos conjuntos sumaban la friolera de 176 años sin descorchar el champán en las Series Mundiales.
"Conozco a mucha gente que está pensando en sus padres y abuelos ahora mismo en Chicago y eso es de lo que va todo. Lo que hemos logrado va más allá de estos 25 jugadores, es más grande que esta organización. Se trata de esta ciudad y de los fans que se han quedado prendados por este equipo para siempre", dijo el general manager de los Cubs Jed Hoyer al término del encuentro. Y la juventud del grupo induce a pensar que esto es el principio de algo grande: "Estos chicos solo miran al futuro, y su futuro es brillante", sentenció el bateador de 39 años David Ross, que puso el punto final a su carrera por todo lo alto.
Un año más tarde
Para los más creyentes en sucesos paranormales y conjeturas descabelladas, el 2015 debía ser, de una vez por todas, el año cubbie. Así lo había previsto la película Regreso al futuro: cuando Marty Mcfly y Emmet Brown viajan en el tiempo hasta el 21 de octubre de 2015, una pantalla tridimensional anuncia la victoria de los Chicago Cubs en las Series Mundiales. “Ojalá pudiese volver al inicio de la temporada y poner algo de dinero a favor de los cubbies”, dice el científico.
Pero la profecía cinematográfica se demostró errónea cuando los Cubs cayeron en la final de la Liga Nacional (NLCS) ante los New York Mets (4-0) y los últimos reductos de esperanza se evaporaban desde Wrigleyville. Sin embargo, tan solo un año más tarde, los fans de los ‘cachorros’ por fin han recibido la recompensa frente a tantas temporadas de penurias. Quizás, el sistema eléctrico del DeLorean registrara un mínimo pero determinante error: la luz inferior izquierda estaría fundida y por eso en la pantalla apareció un 5 (2015) en vez de un 6 (2016).
La ventaja desaprovechada
En cuanto a los Indians, no pudieron aprovechar una situación inmejorable para poner punto y final a su particular maldición: una sequía que dura ya 68 años. Y sumando. Paradójicamente, si sus vecinos del baloncesto, los Cavaliers de LeBron James, remontaron un 3-1 en las finales de la NBA ante los invencibles Golden State Warriors, ellos pecaron de todo lo contrario. El ‘año Cleveland’ se quedó sin guinda.
En la 'Tribu', la derrota dejó sensaciones enfrentadas de decepción, evidentemente, pero también de orgullo ante una temporada casi perfecta, como bien recalcó el jugador de segunda base Jason Kipnis: "No tenemos nada de lo que avergonzarnos. Luchamos hasta el final y superamos todas las cosas que podrían lanzar contra nosotros. Hemos tenido muchas lesiones pero nunca lo usamos como excusa. Todo lo que hemos hecho es estar concentrados y seguir luchando. Desplegamos un gran juego para forzar la entrada extra de un séptimo partido de unas Series Mundiales, así que me voy con la cabeza bien alta".