Durante años, en diversos lugares, los niños -en masculino- “nacían con un pan debajo del brazo”. ¿La razón? La familia, con un varón más en el hogar, tenía dos manos más para trabajar y traer dinero a casa. Ese es el origen de una expresión que, con el tiempo, ha ido mutando. En Valencia, por ejemplo, se podría asegurar que los críos -ya hablando de ambos géneros- vienen con una horchata; en La Mancha, con un queso; y en La Rioja, con una botella de vino. En cualquier caso, el retoño casi siempre llega con comida. Excepto en Terrasa (Cataluña), donde el regalo es un palo de stick, como bien sabe Quico Cortés (Terrasa, 1983), subcampeón olímpico en Pekín 2008, consultor en Accenture y portero de hockey sobre hierba, ese “gran deporte abandonado por las masas”.
En gran parte de España, por lo general, es complicado encontrar a un niño con un stick metido en la mochila. En Terrasa, sin embargo, es lo normal. La localidad catalana podría ser, como la definió el internacional Marc Sallés en conversación con este periódico, “la Silicon Valley de este deporte”. Por eso, precisamente, los dos clubes más potentes de la competición nacional (el Egara y el Atlètic) son de allí. “Ellos han liderado el campeonato durante los últimos 50 años”, reconoce Quico. Con la única excepción del Polo de Barcelona, “que ha ganado algunas ligas últimamente”. Y por eso, también, casi el 50% de los jugadores de la selección española son nacidos allí.
Esta circunstancia, quizás, es una de las razones por las que en este deporte no hay ni un Fernando Hernández ni un Carlos Márquez (los dos protagonistas de las dos primeras entregas de este serial). Es decir, el hockey no ha tenido, como el balonmano o el fútbol sala, una época de expansión. Ni siquiera en los tiempos del boom inmobiliario. La inversión, más o menos, se ha mantenido a lo largo de los años, pero la liga, aunque crezca poco a poco, sigue estancada en cuanto a repercusión. El incremento de licencias (de 7.356 en 2008 a 12.346 actualmente) no ha supuesto en ningún caso la subida de los salarios. “La mayoría de los jugadores no son ni mileuristas. Ganan entre 400 y 600 euros, y además entrenan a chicos en la escuela de club. O eso, o ganan 500 y se dedican a otra cosa”.
¿Quiere decir esto que el hockey está en crisis? Depende cómo se mire. “Yo creo que no”, responde Quico. “Los clubes tienen socios y el dinero da para mantener la escuela y pagar los desplazamientos”. Él, por ejemplo, no cobra, pero tampoco paga nada. Es decir, si la liga se asume como es ahora mismo, “básicamente amateur,” es sostenible. Por tanto, no hay más que hablar. Pero claro, por otra parte, de cara a la selección, eso es perjudicial: “El no tener una remuneración adecuada no echa a nadie para atrás. Al final, el que quiere sigue jugando con su club. Pero el régimen de selección es muy exigente. No todo el mundo tiene la suerte de poder compaginar trabajo y deporte, como sí he hecho yo. España ha perdido grandes jugadores por este motivo. Hay personas que renuncian a su empleo y otras que no. Se ha de tener un plan atractivo y una remuneración adecuada”, sentencia el subcampeón olímpico.
SUSTITUTO DE MATES, AYUDANTE EN UN MUSEO Y CONSULTOR
Quico Cortés eligió disciplina de forma involuntaria. “Mis padres vieron que había tenis y hockey, y decidieron meterme en un deporte de equipo”. Eso fue a los 6 años, cuando descubrió el stick y entró en la escuela. A partir de ahí, comenzó a quemar etapas hasta llegar al primer equipo del Egara, su club de siempre, en el que empezó y en el que espera terminar su carrera. “Me he pasado toda la vida aquí. Sólo he faltado un año que estuve en Holanda jugando”, explica.
Durante este periodo, jamás hizo hockey para ganar dinero. “Simplemente, jugaba y me lo pasaba bien”. Y así, poco a poco, fue asentándose en su club y en la selección. En el Club Egara, debutó con 17 años. “Entonces era el más pequeño y ahora soy el más mayor”. Y con España, se puso bajo palos hace más de una década y ahí sigue. Se colgó la plata en Pekín 2008, fue sexto en Londres 2012 y quinto en los últimos Juegos de Río de Janeiro 2016. ¿Y en el futuro? “Ya se verá. Ahora estoy de resaca olímpica”, bromea.
Pero mientras tanto no ha estado parado. Quico estudió y llegó a la Universidad. Se sacó la licenciatura de Física y jamás ha estado del todo dedicado al hockey exclusivamente. “En 2009 y 2010 hago de sustituto como profesor de Matemáticas en un colegio y tras terminar aquello, ayudó en un museo de ciencia con las exposiciones de física. Pero eso era a tiempo parcial. Realmente, cuando empiezo a jornada completa es al entrar en Accenture, en 2011”. Y eso es lo que le da de comer actualmente.
Para cumplir con todos sus quehaceres, Quico se levanta temprano, entra a trabajar a las 8:00 y sale a las 19:00 horas. “Y después me voy a entrenar", reconoce. Eso sí, ahora está tranquilo. El problema lo tiene cuando hay régimen de selección. “Entonces es más complicado”. Durante el año olímpico, los internacionales, en dos grupos (uno en Madrid y otro en Barcelona) se reunen a entrenar todos los martes y miércoles. “Eso, más alguna concentración que hicimos en invierno, como las tres semanas que estuvimos en Sudáfrica”.
DIFICULTADES PARA COMPAGINARLO TODO
Quico reconoce que ha tenido suerte. A la hora de entrenar, como miembro de la selección, ha recibido la beca ADO para deportistas olímpicos, una ayuda que está sujeta a resultados. “También he contado con facilidades para cambiar algún examen, y en el trabajo me acojo a planes en los que no cobro mientras estoy de viaje”. En ese sentido, él no ha tenido que elegir, como sí que lo han hecho otros. Por ejemplo, Rocío Gutiérrez, de la selección femenina de hockey, que dejó su trabajo para acudir a los Juegos Olímpicos de Río con el miedo de “no saber si a la vuelta podría encontrar algo”, tal y como reconoció a este diario.
Aun así, y a pesar de las facilidades que comenta Quico, también ha tenido algunas dificultades. Por ejemplo, a la hora de contar con tiempo libre. “Lo que ocurre es que siempre les toca a los otros sacrificarse por ti: tienen que estar disponibles cuando yo esté”. Y, por otra parte, el cansancio acumulado: “Hay ocasiones en las que entre los estudios, el trabajo y el deporte necesitas descansar”. Eso sí, en estos casos, es optimista: “Siempre pienso que tengo una suerte que no tienen otros”.
Esa es la realidad de Quico y la de otros muchos jugadores. No sólo en España, sino también fuera. En Holanda, Inglaterra o Alemania “tienen más apoyos”. De hecho, el hockey “puede dar para ir viajando por todo el mundo y vivir de él”, confiesa. Pero se acaba. A esa realidad se ven expuestos todos. Y, cuando eso ocurre, es necesario estar preparado. “Como mucho esto dura hasta los 35”. O eso, o el hockey se empieza a poner de moda, algo mucho más difícil. Al final, “es un deporte complicado de televisar: la pelota es pequeña y no hay un rendimiento económico detrás. Por eso cuesta mucho”. Tanto como compaginar trabajo, estudios y deporte. Al fin y al cabo, en Terrasa, ya saben, los niños vienen con un stick debajo del brazo. Y eso, de momento, no da para vivir, aunque sí para disfrutar.