El sueño que envuelve a Ruth Beitia es una fuente inagotable de peripecias resueltas siempre con la misma escena: una sonrisa de dos metros, alguna lagrimilla jubilosa que resbala sobre el rostro blanquecino, la elegancia de acicalarse con la rojigualda y un metal colgado al cuello. Esta prórroga, que empezó a los 33 años y ya se extiende más allá de un ciclo olímpico, conserva salud plena a pesar del empacho de medallas. Porque su secreto, el motor que da alas a Ruth Beitia, es la felicidad de disfrutar de lo que más le gusta: saltar. Y mientras esto no se consuma, el sueño no expirará.

Cuatro años después de anunciar que se retiraba, la pasión que siente por su deporte y la constancia del trabajo diario, le han regalado una segunda juventud impregnada en tintes dorados. De los Juegos de Londres se marchó con un sabor agridulce. Colgó las zapatillas de clavos por unos meses —en los que se dedicó a patinar por los alrededores del aeropuerto de Santander—, pero sabía que tenía un reto pendiente en forma de medalla olímpica. Y volvió a la alta competición. Por aquel entonces quedaba una larga travesía hasta la cita de Río de Janeiro, pero disfrutando de cada competición como si fuese la última, la santanderina aterrizó en Brasil en su mejor momento, tanto a nivel emocional, como de resultados. “La vida me ha dado una segunda oportunidad”, repite cada día. Y no la ha desaprovechado.

Beitia wins high jump gold at her fourth Olympics

Logró el oro en los Juegos; en Ámsterdam se subió por tercera vez al cajón más alto del podio de un campeonato de Europa, y en la Diamond League firmó su segunda victoria consecutiva. Además, desde octubre, su nombre reluce en la entrada del Complejo Municipal de Deportes de Santander. 2016 ha sido el año, en mayúsculas, de Ruth Beitia; el broche final del epílogo jamás soñado. Aunque ese desenlace está inconcluso y a expensas de ser revisado en la nueva temporada atlética. Porque todavía quedan fuerzas y un par de hojas para escribir un par de líneas más…

ATLETISMO DESDE BIEN PEQUEÑA

En la familia de Ruth Beitia (Santander, 01/04/1979) siempre se ha respirado la esencia del atletismo. Es la menor de cinco hermanos, todos atletas, al igual que sus padres, José Luis y Aurora, unos apasionados del deporte rey —su progenitor fue juez en Barcelona 92— que llevaban a sus hijos a las competiciones a bordo de un Renault 12 familiar. En el maletero de ese coche viajaba una niña flacucha y espigada cuya sonrisa copa ahora todas las portadas. 

Los primeros pasos de la hoy indiscutible mejor atleta española de todos los tiempos ya apuntaban maneras. Destacaba en las carreras de fondo y de campo a través, pero no fue hasta los once años, edad con la que conoció a Ramón Torralbo, su entrenador de toda la vida, cuando descubrió que su cuerpo estaba predestinado para el salto de altura. Al técnico le llegó un diamante en bruto sin pulir y, 26 años más tarde, su pupila se ha convertido en la atleta nacional más laureada de siempre con catorce medallas internacionales.

“Siempre que venía a la pista, Ruth se paraba en la colchoneta donde estaba entrenando su hermano. Le encantaba saltar, tenía mucho tobillo y lo hacía muy bien. Por su tipología, el fondo la abandonó a ella. Ya no tenía la misma facilidad para correr largas distancias y ese fue un momento en el que se centró en otras especialidades. Reunía las condiciones adecuadas para los saltos o las carreras de vallas”, cuenta Torralbo.

La humildad es una de las características más palpables en la personalidad de Ruth Beitia. Las temporadas se suceden y la cosecha de metales aumenta paulatinamente, pero desde su círculo más cercano manifiestan que “sigue siendo la misma persona de siempre”. Tanta victoria no ha sido un impedimento para mantener los pies en la tierra.

Esa chiquilla que le llegó a Torralbo con once años es hoy una veterana de 37. La progresión de la saltadora cántabra sería inimaginable sin su preparador, al que define como su “otro 50%”. Ambos se han complementado en el vuelo hasta lo más alto; mientras Ruth crecía como atleta, Ramón lo hacía como entrenador. “Son como padre e hija”, comentan sus allegados.

La santanderina habla maravillas de su técnico: “Él siempre ha confiado en mí. Me ha enseñado qué es este deporte y valores como saber ganar, saber perder, el compartir, el respetar a los rivales, el compañerismo, el competir, la perseverancia, el esfuerzo… valores que se pueden extrapolar a cualquier aspecto de la vida”.

“ES LA MEJOR DENTRO Y FUERA DE LA PISTA”

Para las jóvenes promesas que empiezan a asomar la cabeza entre la élite del atletismo español, la alturera cántabra es un claro ejemplo a seguir. A Saleta Fernández la acogió con los brazos abiertos. La también saltadora, natural de Monforte de Lemos, que estaba entrenando en el Centro de Tecnificación Deportiva de Pontevedra, necesitaba un cambio de aires para seguir progresando. Y qué mejor que seguir la estela de la gran Ruth Beitia.

“Al llegar, la veía como Beitia, no como Ruth. La veía más como un ídolo. Después, a medida que vas conociendo a la persona más que a la figura, te das cuenta de todo lo que vale. Es una de las personas más grandes que me ha dado el atletismo. Me facilitó su casa, me hizo una más de la familia...”, confiesa Saleta, que ha mostrado una gran mejora esta temporada. “Es una luchadora; hace todo lo que sea por sus compañeros y familiares”.

A los 37 años, ¿cuál es su secreto para estar disfrutando del mejor momento de su carrera deportiva? “Casi siempre se toma una cervecita -Colegiata, artesanal de su tierra, Santander- después de cada entrenamiento para recuperar”, dicen entre risas quienes la conocen bien. Pero uno de sus grandes logros, la ausencia de lesiones graves, se debe, esencialmente, a un constante trabajo preventivo.

“Tiene un gran equilibrio tanto físico como mental. Ella siempre ha estado muy regular alrededor de los dos metros, lo que le ha dado un montón de energía para seguir”, revela su entrenador.

Atletismo - Ruth Beitia - Campeona de Europa 2016

Saleta Fernández, que lleva más de un año entrenando en el grupo de Ramón Torralbo, recalca que la ilusión y la pasión que muestra Ruth por el atletismo, "es el motor que la mueve. La ves entrenando y te preguntas de dónde sacará tanta vitalidad. Da lo máximo en cada sesión. ¡Antes de viajar a Ámsterdam estuvo intentando dos metros!”

En una prueba tan psicológica como el salto de altura, donde el deportista se enfrenta a una barra que no puede ser derribada, el atleta tiene un montón de rituales y manías. Ruth habla al listón, le sonríe, le mira de forma desafiante mientras levanta el brazo derecho y mueve los dedos antes de encarar las nueve zacandas de la carrera de aproximación. Así una y otra vez, repitiendo siempre el mismo esquema. Antes de competir, la santanderina necesita hablar con su madre, esté en Pekín, en Londres, en Río o en Madrid.

Su entrenador Ramón Torralbo cuenta que Ruth es “muy metódica. Desde que se acuesta el día anterior hasta que acaba la competición, lo tiene todo controlado, todo calculado”. Esos rituales le han llevado a sobrevolar los 2,02 metros, su mejor marca personal.

DISFRUTAR COMO ÚNICA PREMISA

A lo largo de las últimas fechas, Beitia ha ido repitiendo que ya no se toma el salto de altura como una profesión, sino que ahora se ha convertido en su mayor pasión. Se lo pasa genial saltando. “Disfruto mucho más ahora que en mis inicios. Cuando empiezas, estás madurando, lo pasas peor. Ahora ya estás curada de todo y no hay ninguna presión”.

En una entrevista con EL ESPAÑOL el pasado mes de febrero, la santanderina le ponía título a su vida: “Nunca quiero despertar”. Pero el sueño que está viviendo no es fruto de la casualidad, sino el resultado del sacrificio y entrega en cada sesión de técnica, repetición de sentadilla o tanda de multisaltos. “Siempre le ha encantado el atletismo, tenía las condiciones adecuadas y la fuerza de voluntad necesaria. En las categorías inferiores, aunque el atleta gane medallas, es fundamental demostrar capacidad de esfuerzo. Y Ruth siempre lo ha hecho”, dice Torralbo. 

“Ha sido una persona muy centrada a lo largo de su vida”, continúa el técnico, “lo tenía muy claro todo: al principio, disfrutar como cualquier joven; ahora ya lo vive más relajada. Es una líder capaz de ayudar a los demás y sacrificarse por ellos en todo momento”.

FISIOTERAPEUTA, PROYECTO DE PSICÓLOGA... Y DIPUTADA

Diplomada en Fisioterapia, Técnico en Actividades Físicas y Animación Deportiva y monitora de atletismo, Ruth Beitia no dispone ni de un momento de respiro fuera del tartán. Se levanta a las siete de la mañana y hasta que se acueste. Desde el 2011 es diputada regional por el Partido Popular de Cantabria y está matriculada en el grado de Psicología por la UCAM (Universidad Católica de Murcia), una pasión que ha descubierto recientemente y que quiere enfocar al ámbito deportivo. De hecho, el componente psicológico —controlar las situaciones que se desarrollan durante los concursos, la tranquilidad, la confianza— se ha constituido como uno de los pilares sobre el que se han cimentado sus últimas grandes victorias.

Ruth Beitia 2.02

La santanderina es una de las caras más reconocidas y valoradas del deporte femenino en España. Además, no se corta cuando hay que levantar la voz ante una injusticia. En 2012, el año que la selección de fútbol ganó la segunda Eurocopa consecutiva, los jugadores recibieron una prima de 300.000 euros. Beitia percibió solamente 5.100 euros por su título de campeona continental, aprovechando para lanzar una reflexión sobre si verdaderamente merecía la pena tanto sacrificio para tan poca recompensa.

Beitia también imparte charlas en los colegios a los niños pequeños o a los jóvenes del CAR. Su principal leitmotiv es que hay que disfrutar con el deporte, aunque sin olvidar la obligación de estudiar y formarse académicamente. Cuando diga adiós a las pistas de forma definitiva, no le faltarán ocupaciones.

SIN FECHA DE CADUCIDAD

Pero ese momento, por lo que sus palabras dan a entender, parece todavía lejano en el tiempo. En un principio, los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro se revelaban como la última gran competición de Ruth Beitia. Sin embargo, nutrirse del jugo dorado del triunfo, que en su caso parece exprimido directamente de la fuente de la eterna juventud, le ha insuflado un nuevo chute de energía para no soltar aún su corona. El epílogo es ya un capítulo más largo y fructífero que el resto de la historia.

Ramón Torralbo dice que “un deportista se tiene que retirar cuando ya no disputa una final, porque eso significa que ya no estás al nivel. El cuerpo [a Ruth] le ha respetado, aunque le cueste recuperar un poquito más. Entrena perfectamente, se sacrifica más que nunca y todos hemos visto que fue un acierto que volviese”. Las medallas y el diamante en este 2016 así lo corroboran: Beitia ha sido capaz de imponerse a tres generaciones diferentes de saltadoras. Entonces, ¿por qué va a decir adiós, a retirarse —esa palabra tan, tan… ¿emotiva, simbólica, temida? para los deportistas— cuando es la reina de las alturas?

Con la llegada de enero, la nueva temporada afronta ya las rampas de la pista cubierta, con cima en el Europeo de Belgrado (del 3 al 5 de marzo). Aunque el gran premio, el campeonato del mundo (del 4 al 13 de agosto), el único gran título ausente en el palmarés de la santanderina, se resolverá en el Estadio Olímpico de Londres. Allí, Ruth, con 38 años y la aureola de campeona olímpica, volverá a pisar el tartán donde todo terminó, pero, al mismo tiempo, donde todo volvió a empezar. Nunca una medalla de chocolate se convirtió en tantos kilos de oro.

Hasta que no le corten las alas —las de la ilusión, las ganas de divertirse, de disfrutar—, Ruth Beitia seguirá franqueando listones de forma impecable; y su eterna sonrisa, brillando radiante como el faro que guía e ilumina al atletismo y al deporte español.